La burocracia como enemigo

Por qué la eficaz maquinaria de la UE ha sido tan torpe con el virus y las vacunas

Una investigadora europea fue la que dio con la clave de la primera vacuna que saldría adelante, pero cuyo mérito se lo llevó Estados Unidos. El llamado 'efecto Bruselas', que lo regula todo, jugó esta vez en contra,

Varias personas de avanzada edad esperan ser vacunadas en Nápoles el día que Italia canceló la vacunación con Astrazeneca.
Varias personas de avanzada edad esperan ser vacunadas en Nápoles el día que Italia canceló la vacunación con Astrazeneca.
EFE

Un artículo de "The Economist" se quejaba hace tiempo de que la Unión Europea hubiera despreciado los enchufes británicos a pesar de que son una "maravilla del diseño". Tienen aislamiento hasta la mitad de las patillas, y posee un mecanismo de cierre tan seguro que hacen imposible que los niños traviesos reciban un corrientazo. "Sin embargo… el magnífico enchufe de las Islas ha sido desechado en favor de unos chismes endebles y a menudo peligrosos de dos patillas".

La revista afirmaba que los enchufes británicos no habían logrado convencer a la maquinaria reguladora de la UE, que se ha convertido en la "superpotencia reguladora" del mundo. Es lo que se llama "el efecto Bruselas". "Las leyes de la UE determinan cómo se cosecha la madera en Indonesia, cómo se produce la miel en Brasil, qué pesticidas usan los productores de cacao en Camerún, qué equipos se instalan en las fábricas de productos lácteos en China, qué productos químicos se incorporan a los juguetes de plástico en Japón o cómo se ofrece privacidad a los usuarios de Internet en América Latina", escribe Anu Bradford en su libro "El efecto Bruselas" aparecido hace un año. Bradford es una profesora de origen finlandés que da clases de Derecho de la Universidad de Columbia: es gran defensora de la maquinaria de Bruselas.

Los fabricantes de cualquier parte del planeta que hayan conseguido adaptarse a las normas de la UE superan fácilmente las normas de cualquier otro país porque no hay gobierno que imponga unas normas tan duras como la UE. No se mueve un pollo en la UE sin que haya sido sometido a un control desde su nacimiento. Por eso, era prácticamente imposible que un virus como el originado en China se hubiera podido escapar dentro de la UE. La prueba es que hace más de veinte años estalló la fiebre de las vacas locas en Gran Bretaña y poco después se sacrificaban dos millones de vacas. La enfermedad podía transmitirse a los humanos, y la maquinaria sanitaria de Bruselas se movió con velocidad y contundencia. Murieron 178 personas desde 1995.

Los europeos confiaban a ciegas en su maquinaria hasta que llegó el virus chino. El primer brote se detectó en China a finales de diciembre de 2019 y se notificó oficialmente el 31 de ese mes. La OMS en China tuvo acceso al comunicado. El 1 de enero, la OMS activó su Equipo de Apoyo a la Gestión de Incidentes (IMST). El 2 de enero La OMS informó a la Red Mundial de Alerta y Respuesta ante Brotes Epidémicos (GOARN, en inglés) sobre casos de neumonía en China. Los socios de GOARN son las principales agencias de salud pública del mundo. El 9 de enero, China informó que era un nuevo coronavirus. El 11 de enero se informó de la primera muerte en China. El 13 de enero se registraron los primeros casos en Tailandia y luego en Japón. A mediados de enero de 2020 los telediarios de todo el mundo ya estaban informando de cómo se estaba extendiendo por Wuhan y por Asia. El 24 de enero Francia anunció sus tres primeros casos. El virus ya había aterrizado en la UE.

Sin embargo, el 25 de enero de 2020, el Centro Europeo para Prevención y Enfermedades decía en un comunicado: "Incluso si todavía hay muchas cosas que se desconocen sobre el 2019-nCoV [coronavirus], los países europeos tienen las capacidades necesarias para prevenir y controlar un brote tan pronto como se detectan los casos". Hasta entonces, la lucha contra brotes epidemiológicos había sido una victoria de los protocolos de la UE. Solo por resumir desde el 2000: el Sars-Covid1 en 2002-2003 (antecesor del Covid19), el virus H1N1 en 2009, que mató a 250.000 personas en todo el mundo (solo 1.500 en la UE), el MERS en 2012, el ébola en 2014-2016, y el Zika en 2015-2017. Y eso sin contar con las recurrentes epidemias de gripe. El sistema europeo funcionó con eficacia… hasta la Covid-19.

