Visitadora habitual de Ferraz

Calviño baja al barro político y diluye su perfil tecnócrata en la pugna económica

La crisis energética ha obligado a la vicepresidenta primera, sin carné del PSOE, a convertirse en una ministra política más ante las críticas de la oposición. PP y Vox cargan sobre ella el peso de las críticas.

Sánchez, Montero y Calviño
Sánchez, Montero y Calviño en el Congreso
EFE

Nadia Calviño se ha convertido en una representante más del PSOE. La tecnócrata que aterrizó en junio de 2018 procedente de la Comisión Europea para ser la columna vertebral del proyecto económico de Pedro Sánchez ha decidido dar, especialmente tras los cambios en el Gobierno del pasado mes de julio, un paso al frente en el terreno más político. Aunque desde su entorno defienden que sigue siendo "independiente", la gallega se ha mojado con el partido al que perteneció su familia y lo va a seguir haciendo. La oposición lo ha detectado y está consiguiendo arrastrarla al barro político.

Calviño entró en el Gobierno en solitario primero y de coalición más tarde para mantener la quintaesencia de su perfil. Un perfil tecnocrático como nexo entre Bruselas y Madrid. Pero las circunstancias, una pandemia y una guerra en Europa, con sus consecuencias en la economía, le han hecho cambiar el paso. La crisis energética, que está provocando una inflación desbocada, ha obligado a la vicepresidenta primera a involucrarse en cuestiones y polémicas que, en teoría, estaban reservadas para otro tipo de ministros. Esto domingo, por ejemplo, dedicaba en su última entrevista palabras gruesas contra grandes las eléctricas, a las que pedía un esfuerzo en esta crisis, y a las energéticas, de las que espera una rebaja adicional de los precios de los combustibles. Es un discurso que se está haciendo habitual en ella.

Cuatro circunstancias han provocado este giro en Calviño. Todo comenzó en la crisis de Gobierno del verano. Sánchez prescindió de Carmen Calvo, su principal escudera política, como permiso de José Luis Ábalos, y de Iván Redondo, que le defendía en privado y en alguna ocasión en público ("yo me tiraría por un barranco por mi presidente"). La ministra de Economía ascendió a vicepresidenta primera, lo cual está teniendo sus consecuencias políticas. La más clara: se ha convertido en el epicentro, tras Sánchez, de las sesiones de control al Gobierno. Calviño ha tenido, por tanto, que adaptar su discurso al terreno político y enfrentarse en las preguntas orales a pesos pesados de otros partidos como los portavoces Cuca Gamarra -hasta ahora- e Iván Espinosa de los Monteros. La oposición la busca en ese barro político y la ha encontrado. El perfil de tecnócrata ha quedado difuminado.

El segundo movimiento llegó en septiembre. Sánchez convenció a Calviño para que fuera una de las protagonistas del Gobierno en el 40 Congreso Federal, el de la reconciliación con Felipe González. La gallega aceptó y se mojó significativamente en el cónclave socialista. También estuvo José Luis Escrivá, otro “independiente”, pero el ministro de Inclusión y Seguridad Social pasó bastante más desapercibido en unos actos que fueron meramente políticos. El PSOE en bloque correspondió a Calviño en Valencia.

El tercer hito es el escenario de crisis actual, una práctica economía de guerra, y el maratón electoral que se avecina. Calviño está teniendo de zafarse en terrenos inéditos para ella, como la compleja negociación que mantiene con la Comisión Europea, de la mano de Teresa Ribera, para topar el precio del gas; o el enfrentamiento con el Instituto Nacional de Estadística (INE) para poder revisar el impacto del precio de la luz en el IPC. Son tareas inéditas, propias de una vicepresidenta a medio camino entre la economía y la política, más propias de un Pedro Solbes o de una Elena Salgado, por comparar su perfil con dos exvicepresidentes económicos socialistas. Calviño también está monitorizando el impacto de la guerra para someter a revisión sus previsiones económicas, que están siendo, asimismo, objeto de controversia con la oposición.

La guerra obliga a que Calviño esté teniendo de zafarse en terrenos inéditos para ella

El escenario de elecciones a la vista también ha llevado a Calviño a convertirse en una dirigente en la sombra del aparato del PSOE. La vicepresidenta económica es una visitadora de Ferraz (hay quien afirma que "habitual" y otras fuentes hablan de reuniones "esporádicas") y eso es un cambio también significativo que ha ido experimentando. Sánchez cuenta con ella para instruir a cargos del partido en las cuestiones más importantes en el terreno económico y está aprovechando el potencial de la gallega a nivel interno. Los cuadros medios del PSOE lo agradecen.

El presidente también ha decidido que Calviño mantenga una interlocución fluida con Félix Bolaños, el auténtico CEO del Gobierno. Y es que la vicepresidente económica ya ha originado algún problema (ERC así lo considera) que tuvo que solucionarse sobre la marcha el ministro de la Presidencia. Ocurrió, por ejemplo, con la Ley Audiovisual, que provocó una crisis con los socios habituales en plena negociación de los Presupuestos Generales del Estado. Bolaños tuvo que intervenir y se ha convertido en el negociador de cabecera de Sánchez para cuestiones económicas. De María Jesús Montero, por su parte, Calviño habla de ella como su "hermana gemela".

Calviño siempre se ha sentido orgullosa de su familia socialista. Sus abuelos fueron republicanos

Calviño sigue sin tener carné del PSOE ni escaño. No se ha afiliado tampoco ni tiene intención de hacerlo. Pero se encuentra al servicio del presidente del Gobierno. Ha participado ya en varias campañas electorales y guarda bajo llave la gran incógnita: ¿aceptará formar parte de las listas socialistas en las próximas generales? En su entorno no se mojan, pero sí recuerdan que ella siempre se ha sentido orgullosa de su familia socialista. Sus abuelos fueron republicanos. Es más, hace unos meses descubrió que en uno de los primeros carteles electorales del PSOE en democracia aparecía ella con ocho años empuñando una rosa en la mano. Su destino, dicen, está unido al de Sánchez.

Mostrar comentarios