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Así se reconstruye el país, señoras y señores, manos a la obra

Cómo ayudar a que la economía española crezca poniendo todos un poco de nuestra parte.

Nadia Calviño
Así se reconstruye el país, señoras y señores, manos a la obra.
EFE

El coronavirus nos ha venido a quitar los bares, las terrazas, las playas, los chiringuitos, el cine, el fútbol, los conciertos, los restaurantes, los viajes, las fiestas, los entierros, las bodas... La Covid ha cambiado todo y hasta ha inyectado a las redacciones de los periódicos el silencio. Ahora, algunos, teletrabajamos. Más por prudencia que por necesidad; nunca se sabe si un brote va a germinar cerca de ti. Pero estar tanto tiempo en casa, cuando antes era lo más parecido a la pensión de un viajante, pone ante tus ojos el mordisqueado rodapié del pasillo, justo en las esquinas de encuentro a inglete, que es donde más se nota. Seguro que los perros tienen un sentido especial que detecta los pomos de los muebles, las cremalleras de los cojines y los termostatos de los radiadores.

Pero no es solo el rodapié: resulta que en una esquina del techo del salón hay un ligero desconchón, señal inequívoca de que allí hubo una fuga de agua del vecino de arriba y de la que ni nos hemos enterado. Hay una bombilla de la época de Joseph Wilson Swan -el que le comió medio bocadillo a Thomas Alva Edison en la invención del filamento incandescente- fundida y otra que titila como la luz de una discoteca. Ya puestos a encontrar fallos, la silicona que recorre el perímetro de los cristales de todas las ventanas tiene un tono amarillento que no me gusta nada y no se renueva desde que Pedro Sánchez era un simple concejal en Madrid y, ahora, ahí está: con las riendas del país como un Espartaco conduciendo una cuádriga acosada por los flancos.

Por fortuna la cocina está nueva, solo tiene 30 años; estas cosas duran lo suyo. Además, para guardar tarros, sartenes y cacerolas los muebles tienen un aspecto vintage que me retrotrae al siglo pasado, cuando era más joven. Solo le pongo pegas al grifo. Seguro que está lleno de cal porque el agua sale desparramada por el seno del fregadero (ojo, nada sexual, se denomina así a cada uno de los agujeros de la pila de toda la vida). Y además gotea.

Chapuzas hace todo el mundo y farda de ellas ante los amigos mientras cubre con el cuerpo las pequeñas imperfecciones

Milagro, en el baño todo está para la prueba del algodón, aunque el botoncito de la cisterna se atranca. Va a ser cosa de un aparato que he visto dentro cuando echo pastillas desinfectantes azules, que controla el llenado del agua. Las habitaciones, por suerte, como son meros receptáculos para cuerpos cansados y estresados están pasables. Una mano de pintura sobre las lisas paredes y se transformaran en suites. No tiene que ser difícil. Chapuzas como estas hace todo el mundo y farda de ellas ante los amigos mientras cubre con su cuerpo las pequeñas imperfecciones.

Las miles de horas de encierro tras la jornada laboral dan mucho de sí. Hay supermercados especializados que son el paraíso de los que han perdido un tornillo. Hay pasillos dedicados solo a clavos, tuercas, arandelas y cositas de metal que servirán para lo suyo, que no sé lo que es. Cuando coges el carro ya has caído en las redes del 'hágalo usted mismo'. Los productos te llaman y hasta creo que las latas de barniz entreabren sus tapas susurrando 'Llévame'.

Pero, ¿quién dijo miedo? Un listón de rodapié de dos metros para cambiar el trocito aniquilado por los dientes de la fiera corrupia cuando era un bebé-perro; para el salón, espátulas, rodillos, brochas y un bote de temple blanco para restaurar el desconchón, dos bombillas, unos tubos de silicona blanca y su pistola de aplicación. Un grifo de diseño espacial para la cocina que hasta tiene una manguera para lavar los platos antes de lavarlos en el lavaplatos. Me dicen que es una nadería: se quita uno, se pone otro. Por último, una bomba de cisterna y unos bidones de pintura para las habitaciones: uno en color ceniza y otro, en granate código 'sangre coagulada', todo ello con más rodillos, más brochas, y un plástico gigante para no manchar.

