En mi molesta opinión

Amnistía para dinosaurios y nuevas elecciones para Sánchez

Pedro Sánchez
Amnistía para dinosaurios y nuevas elecciones para Sánchez
CONTACTO vía Europa Press

El pulso político y jurídico entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont está cambiando. De día parece que brilla el sol pero de noche ya no se ven las estrellas, incluso empiezan a surgir nubarrones. Del pide lo que deseas porque no hay problema para que se te conceda, hemos pasado a “todo tiene un límite”. La actitud del principio ante las peticiones del independentismo era más una estrategia revestida de apertura y cordialidad, para no empezar en mal plan negándose a todo. Ahora, las cosas son distintas y avanzamos por la senda de la cruda realidad. En la calle Ferraz -sede del PSOE- y en Moncloa ya marcan sus límites en las negociaciones para alcanzar una posible investidura de Sánchez. Incluso los socialistas hablan sin temor de posiciones “inasumibles".

El objetivo es que tanto “Junts” como ERC abandonen sus reivindicaciones de "máximos", y no fijen un marco temporal que acelere la ley de amnistía. Si Puigdemont exige que la norma esté lista antes de la investidura, las fuentes negociadoras del Gobierno coinciden en alejarla. Incluso el mediador de “Sumar”, Jaume Asens, ha pasado de afirmar que la ley podía aprobarse antes de que Sánchez fuera presidente a reconocer delante de la prensa que “eso es forzar mucho la máquina”. Es más, dentro de este estilo electoral de ‘sálvese quien pueda’, algunos socialistas intentan cargar el “muerto” de este cambio a los negociadores de Yolanda Díaz, responsabilizándolos de novatos en “cuestiones tan importantes y nada fáciles de resolver”. En pocas palabras: las exigencias separatistas de los cumplimientos por adelantado son inviables.

Saber cuál de las dos partes cederá más es una exigencia que requiere mucha lupa y buen ojo para analizar las intenciones de los adversarios, aunque probables futuros socios. En el discurso de Puigdemont se entrevió que su máxima prioridad es la amnistía y sus colaboradores en Cataluña creen que "hay margen para votar a Pedro Sánchez”, siempre y cuando no se desvíen demasiado de los objetivos propuestos. El prófugo de Waterloo quiere parecer un president legítimo que se encuentra exiliado. Esa pretensión puede quedar bien para los suyos en Cataluña, pero también le hace ser consciente de que sus puntos serán objeto de negociación y tendrá que rebajar las pretensiones, o aceptar que vamos directos a nuevas elecciones.

Después del simbólico 11-S y de la Diada se inicia una carrera contra reloj para arrancar cuantas más concesiones mejor. Aunque cualquier independentista sensato sabe que Puigdemont no conseguirá todas sus exigencias, pero el objetivo principal es lograr la amnistía, con eso ya tiene suficiente, al menos para empezar y para librarse él y los otros inculpados de pasar por la cárcel o por los juzgados y pagar serias multas económicas. Sin embargo, si se negocia a la baja puede ser también la muerte política de JxCAT y de Puigdemont, como lo ha sido en buena medida para ERC. Cierto es que la autodeterminación puede esperar, pero no puede quedar olvidada.

El expresident de la Generalitat tiene enfrente a un presidente en funciones que con su estilo de zorro plateado demuestra gran habilidad negociadora e incluso burladora, y le puede levantar la cartera y los compromisos al mismo Puigdemont, o incluso volver a timar a Pere Aragonés con otra inexistente mesa de negociaciones, pero el de Esquerra ya está bastante domesticado por el poder central. Sánchez no miente, sólo cambia de opinión, pero esos cambios pueden salirle muy caros a algunos políticos catalanes. El único separatista que aún encarna cierta rebeldía a lo “Asterix” -pero sin pócima milagrosa- es el prófugo de Waterloo, pero ese caudal también puede perderlo si no juega con acierto sus cartas frente.

Para los socialistas unas nuevas elecciones ya no suenan tan mal ni lejanas, aunque no es la opción preferida del líder del PSOE que sabe que los comicios los carga el diablo y que es mejor no tentar a la suerte, y si no que se lo pregunte a Núñez Feijóo. Sin embargo, si las encuestas, las buenas y no las de Tezanos, les dieran un porcentaje elevado y una aceptable subida de votos podrían arriesgarse, ya que además tienen la excusa perfecta de que ellos rompen las negociaciones por las exigencias descabelladas de Junts y así dejar muy claro que son un partido leal a España y no subastan la patria con nadie.

Puigdemont puede percatarse de que las cosas cambian cuando menos te lo esperas y unas nuevas elecciones no parecen tan rentables para él ni para su gente, por mucho que él amenace con ellas. Su salvavidas es que Sánchez siga creyendo que es un mal paso poner de nuevo las urnas, pero si cambia de opinión, y cada vez está más cerca esa posibilidad, las cosas se torcerán para los independentistas, ya que otra comparecencia en enero polarizaría al electorado en beneficio de PP y PSOE, y el voto útil se centraría en ambos, y tanto Junts como ERC perderían aún más votos, así como Sumar y Vox. No es muy probable que a Junts y a todo un prófugo de la Justicia se le ofrezcan tantas ventajas políticas si hay una repetición electoral.

Todo apunta a que los socialistas tienen ahora mejores bazas que los soberanistas que sienten que pueden perder una oportunidad única que a lo mejor no vuelve, y la vida en Bélgica o en la cárcel es muy dura. La clave está en Moncloa: ¿le interesa gobernar con 19 partidos y conceder una amnistía por la puerta de atrás que no acepta casi nadie y que retorcerá la Constitución y las leyes, o prefiere unas elecciones con riesgo pero también con mayores ventajas? Los 'dinosaurios' de su partido -como llaman ahora los progres a Felipe González, Guerra y compañía por decir lo que piensan y expresarse libremente- lo tienen claro y se lo han dicho sin remilgos: la Constitución y la Transición son patrimonio de toda la sociedad y no propiedad de un solo partido. Falta que también lo tenga claro el principal afectado, Sánchez. Parafraseando a Monterroso y a su célebre relato: “Y cuando despertó, Puigdemont todavía estaba allí”.

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