La clave de la independencia

La paradoja nuclear: la energía que no emite CO2 es también la más denostada

En plena polémica por el encarecimiento de la luz, el debate sobre la energía atómica resurge. Un tema tabú debido a sus residuos, casi eternos. España lleva tiempo cerrando las centrales y no construirá nuevas.

Central nuclear de Cattenom, en el norte de Francia.
Central nuclear de Cattenom, en el norte de Francia.
EFE

De las fuentes de energía que producen electricidad en España la que más aportó en 2020 fue la energía nuclear: una quinta parte. Esa proporción podría ser aún mayor si se hubieran terminado de construir la central atómica de Lemóniz, la de Santillán y la de Valdecaballeros, y no se hubieran parado y desmantelado las de Zorita y la de Garoña. Se paralizaron o desmantelaron por una simple razón: los residuos nucleares tardan miles de años en desaparecer.

Si todas esas centrales estuvieran en funcionamiento, la factura de la luz de las familias españolas sería más baja, y además, no tendrían que planchar por la noche para ahorrar energía, como les obliga la nueva factura de la energía eléctrica. Esa es una de las paradojas de la energía nuclear.

Otra paradoja es que la energía nuclear no emite gases de efecto invernadero. Las centrales atómicas funcionan con el principio de la fisión nuclear. Si se bombardea un núcleo de uranio con neutrones se produce una reacción en cadena que libera una enorme cantidad de energía (calor). Esa energía calienta, por así decirlo, una olla de agua. El vapor resultante hace girar unas turbinas que producen electricidad.

Es decir, no se necesita carbón ni gas para poner en marcha una central nuclear. Tampoco aire ni sol. Solo agua. La energía atómica es la más independiente de todas porque no necesita viento como la eólica, luz solar, como las plantas solares, saltos de agua, como la hidroeléctrica, o petróleo y gas, como las centrales térmicas o de ciclos combinados. Por eso, los cortos días de invierno en que no hay mucha luz, la solar produce poco. Y si para colmo no llueve, las centrales hidroeléctricas están paradas. En cambio, en esos días, las centrales nucleares son las que generan más electricidad. Y además no contaminan tanto como las centrales de gas, carbón o de fuel-oil porque -visto de forma muy básica- una planta nuclear solo 'suelta' vapor de agua. El petróleo, por comparación, ha producido más desechos que cualquier otra energía: produce plásticos.

El CO2 es un dolor de cabeza para los gobiernos europeos. Los coches, las factorías, los aviones, las calefacciones y las centrales de carbón, gas y fuel emiten cantidades enormes de este gas. Cuando se acumula en la atmosfera, impiden que parte de los rayos del sol reboten en la Tierra y vuelvan al espacio. Se quedan aquí con lo cual producen el mismo efecto que cuando cerramos las ventanas en invierno y ponemos la calefacción: nos asamos de calor. Es el efecto invernadero.

Eso es lo que le espera a la Tierra si no se disminuyen estas emisiones. Ya se están notando algunos efectos como es la disminución de glaciares, las roturas de enormes bloques de hielo del Polo Norte que se convierten en icebergs del tamaño de Mallorca, y el aumento del temperaturas en todo el mundo. Para disminuir los gases, la UE decidió castigar a los países contaminantes imponiendo una multa por emitirlas. Como la palabra "multa" suena muy mal, porque las multas se pagan, le cambiaron el nombre y sustituyeron "pagar" por "comprar". Si una empresa quiere emitir gases tiene que "comprar derechos de emisión de CO2".

Los derechos de emisión son como los parquímetros: si uno paga por cuatro horas, pero deja el coche cinco horas, la vigilante de la SER le pone una multa. Pero con los derechos de emisión pasa algo que a los conductores les encantaría: si pagas cuatro horas y solo utilizas tres, puedes vender la hora sobrante. En el mercado de derechos de emisión, si a una planta eléctrica le sobran derechos los pone en venta. Es una forma de estimular a los países para que contaminen menos, modernicen sus instalaciones y se pasen a las energías verdes. Cosas del capitalismo.

Para estimular a las familias a que contaminasen menos con sus electrodomésticos (que en determinados tramos horarios 'chupan' mucha energía eléctrica y hacen que entren en funcionamiento centrales de gas o carbón) el gobierno decidió castigar a quienes enchufaban todo a la misma hora. Ya estaba bien de planchar a las ocho de la tarde, poner la vitrocerámica a las nueve y ver 'El Hormiguero' a las diez. Millones de hogares haciendo lo mismo a la misma hora obligan a poner en marcha todo el aparataje de centrales productoras de electricidad. Primero se ponen en marcha las centrales 'verdes', la de de energía eólica y solar. Pero tienen un límite porque no pueden surtir de electricidad a 12 millones de familias a esas horas punta. Entonces vienen las nucleares y las hidroeléctricas, que tampoco dan abasto. A partir de ahí, si la demanda es muy grande, entran en funcionamiento las de fuel, las de gas (se llaman ciclo combinado) y las de carbón. Eso sí contamina. Y eso se paga.

