No habrá nuevo bazuca para contener las rentabilidades de la deuda soberana de algunos países como España, Portugal, Italia o Grecia. Sin embargo, el Banco Central Europeo (BCE) se ha comprometido a seguir utilizando de manera discrecional los rendimientos de la cartera PEPP (1,85 billones) para reinvertirla de forma "flexible" en clases de activos y países donde considere necesario que hay que actuar. La medida preventiva esconde el temor a que se amplíen los diferenciales de riesgo dentro del euro y los mercados esperaban un gesto para evitar esa "fragmentación".
Christine Lagarde se refirió explícitamente por dos veces a este riesgo para los grandes emisores del euro. "No vamos a tolerar una fragmentación que perjudique la transmisión de la política monetaria. Hemos demostrado en el pasado, lo haremos en el futuro, que podemos diseñar herramientas para prevenirlo", aseguró la presidenta en la rueda de prensa en Ámsterdam, donde el BCE se ha reunido en esta ocasión en lugar de en Fráncfort.
La responsable del BCE volvió a insistir en la cuestión después de que se le recordase que el mercado estaba reaccionando mal a la decisión, con ventas de bonos y nueva escalada de las rentabilidades. "Pero estamos comprometidos con la transmisión adecuada de nuestra política monetaria y, como resultado, se evitará la fragmentación en la medida en que perjudique esa transmisión", añadió durante su comparecencia.
La autoridad europea ha confirmado el fin de su programa de compras APP el próximo 1 de julio, aunque busca calmar la incertidumbre asegurando que "las reinversiones de PEPP se pueden ajustar de manera flexible". Es la manera que el BCE ha encontrado para acompañar a la deuda europea en el camino al alza de los tipos de interés que acaba de anunciar. Será el 21 de julio cuando la zona euro registre su primera subida en once años y en septiembre se producirá la segunda alza consecutiva del precio del dinero.
El ajuste monetario llega en el peor momento posible para la economía, las empresas y los hogares europeos con el crecimiento a la baja y la inflación al alza. Las nuevas proyecciones macroeconómicas del BCE que se han conocido este jueves así lo reflejan. Según el nuevo mapa, la inflación se situará en el 6,8% en 2022, 1,7 puntos por encima de la estimación realizada en marzo, mientras que el crecimiento del PIB se reducirá al 2,8% desde el 3,7% pronosticado hace tres meses. La proyección de IPC para 2023 también se eleva al 3,5%, 1,4 puntos más, y al 2,1% en 2024, dos décimas más. En cambio, la desaceleración continuará acelerándose hasta el 2,1% en 2023 (frente al 2,8% estimado anteriormente) y se estabilizará en 2024.
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