Cambio climático

La carrera entre Bill Gates y el MIT por capturar CO2 que podría salvar la Tierra

¿Es posible pensar en convertir el dióxido de carbono en parte del ciclo energético? Una decena de proyectos en todo el mundo aspira a conseguirlo en los próximos años. 

Recreación de una de las futuras plantas de Carbon Engineering.
La carrera entre Bill Gates y el MIT por capturar CO2 que podría salvar la Tierra. Recreación de una de las futuras plantas de Carbon Engineering.

En la actualidad, las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero parecen sepultadas a un segundo plano debido a la crisis mundial del coronavirus (a pesar del respiro que vivió el planeta cuando empezaron los confinamientos). Sin embargo, el reciente libro 'Cambio climático, bases científicas y cuestiones a debate', organizado por la Fundación Naturgy y la Universidad Politécnica de Madrid y en el que participan una decena de reputados científicos de todo el mundo, trata de evidenciar que no solo es posible compaginar las políticas sanitarias con las climáticas, sino que el momento actual es una oportunidad de oro para acercarnos a los objetivos marcados en los Acuerdos de París de 2015.

Empezando precisamente por el gran problema del CO2. "Hay certeza científica de que el calentamiento global persistirá durante milenios y generará cambios adicionales en el sistema climático, salvo que se produzcan emisiones negativas de gases de efecto invernadero (absorciones), puesto que una vez emitidas, las moléculas de CO2 y otros GEI se 'almacenan' en la atmósfera entrando a formar parte del ciclo del carbono. Por tanto, la adaptación no sólo tendrá que mantenerse durante un tiempo largo, sino que probablemente tendrá que constituir una nueva normalidad en las vidas de las futuras generaciones", apuntan los autores del libro.

Rubén Juanes, profesor del MIT y director del Laboratorio Henry L. Pierce para la Ciencia y la Ingeniería de las Infraestructuras, y Howard Herzog, ingeniero senior de investigación en el MIT Energy Initiative, explican en exclusiva a 'La Información' qué es exactamente esa "absorción negativa" y cuál es el proyecto que el prestigioso instituto tecnológico de EEUU está llevando a cabo en estos momentos: la captura y almacenamiento de dióxido de carbono. Consiste en atrapar el CO2 generado al quemar combustibles fósiles antes de que este se libere en la atmósfera. Su idea es completar su ciclo de manera artificial enterrándolo de nuevo a gran profundidad.

Pero existen varios escollos. Para empezar, la necesidad de concienciar en la importancia de llevar a cabo proyectos climáticos en medio de una pandemia global. "En general, incluso cuando el coronavirus está causando tantísimos problemas, de cara a los próximos 30 años el cambio climático es el mayor problema que existe", resume Herzog, que considera que "hay que invertir [en la lucha contra el cambio climático] y no posponerlo más". De hecho, a pesar de que invertir en este tipo de tecnologías puede suponer un gasto importante, el objetivo del proyecto del MIT no es solo reducir las emisiones de CO2, sino revertirlas.

El segundo problema es el elevado coste de almacenar CO2, tal y como apunta Juanes, especialmente porque la capacidad de retener un gas en cámaras artificiales es finita. Sin embargo, enterrarlo en capas geológicas profundas puede ser la solución: "Es nuestra principal vía de investigación: cómo lograr almacenar el CO2 que capturamos. Nuestra idea es enterrarlo a gran profundidad y completar el ciclo del carbono; el problema es que no hemos podido investigar lo suficiente qué incidencia puede tener esto en el subsuelo", admite, al tiempo que señala que "estamos buscando nuevas regiones en el planeta".

Se refiere a proyectos como el de Carbfix, que desde hace una década comenzó a mezclar los gases de una central geotermal de Islandia con agua, para luego inyectar la mezcla en las rocas basálticas de las profundidades. El resultado fueron un conjunto de reacciones químicas que emulan a lo que ocurre en el entorno natural y que provocan que el CO2 se convierta en un mineral blanquecino y calizo en un par de años. "Nuestros resultados muestran que entre el 95 al 98 por ciento del CO2 que hemos inyectado fueron mineralizados en menos de dos años, lo que es sorprendentemente rápido", señalaban en 2016 los investigadores.

Bill Gates y el CO2 como combustible

Pero el del MIT es solo uno de la decena de proyectos que pretenden capturar CO2 del aire para limitar el efecto nocivo de las emisiones. Entre el resto de participantes en esta carrera para salvar la Tierra, Bill Gates se ha propuesto no solo invertir el proceso del dióxido de carbono, sino generar combustible a raíz del CO2. En concreto, la idea es combinar técnicas ya existentes como son la captura de CO2 de la atmósfera, junto a la electrólisis -utilizada para separar compuestos químicos- y las últimas tecnologías en síntesis de combustibles para producir hidrocarburos líquidos, con un coste previsto escasamente superior al que hoy en día se utiliza para extraer y comercializar combustibles fósiles.

A la cabeza del proyecto de Gates está Carbon Engineering (CE), una compañía fundada en 2009 por el reputado físico de Harvard David Keith, quien ha logrado involucrar a Bill Gates y a Norman Murray Edwards como mecenas de lujo. Hasta ahora, los capturadores de CO2 de CE se veían obligados a devolverlo al aire por falta de tecnología, pero desde hace un tiempo han empezado a darle un uso más productivo gracias a la participación de Greyrock, una empresa energética de California que ha comenzado a fabricar una revolucionaria mezcla de petróleo y diésel gracias a su programa llamado Air to Fuel -"De aire a combustible", en inglés-.

Pero, en este contexto, la UE ha perdido la fe en las tecnologías que permiten capturar CO2. Tal vez, porque la posibilidad de transformarlo en algo productivo -y no simplemente retenerlo para evitar su presencia en el aire- se antoja aún algo quimérica. Desde el Comité Científico Asesor de las Academias Europeas -EASAC, por sus siglas en inglés-, se critica que se están creando "unas expectativas poco realistas" sobre la aplicación de estas tecnologías, al tiempo que se advierte de que "ofrecen solo una limitada posibilidad realista de retirar el dióxido de carbono de la atmósfera y no en la escala prevista en algunos escenarios climáticos".

Escenarios apocalípticos incluso para el grupo de expertos de la ONU que analiza los efectos del cambio climático y que opera bajo el nombre de IPCC: en 344 de los 400 casos previstos por los países miembros del Acuerdo de París para contener el aumento de la temperatura global en 2100, no se podrá impedir que se superen los dos grados centígrados. Quizás por ello, a día de hoy sólo perviven una decena de proyectos relacionados con la captura de CO2 en el mundo. En Europa, el Reino Unido alberga el último proyecto en este sentido, aunque la única planta que se dedicaba a ello está abandonada; mientras, las dos compañías que había en España dedicadas a esta labor -Ciuden y Elcogás- cerraron o se especializaron en otros campos como la biomasa poco después de su creación.

Sea como fuere, la línea de investigación de Carbon Engineering no solo preocupa en Europa, sino que desde el proyecto del MIT se ve como irrealizable por el momento. "Estamos un desacuerdo", explica Herzog. "Creo que capturar dióxido de carbono es más barato que tratar de convertirlo en combustible ahora mismo", añade, señalando que las previsiones de costes que se manejan actualmente en la reconversión del CO2 a combustible son excesivamente optimistas, más aún cuando la industria se orienta cada vez más hacia las renovables. Pero, ¿no sería beneficioso poder disponer de combustibles fósiles creados por el propio ser humano. "No sé ni siquiera si es posible. Tal vez dentro de 30 años", zanja Herzog.

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