Para subsanarlo, el Gobierno de Pedro Sánchez aprobó unas leyes que recomiendan a los españoles usar algunos electrodomésticos a partir de las 12 de la noche, para evitar que todos los aparatos estén conectados al mismo tiempo. Así harán posible que las eólicas, hidroeléctricas y atómicas respondan sin problemas a las demanda. Y por el día, si las familias planchaban antes de las diez de la mañana, o de dos a seis de la tarde, el sistema eléctrico podría responder al aumento del consumo sin que entren en juego las centrales contaminantes.

¿Qué habría pasado si hubiera más nucleares? Ese es un tema tabú. Como se ha dicho, las nucleares no emiten CO2, pero sus residuos son casi eternos. España decidió hace tiempo no construir más centrales nucleares. Es más, decidió irlas cerrando poco a poco. Para colmo, el Gobierno les va a quitar 1.000 millones de euros porque piensa que las centrales ya están amortizadas y reciben muchos beneficios caídos del cielo. Esta metáfora ("windfall profits") se usa para explicar que a las nucleares les cae todos los años un montón de dinero porque cuando se forma el precio del kilowatio, quien marca el precio final es la última central en entrar en movimiento. Si se trata de una planta de gas, el coste es tan alto, que el precio por kilowatio debe ser subido por todas las plantas, y gracias a eso las centrales nucleares cobran más. El caso es que las nucleares van a dejar de percibir ese dinero adicional, algo que ha puesto en armas al sector porque el año pasado los precios del kilowatio fueron tan bajos que las nucleares en lugar de ganar dinero, lo perdieron. Cifran dichas pérdidas en 500 millones de euros y sostienen que el suyo ya no es un negocio. Para tenerlas así, casi es mejor cerrar las centrales.

Quienes no tienen tantos tabúes al respecto de la energía nuclear son los franceses. El 70% de su energía eléctrica procede de centrales nucleares. Les da igual si el petróleo o el gas suben o bajan. Les da igual si deja de soplar el viento, si el cielo está encapotado o hace un frío polar. Ellos conectan sus centrales nucleares y se echan a dormir. Son más independientes.

Las familias francesas pagan menos en la factura de la luz que las españolas: unos 18 euros por 100 kilowatios frente a los 24 de nuestro país, según Eurostat y la Comisión Europea.

Los defensores de la nuclear y el ejemplo de Alemania

Pero como la energía nuclear en el fondo es una energía que produce otros residuos que no son CO2 pero que contaminan la Tierra, también está condenada en Francia. De aquí al año 2025 el Gobierno galo cerrará centrales y solo producirá el 50% de la energía eléctrica del país. Y seguirá bajando. A la opinión pública le parece bien en todo el mundo que se cierren nucleares porque tienen en la mente los desastres de Chernobyl y de Fukushima. Jugar con los átomos es jugar con fuego.

A pesar de eso, quedan ingenieros que prosiguen su batalla para convencernos de que la nuclear es una energía milagrosa. Con 107.000 seguidores en Twitter, Alfredo García explica a través de su perfil en esta red social que esta energía "salvará al mundo". Sus argumentos resultan por lo menos fascinantes: "Considerando que la energía nuclear proporciona potencia constante, con tan bajas emisiones como las renovables y la menor tasa de muertes por energía generada... ¿No os resulta muy sospechosa la obsesión de algunos por cerrar las centrales nucleares? ¿Quién sale beneficiado?", decía hace pocas semanas en Twitter. Si se mide por terawatio/hora producido, la nuclear, como dice García, es la que menos accidentes mortales ha causado: 0,07 muertes, casi a la altura de la eólica y la solar, según OurWorldinData.

Los defensores de lo nuclear ponen el ejemplo de Alemania: cerró casi todas sus nucleares y ahora emiten más CO2 porque tienen centrales de carbón en funcionamiento.

¿Qué le espera a las nucleares? A largo plazo irán despareciendo y quedarán como grandes obras públicas que se visitarán en el futuro como quien visita un museo con esqueletos de dinosaurios. Los ingenieros están preparando otras energías más limpias como la de fusión (que funciona como la energía del sol) o la geotérmica, que podrían ser la salvación de la humanidad. Pero para eso quedan aún muchas décadas.

Mostrar comentarios