Cuaderno de venta

El verdadero objetivo de Putin y el disparo en el pie de la 'bomba' SWIFT

Vladimir Putin, un cuarto de siglo al frente del Kremlin.
Vladimir Putin, un cuarto de siglo al frente del Kremlin.
DPA vía Europa Press

La guerra e invasión de Ucrania por parte de Rusia ha cogido con el pie cambiado a la Unión Europea (UE) pero al mismo tiempo ha provocado un súbito despertar colectivo. Se abre los ojos ante la gran amenaza que crecía en el Este. Entre susurros lobistas y puertas giratorias, las empresas en la órbita de Vladimir Putin (estatales o bajo control de oligarcas afines) han campado a sus anchas por toda Europa instalándose en sectores clave como el energético o la distribución. Lo cierto es que muchos en Europa han mirado para otro lado o se han autoengañado con Moscú

El abrazo del 'oso' con el suministro de gas natural reúne en un mismo sector todos los errores que se podían cometer. Desde el exceso de dependencia de Moscú a la apuesta de esta energía como base del sistema eléctrico en detrimento de las nucleares. Hasta Putin hacía chistes en público de la política energética alemana y europea. El excanciller socialdemócrata Gerhard Schoeder preside la versión 1 del Nord Stream, el gasoducto que envía combustible fósil a Alemania desde el Ártico ruso. Ahora ocupa la cancillería Olaf Scholtz, secretario general del SPD cuando Schroeder era a la vez canciller y presidente del partido que más ha tendido la mano a Putin y más le ha permitido crecer durante el último cuarto de siglo. El sucesor de Merkel ha sido el líder europeo más titubeante y reacio a aplicar las sanciones más duras contra Rusia por la agresión militar a Ucrania, aunque finalmente se ha decidido a suspender sine die el Nord Stream 2.

El Kremlin lleva años sembrando la división en la Unión Europea, atrayendo a Alemania y otros países bajo su esfera de influencia para dominar en última instancia, por lo civil o por lo criminal, a las antiguas repúblicas de la URSS. Las conexiones rusas con las campañas de desinformación de la opinión pública que impulsaron el Brexit -la salida de Reino Unido de la UE- o llevaron a la presidencia a Donald Trump en EEUU son un secreto a voces, tanto como la aniquilación de cualquier atisbo de alternativa interna al presidente ruso. La guerra sobre Ucrania no es el final del camino para la engrasada maquinaria bélica rusa. De hecho, puede ser solo el principio.

El verdadero objetivo de Putin atacando Ucrania es socavar la solidez de la OTAN porque ha detectado grietas entre los actuales aliados, como el caso de Turquía, o entre los futuros aspirantes a formar parte del club como Suecia y Finlandia. Sorprenden estos días los gritos de ‘No a la guerra’ y ‘OTAN no’ que desafinan ante una realidad indiscutible. Rusia es el causante, quien está rompiendo la paz y atentando contra la soberanía de otro país. Ninguno de los aliados ha entrado en guerra de forma directa salvo para el suministro de ayuda militar y financiera, además de para reforzar las defensas de Polonia, Repúblicas Bálticas, Rumanía y Bulgaria. Las amenazas directas a países como Suecia y Finlandia muestran a las claras las intenciones rusas.

El Kremlin sabe de antemano que sus enemigos exprimirán al máximo las vías no militares (diplomacia y sanciones) porque, hoy por hoy, la superioridad militar del antiguo Ejército Rojo parece incontestable si EEUU no se involucra al máximo. Para la Administración Biden, el envío de decenas de miles de soldados a suelo europeo no parece a priori fácil de justificar ante los americanos tras el repliegue de Afganistán e Irak. La lucha de poder e influencia entre EEUU y Rusia lleva meses reflejándose en el mercado del gas, donde ambas superpotencias están haciendo su agosto y financiándose con decenas de miles de millones de dólares al mes a costa de Europa. El choque de Washington y Moscú esta vez no sucede en lejanos desiertos afganos o iraquíes, sino en el corazón del Viejo Continente. 

¿La expulsión rusa del sistema financiero?

Los líderes europeos, incluyendo el presidente español, Pedro Sánchez, están tardando demasiado en alertar a la población de las consecuencias irreversibles que tendrá el conflicto armado. La evidencia es la muerte y destrucción de toda guerra, pero más allá se esconde un 'shock' económico que se está fraguando ahora y que llegará con rapidez a todos los rincones de la zona euro. Ya están sonando las sirenas que alertan de un nuevo estirón de la inflación por el impacto de los precios energéticos o por los efectos exacerbados en el suministro agrícola por el papel de Ucrania y Rusia como graneros de Europa. Pero el evento de consecuencias más impredecibles se va a producir a partir del lunes en los mercados financieros cuando entren en vigor las exclusiones selectivas del sistema SWIFT, el bloqueo de activos en el extranjero de fortunas rusas y el aislamiento del Banco Central de Rusia.

SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), dirigida por el español Javier Pérez-Tasso, es una organización que gestiona el sistema que gobierna las transacciones entre miles de bancos de todo el mundo. Bruselas se ha sumado a Reino Unido, EEUU y Canadá para expulsar a las entidades rusas del sistema como parte de la nueva ronda de sanciones. En la práctica supone que no se podrá enviar o recibir dinero si alguna de las contrapartes es un banco bajo jurisdicción de Putin. El problema de bloquear los pagos es que también quedan en el limbo los cobros. Es el llamado 'botón rojo' o nuclear del mundo bancario que hasta ahora nunca había tenido un uso tan masivo, salvo el precedente de Irán.

Sus efectos pueden llegar a ser contraproducentes. Rusia ya tiene experiencia con estos vetos virtuales, al igual que China, de ahí que hace tres años puso en marcha su propio sistema de compensación de transferencias llamado SPFS por el que ya circulan uno de cada cinco rublos. Por tanto, el bombazo SWIFT no sería ninguna opción ‘nuclear’ para Rusia como se ha venido difundiendo desde la esfera política. Al contrario, un apagón para los rusos podría empujarlos a acelerar su propio estándar de transferencias y las interconexiones con otros el chino CIPS o, incluso, con determinadas criptomonedas que están diseñadas para realizar los pagos del futuro y sustituir los obsoletos esquemas bancarios, como SWIFT, que llevan funcionando décadas. Si la contramedida sale mal, no duden de que habrá sido una idea envenenada del entorno de Putin para que los aliados se autoinflinjan más daño económico del que pueden producir.

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