Elevada incertidumbre

La deuda en máximos y los tipos al alza imponen un nuevo test de estrés al euro

El pasivo de la zona euro supera por primera vez los 12 billones de euros y plantea un desafío ingente para los gobiernos que deben conciliar las medidas anticrisis con el endurecimiento del coste de financiación.

Consejo Europeo Europa, Unión Europea
Consejo Europeo Europa, Unión Europea
DPA vía Europa Press

El elefante en la habitación se llama deuda y, en el caso de la zona euro, el paquidermo ha alcanzado unas dimensiones gigantescas al superar por primera vez los 12 billones de euros en el segundo trimestre del año. Es un volumen histórico que equivale al 94,2% de la riqueza del conjunto de los países que comparten la divisa. Afrontar este nivel de endeudamiento a la vez que el Banco Central Europeo (BCE) endurece su política monetaria va a suponer todo un test de estrés para la región, sobre todo ante una perspectiva de fuerte frenazo que, como advierten los organismos internacionales y no descarta la entidad, puede desembocar en una recesión. Financiarse no solo va a ser más caro, sino que implicará un escrutinio mayor por parte de los mercados a los países que se encuentren en una situación más vulnerable. 

Lo sucedido en Reino Unido bien puede servir de ejemplo. Un primer examen llega la próxima semana con la reunión mensual del Consejo de Gobierno del BCE, que se celebra el jueves. El organismo ha dejado claro que su prioridad es atajar la subida de los precios no el crecimiento. Así y pese a que su presidenta, Christine Lagarde, hará referencia a los riesgos económicos que afronta la zona euro, parece probable que la subida prevista de los tipos en 75 puntos básicos (hasta el 2%) y las medidas de reducción del balance que eventualmente aplique, "pueden tener un cierto impacto al alza sobre la curva de rentabilidades", apuntan desde la consultora de análisis de mercados, MacroYield. 

Este mismo viernes, la del bono español a diez años ha llegado a superar el umbral del 3,6% por primera vez desde el año 2014. Allá por enero, cuando la invasión de Ucrania parecía solo una amenaza, la referencia nacional rentaba apenas al 0,605% y la inflación, de la que todavía se hablaba como un ‘shock’ temporal, se situaba casi tres puntos por debajo del último dato registrado (la tasa anual despidió el primer mes del año en el 6,1% y en septiembre Estadística la situaba en el 8,9%). No es un caso aislado. El interés del Bund alemán, referencia para la deuda del Viejo Continente, ha tocado niveles en los que no se movía desde julio de 2011 por encima del 2,5%; y el de la deuda italiana roza el 5%, también su rentabilidad más elevada en una década. 

Los recelos que Alemania suscita en el Sur 

La guerra de Ucrania y la crisis energética han tocado de lleno a la mayor economía de la región, Alemania, que a mediados de este año ha visto evaporase el superávit comercial por primera vez en más de tres décadas. El Gobierno de Olaf Scholz ha reconocido abiertamente que su economía entrará en recesión el año que viene y que la actividad retrocederá en el conjunto del ejercicio un 0,4%. El Bundestag, la Cámara Baja del Parlamento Federal, aprobó este viernes el conocido como "escudo defensivo" dotado con 200.000 euros, el doble de las ayudas aprobadas en conjunto por Francia e Italia, para aliviar el impacto de la subida de los precios energéticos en familias y hogares. 

Ese paquete fiscal ha suscitado recelos entre los socios comunitarios. Como ya sucedió durante la pandemia -también en la pasada crisis financiera- hay miedo de que acciones de este tipo por parte de quienes pueden tirar de gasto público dejen atrás a aquellos que apenas cuentan con margen fiscal. Esa pugna constante entre el Norte y el Sur, entre los frugales y el resto, se ha hecho evidente en la reunión del Consejo Europeo de esta misma semana, la última con Mario Draghi. El expresidente del BCE ha afeado a quienes piden a países como el suyo que compartan la energía pero se niegan a poner topes al precio del gas o a poner en marcha programas de estímulo a nivel comunitario como los aprobados contra la crisis de la covid, y que prácticamente implicarían mutualizar la deuda.

No lo van a tener fácil en un contexto en el que, como las economías, está sufriendo también la divisa comunitaria agravando el efecto inflacionista (la tasa anual del IPC se situó en septiembre en el 9,9% en la zona euro, un punto por encima de la española) y la factura energética (las principales materias primas se intercambian en dólares). El Fondo Monetario Internacional y la Agencia Internacional de la Energía ya instaron a los ejecutivos europeos a que se preparasen de forma concienzuda de cara al año que viene. "La crisis energética, especialmente en Europa, no es un shock transitorio. El realineamiento geopolítico del suministro de energía derivado de la guerra de Rusia contra Ucrania será amplio y permanente. El invierno de 2022 será difícil para Europa, pero el de 2023 será probablemente mucho peor", advertía el organismo capitaneado por Kristalina Georgieva en su último informe sobre perspectivas para la economía mundial. 

En el caso español, su escasa dependencia de Rusia y su diversificación energética, permiten encarar el invierno con algo más de oxígeno. Es la única de las grandes economías del euro -en algunos casos también Francia- a la que organismos internacionales, gestoras y analistas ven creciendo el año que viene, aunque sea de forma modesta. Los cálculos oscilan entre el 0,4% de avance que le otorga Goldman Sachs y el 2,1% que prevé el Gobierno en los Presupuestos Generales del Estado. Un crecimiento débil y unos costes financieros más elevados. Las Cuentas públicas contemplan que el Estado tenga que dedicar 31.275 millones de euros en 2023 al servicio de la deuda, un 6,4% más que el ejercicio anterior, si bien esta cifra podría quedarse corta si el BCE se ve obligado a pisar el acelerador con las subidas de tipos y el resto de medidas de normalización monetaria.

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