Cuaderno de venta

Estancamiento subyacente e inflación, la señal de stop para el BCE y Lagarde

El Banco Central Europeo cuenta con suficientes argumentos como para adoptar una pausa en los tipos de interés en septiembre o, al menos, dejar claro que será la última subida del actual ciclo.

Lagarde (BCE)
Lagarde, presidenta del BCE.
Agencia EFE

La falacia del jugador, del apostador o de Montecarlo, conocida por sus casinos, viene a describir el error de pensar que eventos aleatorios tienen relación entre sí e impacto en el futuro, es decir, que un resultado se vuelve más o menos probable debido a un evento anterior. Se usa en probabilidad y estadística en el contexto de los juegos de azar. Por ejemplo, si en la ruleta sale rojo de forma consecutiva se tiende a pensar que es más probable el color negro en la siguiente tirada. Salvo trampa o que la ruleta esté desequilibrada, esto sería incorrecto porque cada giro es independiente del anterior y la probabilidad sería siempre la misma.

En la política, la economía y los mercados pocas cosas funcionan al azar. Si figurásemos al Banco Central Europeo (BCE) como el crupier de un casino financiero podemos establecer la relación contraria: los eventos pasados sí afectan al futuro. Y ahí está la clave para desentrañar los próximos movimientos del guardián del euro. Las reglas de juego dictan que el objetivo primordial de la institución a la hora de fijar los tipos de interés es preservar la estabilidad de precios y buscar un objetivo de inflación en el entorno del 2%. Ahora bien, el BCE parece que está cada vez más cerca de trucar su propio juego a partir de ahora.

El BCE cuenta con suficientes argumentos como para adoptar una pausa en los tipos de interés en septiembre o, al menos, dejar claro que será la última subida del actual ciclo a pesar de que los niveles de inflación todavía están lejos del objetivo. Comienzan a emerger factores secundarios como el crecimiento económico, el mercado laboral, las políticas fiscales de los gobiernos, el acceso a la financiación por parte de hogares y empresas, así como la sostenibilidad de esta financiación. El impacto acumulativo de 9 subidas de tipos y 425 puntos básicos tiene su propia inercia que seguirá 'golpeando' la economía aunque se produzca dicha pausa.

Isabel Schnabel, consejera ejecutiva en el BCE, apuntó a que los datos que manejan "apuntan a un estancamiento de la actividad económica" en la zona euro y las actas del banco central de la reunión pasado 27 de julio recogieron el debate sobre el "riesgo de estanflación", es decir, quasi-recesión con inflación. "El entorno actual de alta incertidumbre justifica un enfoque de política monetaria que sea sólido y dependiente de los datos , en el sentido de que considere no sólo la trayectoria futura más probable de la inflación sino toda la distribución de los riesgos".

La literatura económica y el sentido común desaconsejan seguir subiendo los tipos de interés porque se deprimiría todavía más la actividad sin garantía frenar al IPC. Al revés, hay recesiones que incluso generación presiones en la inflación por la destrucción de tejido productivo (oferta) a una mayor velocidad que la demanda. El desplome en la producción de hipotecas o nuevos préstamos empieza a ser serio. Por tanto, la probabilidad de que el BCE haga lo contrario (mantener o pausa de tipos) de lo que dicen algunos (subir tasas) es creciente porque la ruleta económica que atiende el banco central se está quedando con menos participantes, comienzan a producirse algunas bancarrotas, aunque hay algunos jugadores que siguen pujando fuerte y a los que se les sigue fiando con cuentas que parecen ilimitadas.

Se acabó el juego con el déficit

Después de una serie de años con déficits presupuestarios desbocados, con un gasto público muy por encima de los ingresos, el BCE acaba de hacer un recordatorio de 'no va más' a los líderes de los países del euro.  Ha llegado la hora de los ajustes presupuestarios y el equilibrio de cuentas, tanto pronto como se pueda (ASAP), pero no más tarde de 2024. Los gobiernos son una de las principales fuentes de inflación en este momento. Así vienen a recogerlo las actas de la reunión. De las indirectas, el BCE ha pasado a hablar a las claras con algunos reproches.

 "La política fiscal en muchos países europeos ha seguido siendo procíclica y, por lo tanto, seguía aumentando las presiones inflacionarias". También se comentó otra circunstancia que, por ejemplo, desmonta en parte discursos como el del Gobierno de Pedro Sánchez en el que se esgrime que el aumento de recaudación récord en los  es una señal sana y de fortaleza económica. Todo lo contrario, según el BCE, se ha recaudado por encima de las posibilidades en algunas economías del euro y la vaca está tan exhausta que pide a mugidos que no se la ordeñe más. 

 "Los presupuestos todavía estaban respaldados por ingresos tributarios superiores a los esperados como resultado de la alta inflación", apunta el banco central que recuerda, sin mencionar países, que "la reducción de la relación deuda pública/PIB se debe más a la inflación" que los esfuerzos de reformas estructurales de los gobiernos. ¿Y quién es el banco central para decir nada sobre esto? Pues ha sido y es ahora mismo el mayor acreedor, como también uno de los mayores estabilizadores de precios cada vez que se monta una subasta de bonos en el euro. Sin su presencia, los costes de financiación se hubiesen descontrolado hace tiempo.

En un contexto en el que el BCE todavía compra deuda pública reinvirtiendo los rendimientos de la gigantes cartera de bonos que construyó en pandemia, las menciones a las políticas fiscales desequilibradas son un aviso del citado 'no va más' o, más bien, de un 'se acabó' a la hora de gastar más de lo que se ingresa y recurrir al endeudamiento en los mercados para cubrir ese desfase continuo. En el caso de España, desde 2008 a 2022, la suma de 15 déficits presupuestarios seguidos del Estado alcanza la friolera de 1,1 billones de euros. Se han convertido en una losa llamada deuda pública con unos intereses crecientes

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