En Europa hemos perdido la partida y vamos a sudar tinta para lograr el dinero preciso para apuntalar nuestra economía

En la caja de la gran superficie me miran de reojo y detecto alguna mueca de incipiente risilla. No sé si por la pasta que me acabo de dejar en material o como adelanto de mi resultado como manitas. Delante y detrás de mí hay otros seres vivos con sus carritos repletos de césped artificial, cemento, baldosas, planchas aislantes, taladradoras, sistemas de riego... Generamos sentimiento de grupo: no estamos solos, hacemos lo que queremos.

Hay que implicarse en reconstruir el país -por qué no empezar por tu casa- igual que hay que cerrar filas con el Gobierno para que España eche a andar dejando atrás la pandemia de coronavirus. Por cierto, lo de Nadia Calviño en el Eurogrupo ha sido una patada en el trasero a los intereses de España. Cierto que nos apoyaron los grandes del continente pero los pequeños, que no quieren aflojar la mosca, nos dejaron compuestos y sin presidencia. Cosas de la democracia y las votaciones. Derechas e izquierdas se vapulean con el resultado: la derecha señala a la debilidad del Gobierno de coalición y a su mala negociación como causantes del naufragio; la izquierda acusa a la derecha europea de haber votado en contra, en un acto de falta de patriotismo sin límites. Las dos versiones guardan su verdad, aunque lo único constatable es que hemos perdido la partida y este fin de semana vamos a sudar tinta para lograr el dinero que necesitamos para apuntalar nuestra economía, nuestro empleo y nuestras empresas.

No quiero aburrirles con mi reforma en el hogar, pero me siento obligado a contarla para que siente precedente y anime a otros a hacer tanto de lo mismo. Solo esbozaré algunos detalles que les harán ver mi compromiso con las estrategias para levantar el país.

1.- Me dispuse a montar el rodapié mordisqueado por los caninos de leche de un can. Por suerte tengo un serrucho; lo malo es que no tengo ingletadora, así que lo tengo que hacer a ojo. Casi pierdo dos dedos en esta sencilla operación de carpintería que, tras clavar las maderas a la pared me hace añorar el rodapié viejo con sus muescas decorativas.

Repaso el hilo de silicona y se desborda por los lados, dejando el vidrio traslúcido y el aluminio como un paso de cebra

2.- El antiguo desconchón del techo del salón parece cosa fácil. Me subo a una silla de la cocina con una espátula, raspo lo descascarillado, que cae sobre la alfombra entre los gritos de mi santa; son gajes del oficio, no pasa nada. Cojo el bote de temple con una mano y el rodillo con la otra. El rodillo es grande y el bote pequeño, no cabe dentro. Echo el temple sobre el rodillo con mucho cuidado, pero gotea sobre la alfombra. Así ya no se ven los restos de desconchón que colonizan el suelo. Doy una capa sobre el techo. Ahora se ve muy blanco en contraste con el resto pero hay un agujero circular de un par de milímetros de hondo que trato de cubrir con más temple y más desparrame en la alfombra. Lo consigo, aunque empiezan a crearse unas simpáticas estalactitas que quitaré cuando se seque todo. O no.

3.- Me pongo con la silicona de las ventanas. Corto la cánula de los tubos del viscoso producto y meto uno en el pistolón aplicador. Parezco un policía estadounidense con una táser para dejar frito al personal. Pongo un hilo de producto de arriba abajo en el lado izquierdo de la ventana, junto al cristal. La vendedora me dijo que ahora solo hay que pasar el dedo y que queda de cine. Repaso el cordón de silicona con el dátil y empieza a desbordarse por los lados, dejando el vidrio traslúcido y el aluminio de la estructura como un paso de cebra. Además, la silicona es muy untuosa... No sale ni con agua caliente. Se me despellejan las manos y sigo teniendo los dedos pegados. Mejor dejar esta tarea para más tarde, que estaré más tranquilo.

4.- Lo de las bombillas parece fácil. Van con rosca, ¿no? Saco las nuevas tipo Led de las cajitas y compruebo con terror que son de casquillo fino y que no roscan ni de coña. Nadie me ha avisado de eso; me siento engañado. Templanza. A la fundida no la he echado nunca en falta y la que se enciende y se apaga da un toque ochentero a la sala que ya quisieran otros.

