Temor a las perspectivas

A vueltas con la inflación: el extraño al que se busca superar en los mercados

El debate sobre si la pandemia será la crisis que finalmente revierta la tendencia de décadas de una inflación global cada vez más baja se ha convertido en un tema creciendo entre los inversores.

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Los inversores siguen pendientes de la evolución de la inflación
Efe

Una de las mayores preocupaciones que planean en la actualidad sobre los mercados es cómo evoluciona la inflación a corto y largo plazo y qué implicaciones tiene eso para los tipos de interés. Se trata de un factor que puede distorsionar las estimaciones previas por parte del consenso y que obliga a hacer una configuración de las carteras de inversión teniendo en cuenta que las rentabilidades pueden oscilar hacia uno u otro lado.

Este año se altera la norma habitual al centrarse en las perspectivas de inflación. ¿A qué se debe? Ha surgido el debate sobre si la pandemia será la crisis que finalmente revierta la tendencia de décadas de una inflación global cada vez más baja. Este tema ha llegado a dominar el espíritu de inversión de los últimos meses, como lo ha hecho periódicamente durante los últimos años.

La realidad es que, hoy en día, las tendencias actuales son desinflacionarias y por eso pueda extrañar preocuparse por la subida de precios a futuro. Según la Reserva Federal de Dallas, la inflación subyacente global (excluyendo Estados Unidos) cayó al 1,6% en septiembre. Esto supone únicamente una fracción por encima de su tasa más baja desde que comenzaron sus cálculos allá por el año 1982.

“Esa tendencia descendente ha tenido una base muy amplia: la inflación subyacente agregada tanto en los mercados emergentes como en las economías avanzadas se encuentra actualmente en mínimos de varias décadas”, detalla Jeremy Lawson, economista jefe de Aberdeen Standard Investments.

Pero la preocupación por una inflación significativamente más alta también parece extraña en el contexto del actual entorno macroeconómico. “Sin embargo, no cabe duda de que actualmente existe un gran déficit en la demanda agregada en toda la economía mundial, así como una considerable capacidad sobrante en la mayoría de los mercados de trabajo”, añade Lwson.

En este sentido, si la economía se recupera mucho más rápido de lo previsto la inflación sí puede despegar y será entonces cuando los gestores de fondos tratarán de hacer lo necesario para batirla. Tenemos, por tanto, el debate en las expectativas de inflación a largo plazo.

 Las fuerzas a largo plazo que mantenían la inflación en niveles bajos en líneas generales antes de la pandemia siguen ahí: as mejoras tecnológicas, la deflación exportada a través del comercio por algunas áreas del universo emergente y la deuda mundial. “Esto va a hacer que se moderen los objetivos agresivos de crecimiento estructural a largo plazo”, argumenta Michael McEachern, Portfolio Manager & Head of Public Market en Muzinich.

McEachern profundiza y considera que la política monetaria tiene que ver con este escenario actual que se ha conjugado: “Los riesgos para los tipos son al alza porque las expectativas de inflación a corto plazo están subiendo”.

Las expectativas de inflación siguen estando muy ancladas. Si hay algún signo de desacople, el impulso es menor en lugar de mayor. “En cuanto a las brechas de producción, esperamos que la economía global esté operando por debajo de su potencial al menos hasta el final de 2023, lo que hará que cualquier posible período de exceso de demanda quede aún lejos en el tiempo”, describe Lawson.

Las lecciones de los años 70

Existen algunos ejemplos históricos sirven para saber cómo actuar antes de invertir en los mercados. La década de 1970, por ejemplo, fue la última en la que la economía mundial hizo frente a un gran aumento, persistente y perjudicial, de la inflación subyacente. El lado de la oferta de las economías era generalmente débil.

Esto se debió a la crisis del precio del petróleo, al lento cambio tecnológico, a las modestas tasas de globalización y a las escleróticas regulaciones del mercado laboral y de productos en muchos países”, concreta Lawson. El crecimiento de la oferta monetaria también era fuerte y la indisciplina, muy habitual.

Con todo, a pesar de que estos factores constituían vientos de cola para la inflación, no podrían haber dado lugar a un aumento real de los precios sin que las expectativas de inflación ya se hubieran anclado menos gradualmente a lo largo de los años sesenta.

“Además, los bancos centrales se comportaron posteriormente como si hubiera una compensación a largo plazo entre el desempleo y la inflación”, comenta el experto de Aberdeen SI.

Como resultado, la amenaza de la inflación no se tomó en serio hasta que finalmente fue vencida por una política monetaria muy estricta durante la década de 1980. Son aprendizajes que los inversores pueden tener en cuenta de cara a los próximos años.

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