Powell se la juega con su plan para frenar la recesión y el colapso de los mercados

Powell ha escuchado a Trump.
Powell ha escuchado a Trump.
Fed / L.i.

Viernes, cuatro de la tarde (hora española) y al resguardo de las Montañas Rocosas. El idílico valle de Jackson Hole, en el noroeste de los Estados Unidos, alberga el tradicional encuentro de los principales banqueros centrales del mundo, que se celebra desde 1978. A esa hora y en ese lugar será cuando al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, le toque desvelar sus cartas. Bajo el epígrafe "Desafíos de la política monetaria" sobre el que gira esta cumbre, Powell deberá convencer a los mercados con su plan para frenar la recesión mundial en medio de los ataques de quien lo designó para su cargo, el presidente Donald Trump.

El primer desafío que afronta Powell en su discurso es, precisamente, tratar de salvar el ataque constante a su independencia por parte del mandatario. Las actas publicadas el miércoles por el organismo mostraron una reunión con posturas muy divididas que, sin embargo, llevó a la primera reducción de los tipos de interés en una década (hasta un rango entre el 2 y el 2,25%). Sin embargo, el hecho de que sus responsables sí coincidieron en algo, en no revelar sus intenciones, y los expertos temen que esto sea una señal de que la presión ejercida por Trump ha comenzado a influir en la forma en que la Fed se comunica.

El segundo desafío, que nos toca de lleno a los europeos, es que su mensaje sea suficientemente contundente para que los mercados se crean que actuará para evitar que la economía mundial se desmorone como un castillo de naipes. Estados Unidos ya le ve las orejas al lobo con una desaceleración de su economía (pasó de avanzar al 3,1% en el primer trimestre a hacerlo al 2,1% entre abril y junio) que, eso sí, aún no ha tenido demasiados efectos a pie de calle sobre el empleo o los precios. La inflación avanza al 1,8%, prácticamente en línea con el objetivo que se había marcado la entidad, que va a tener que justificar y mucho una nueva bajada de tipos bajo estas circunstancias.

Sin embargo, la situación en Europa sí es más delicada, con una inflación anémica en la zona euro (del 1% en julio), la economía alemana en contracción (-0,1% en el segundo trimestre), la italiana estancada y con una crisis política galopante, con el sector del automóvil 'tocado' y las exportaciones echando el freno. La caída de la euro zona sí supone un peligro... y la debilidad de su contrincante en la guerra comercial, China, también. Por si fuera poco, la incertidumbre se ha instalado entre los inversores y estos venden bolsa y activos considerados de riesgo y compran aquellos que consideran más seguros.

Esto está generando otra burbuja de dimensiones descomunales en la deuda (14.400 billones de euros de bonos cotizan en negativo) y gigantes como Pimco, la mayor gestora de bonos del mundo, ya están poniendo sus barbas a remojar. Según el Financial Times, la firma de inversión ha reducido sus posiciones en deuda soberana por temor a que un avance en las conversaciones comerciales entre Estados Unidos y China pueda desencadenar una venta masiva violenta, que pondría fin a uno de los mayores rallies en el precio de la renta fija de la historia.

El BCE prepara un único ataque de artillería 

El problema es que las recetas antiguas de la política monetaria se quedan cortas para los desafíos actuales. En el caso europeo, el BCE ya no tiene apenas margen de maniobra con los tipos de interés, que permanecen en mínimos históricos. La propia entidad ha reconocido, tal y como recogen las actas de su reunión de julio, que el crecimiento puede ser aún más débil de lo que se había estimado y apuesta por un paquete de medidas en varios frentes para combatir la desaceleración. Éstas incluirían recortes de tipos, compra de activos y cambios en la orientación sobre los tipos de interés. El emisor se plantea, además, ofrecer más apoyo al sector bancario y no descarta una tasa a los depósitos en distintos niveles.

Con todo, el Banco Central Europeo no puede actuar solo. Su presidente Mario Draghi ha llamado la atención de los gobiernos de la zona euro de forma constante sobre la necesidad de mantener la disciplina fiscal al mismo tiempo que se adoptan medidas para potenciar el crecimiento. Alemania, hueso duro de roer, se plantea ya aprobar una batería de estímulos con los que evitar la recesión. Sería un giro de 180 grados a la senda que ha venido manteniendo hasta ahora y hay quienes parecen resistirse a ello: el Bundesbank ha asegurado en las últimas horas que esos estímulos no son necesarios

En medio de esta situación están quienes como Japón han optado por una vía más innovadora. Su banco central ha apostado por comprar activos de renta variable vía ETFs lo que, después de dos décadas de deflación (caída contínua y prolongada de los precios) ha tenido sus efectos positivos sobre la bolsa, pero apenas se ha visto reflejado en la economía de un país que registra un crecimiento del 2,1% (de abril a junio), pero sin inflación.

La cita de Jackson Hole no está exenta de misterio, puesto que son 120 los invitados que acuden a la cita, si bien son muy pocos los que hacen pública esa asistencia. Entre ellos se sabe que estará el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi. Pese al carácter académico del encuentro, la cita ha ido congregando cada vez más atención mediática, ya que varios predecesores de Powell, como Ben Bernanke o Janet Yellen, la han aprovechado para adelantar importantes medidas, como el fin del programa de compra de deuda de la Fed o inminentes subidas de tipos.

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