Capital sin Reservas

Segunda edición del Manual de Resistencia con dedicatoria a Doña Erre que erre

Nadia Calviño mantiene a ultranza las más engañosas cuentas públicas de la era socialista como prólogo del nuevo Manual de Resistencia que quiere reeditar Pedro Sánchez desde el Palacio de La Moncloa.

El presidente del Gobierno está dispuesto a reeditar su Manual de Resistencia hasta el final de la legislatura
El presidente del Gobierno está dispuesto a reeditar su Manual de Resistencia hasta el final de la legislatura
EFE

Está visto que Pedro Sánchez no va a tener más remedio que llamar de nuevo a Irene Lozano para que actualice deprisa y corriendo una nueva edición de ese Manual de Resistencia con que el líder socialista glosó su biografía política, con especial énfasis en la fulgurante carrera que le llevó desde los infiernos del PSOE hasta el paraíso que actualmente disfruta en La Moncloa. El jefe del Ejecutivo está abocado ahora a dar una enésima batalla que se presume de libro y si no fuera por la carencia de escrúpulos que impulsa su idolatría de poder nadie daría un euro por un desenlace favorable que faculte a su escriba de cabecera el relato de un dulce epílogo. Los pactos que posibilitaron la legislatura están chorreando en papel mojado y el Gobierno muestra un nivel de oxidación interna sólo comparable al que provocó la descomposición de UCD y la dimisión de Adolfo Suárez hace cuarenta años.

El giro socialdemócrata avanzado en el reciente Congreso Federal del PSOE representa el último regate en corto de Pedro Sánchez para arengar a la masa acondicionada de su partido y establecer un metaverso virtual que legitime su liderazgo dentro del Gobierno frente a la tropa de Unidas Podemos que encabeza la generala en jefa Yolanda Díaz. La maniobra de engaño y distracción oficiada en Valencia no deja de ser una operación cosmética para que el jefe de filas pueda mirarse al ombligo sin la incomodidad de recurrir a un espejito mágico y respondón. Ahora que Iván Redondo se ha caído con todo el equipo tras un fugaz y más que precipitado lavado de imagen, el presidente del Gobierno tiene el terreno despejado para pegarse el trompazo sin que nadie del séquito se atreva a detenerle en su camino de perdición.

Las críticas internas dentro de la formación socialista se han sofocado formalmente, pero algunos de los mayores damnificados en la crisis ministerial de junio no dejan de lamerse las heridas contemplando el desvío de un Ejecutivo de coalición al que empiezan a vérsele las costuras. No en vano, Sánchez cosió su investidura con el ganchillo de una política de apaciguamiento con fuerzas claramente desleales y muy poco fiables para la ortodoxia que reclama Bruselas de cara al proceso de recuperación en Europa. Los flamantes quintacolumnistas del PSOE se mueven ahora en una clandestinidad que otorga rienda suelta a todos sus quejidos y lamentos, resumidos en la convicción de que el presidente no podrá apurar el mandato más allá de finales de 2022, cuando su Gobierno Frankenstein tenga que enfrentarse a los engendros que habitan en las orillas opuestas de su estrecho y contradictorio programa de legislatura.

Sánchez navega entre los monstruos de sus genuinas contradicciones. El Gobierno Frankenstein está condenado a ser engullido por alguien de su misma especie

Pedro Sánchez vive desde su residencia palaciega de Moncloa una sarnosa odisea que, con más o menos picores, ha dirigido su acción política a un desfiladero de abisales incertidumbres. Los pactos contra natura que posibilitaron su encumbramiento han dado lugar desde el primer momento a una esquizofrenia que impide garantizar con certeza a día de hoy si nuestro país tendrá que sufrir la intervención demoledora de sus vecinos comunitarios o acabara sucumbiendo al chantaje humillante de sus múltiples e inconexos pretendientes internos. El Estado español, al margen de la carga de desafección que entraña el término, representa en su concepción fiscal y financiera un barco a la deriva que tendrá que elegir entre caer en las garras de Escila o ser devorado por Caribdis, los dos ogros marinos que aterraron a Ulises en su regreso a Ítaca.

El destino del monstruo no puede ser otro que terminar engullido por alguien de su misma especie, pero lo que ahora se debate en las altas instancias socialistas es si el capitán se hundirá con su paquebote o se lanzará por la borda cuando sea incapaz de hacer frente a los peligros de su aventurada travesía. Una vez más salta a la vista el recuerdo de Zapatero, acosado desde el año 2009 por los imponderables de las tremebundas condiciones que él mismo había credo para dos años después dejar tirado a Rubalcaba con el infame testigo de una derrota segura en las urnas. Nada tiene de particular que el jefe de la oposición, Pablo Casado, concite todas sus expectativas de futuro como hizo Mariano Rajoy, colocándose tranquilo y diletante al rebote de una fruta madura que más pronto o más tarde ha de caer en sus manos.

Mientras tanto y hasta que llegue la hora de entonar la endecha fúnebre el presidente del Gobierno sigue bailando alegremente sobre la tumba de una economía que será presumiblemente otro quien tenga que enterrar. La gestión socialista de los recursos públicos nunca se ha destacado por sus objetivos de eficiencia, pero de un tiempo a esta parte parece únicamente asentada en políticas de slogan y en el manejo con recurrente impunidad de ese principio typical spanish, en virtud del cual quien venga atrás que arree. El escenario actual resulta si cabe más escandaloso que nunca porque ni siquiera la evidencia contumaz y grosera de los datos es capaz de conmover al equipo médico habitual que supuestamente dirige Nadia Calviño para que rectifique el cuadro clínico de un enfermo que muestra una cara cada vez más pálida y desencajada.

Las cuentas de Nadia no se las cree nadie, pero la ministra insiste en hacer méritos para convertirse en Doña Erre que erre frente al criterio de la Airef y del Banco de España 

La vicepresidenta primera de Sánchez no tuvo escrúpulos en lanzar las campanas al vuelo con un cuadro macroeconómico para 2022 que fue presentado solo dos días antes de que el INE desbaratase de cabo a rabo las voluntaristas previsiones que venían anunciando a bombo y platillo los voceros oficiales. La ministra se mantuvo en sus trece como si nada, apelando a la falsa garantía de que el verano habría de calentar las fallidas expectativas que la primavera había puesto en solfa. Ahora que se ha conocido la evolución del tercer trimestre resulta que España vuelve a situarse en los vagones de cola del crecimiento en Europa, atacada como el que más por los efectos de una espiral inflacionista, dizque transitoria, pero que está retrayendo hasta límites insospechables el consumo de las familias.

La Airef ya ha pegado un tirón de orejas a los revisores de la contabilidad nacional y el Banco de España ha advertido que antes de final de año dará un buen repaso a las grandes cifras de la economía española. Peso a todo la responsable de la política económica se resiste a tirar la toalla acerca de unas previsiones claramente pasadas de vuelta y que las autoridades comunitarias empiezan a considerar un flagrante y peligroso engaño. Si Pedro Solbes pasó a la historia ministerial reciente por actuar muchas veces como Don Tancredo, su aventajada discípula está acumulando méritos de sobra para ganar en propiedad el título de Doña Erre que erre. A poco que Sánchez se muestre agradecido, Calviño debería tener una dedicatoria especial en el nuevo Manual de Resistencia.

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