El 27 de marzo de 2020, a la vista de los miles de muertos, la Comisión Europea reconoció ante la Eurocámara que se necesitarían 200 millones de mascarillas y 30 millones de respiradores "semanalmente durante al menos 3 meses". Ya era tarde. Steven Blockmans, un experto del Centro de Estudios de Políticas Europeas con sede en Bruselas, dijo al portal EUobserver que el ECDC esencialmente había fallado en su cometido. "Esta es oficialmente la agencia de la UE destinada a fortalecer las defensas de Europa contra las enfermedades infecciosas y, sin embargo, no dio ninguna advertencia previa sobre esta crisis".

La cadena de errores de previsión se repetiría un año después. Tras firmar protocolos de compra con varias farmacéuticas, la Comisión Europea no logró que las vacunas llegaran a tiempo. Una de las claves es que la burocracia de la UE fue tan lenta que le impidió firmar los contratos a tiempo y eso puso al continente a la cola. Importó más el proceso que la velocidad. Esa es la conclusión a la que llegaron dos periodistas de "Politico Europe" después de haber entrevistado a decenas de diplomáticos, funcionarios de la Comisión, representantes de la industria farmacéutica y de gobiernos nacionales.

También la UE ha sido quien ha querido pagar el precio más bajo: 15 dólares por la vacuna de Pfizer. Eso la empujaba más al fondo de la cola, pues Israel pagó 25 dólares y EEUU 20. 

A ello se añade que Europa es la tierra del escepticismo a las vacunas. En una encuesta realizada por la revista "Nature Medicine" se preguntaba a los habitantes de 19 países si tomarían una vacuna Covid "probada como segura y eficaz". El 89% de los chinos dijo que sí. El 75% de los estadounidenses dijo que sí. Pero cuando llegó a Europa, solo dieron su aprobación el 68% de los alemanes, el 65% de los suecos, el 59% de los franceses, y el 56% de los polacos. El país europeo con mejor ratio fue España, pues más del 74% de los ciudadanos se dejaría pinchar.

Cuando se publicó el estudio, aún no se habían detectado los posibles casos de trombos causados por la vacuna de AstraZeneca. Cuando se conoció la noticia, varios países paralizaron las vacunaciones: Alemania, Francia y España entre ellos. La Agencia Europea del Medicamento (EMA), que este viernes al fin ha dado su veredicto final, ha venido afirmando antes que había que seguir vacunando: "Estamos firmemente convencidos de que los beneficios de la vacuna Astrazeneca en la prevención de Covid-19 superan el riesgo de estos efectos secundarios". Pero sus llamados cayeron en un pozo sin fondo. A pesar de que es muy razonable su propuesta (se salvan más vidas vacunando que no vacunando), la negativa de varios países a seguirle la corriente es la prueba de que las instituciones de la UE han perdido mucho de su prestigio en esta crisis.

Han sido golpes muy duros en la imagen de la burocracia de la UE. Todo el respeto mundial que se había labrado por su normativa de alta exigencia, "el efecto Bruselas", se ha venido abajo en un año. A eso hay que añadir una paradoja: la persona que descubrió el medio para neutralizar el virus, lo que se llama el RNA mensajero, es una ciudadana de la UE (húngara) que trabajaba en EEUU desde 1985: Katalin Karikó. Esta científica fue fichada en 2013 por el laboratorio alemán BioNTech. El laboratorio (fundado por una pareja turca) se asoció con Pfizer para trabajar con el RNA mensajero de la bióloga y así logró la primera vacuna en Alemania a finales de 2020. El mérito comercial industrial fue para Pfizer.

De modo que las vacunas que están salvando al mundo se idearon en Europa por una ciudadana europea, pero la decisión de fabricarlas y venderlas estaba fuera de la UE. Toda esa cadena de desatinos y paradojas merece que los funcionarios de la UE reflexionen sobre el "efecto Bruselas", para que se pregunten si es sinónimo de burocracia o ineficacia.

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