Qué contrariedad, el grifo no cabe. Tal vez con presión... ¡Entró! Tanto que ha rajado el fregadero y ahora hay un puzle

5.- En la cocina me meto debajo del fregadero en una posición entre ortopédica e imposible. Suelto los latiguillos como me indicaron y casi me ahogo con un chorro de agua medio estancada. Quito el grifo viejo y meto en el agujero el nuevo. Qué contrariedad, no cabe. Tal vez si fuerzo un poco haciendo presión... mejor que esté bien sujeto que suelto. Me subo a la encimera y dejo caer mi peso sobre el grifo nuevo. ¡Ha entrado! Tanto que ha rajado el seno y en vez de fregadero ahora hay un puzle.

6.- La bomba de la cisterna no me puede fallar, eso no. Desenrosco el botoncito, retiro la tapa y la pongo sobre la taza cerrada. Empiezo a manipular la bomba para retirar la vieja y poner la nueva con el fatal desenlace de que en un tirón, porque la muy cretina no salía, le doy un rodillazo al cobertor de la cisterna, que cae al suelo y golpea al WC. Desgraciadamente ha habido víctimas: una baldosa imitación a mármol travertino se ha partido y la maldita tapa le ha metido un bocado al 'trono' antes de romperse en dos enormes trozos. Bonita escena.

7.- En las habitaciones no puedo fallar o no habrá lugar en el que pueda ocultarme con todas las pistas que voy dejando, como si fuera Pulgarcito. Cubro a la perfección el dormitorio de matrimonio: ni un superhéroe con mirada de rayos X podría traspasar el gigantesco plástico, que veo que es un poco fino, la verdad. Total, si cae algo serán unas chispitas. Abro el bidón de color ceniza y para mi suerte tiene hasta un escurridor para retirar el exceso de pintura. Desde una silla es difícil llegar al principio de la pared; además, los muebles me estorban. Mojo el rodillo, lo escurro y le doy a todas las paredes menos a una, la más grande. El resultado es casi profesional. Faltaría más, como si yo no supiese hacer estas cosas con solvencia sobrada. Sí es verdad que me he pasado y he manchado el techo en algunas partes, pero luego eso se disimula con polvos de talco, con harina o con bicarbonato. A ver si se van a creer que a los pintores fetén no les pasa lo mismo. Además sólo yo voy a saber dónde están las ñapas.

Ya sé lo que sintió 'Carrie' al ser duchada con sangre. Y, para colmo, las paredes ceniza están salpicadas de AB+, como el set de rodaje de 'La matanza de Texas'

Me preocupa algo más la pared grande que irá en granate. Ahí sí hay que estar fino. Abro el tambor de pintura y ahí está el RH de toda la manzana de viviendas. Hay que ir ligero para que no se noten las trazadas, así que subo a la silla, mojo el rodillo y comienzo. La suerte está de mi lado: me desequilibro, y cuando parece que voy a desnucarme contra la mesilla de noche caigo sobre la cama rajando el plástico cobertor. ¡Qué gracia! El bidón con la pintura sanguinolenta me ha acompañado en el viaje. Ya podía yo haberlo soltado. Veo el recipiente golpear sus cinco kilos sobre el colchón y emprender un vuelo hacia arriba desde donde se precipita el líquido rojo sobre mí. Ya sé lo que sintió 'Carrie' al ser duchada con sangre. Y, para colmo, las magníficas paredes ceniza están salpicadas de AB+. El escenario parece el set de rodaje de 'La matanza de Texas'.

Tengo que reaccionar rápido antes que la 'policía del hogar' llegue alarmada por los ruidos. Paso el rodillo por el colchón y acabo de pintar la pared en color glóbulos rojos. Cuando trato de recoger el plástico y justo cuando estoy dándole la vuelta al colchón para ocultar las pruebas más evidentes del desastre aparece la sargento Velasco. Señoras, señores, mi huida hacia adelante ha terminado.

Quede claro que mi objetivo era ayudar a reconstruir el país, impulsar la economía, respaldar a las empresas y generar empleo. Y lo he hecho, aunque no se me agradezca. He saneado las cuentas del supermercado de tornillos y, no contento con eso, me dispongo ahora a llamar a un carpintero para lo del riodapié, a un albañil para lo de la silicona, a un electricista para las bombillas, a un fontanero para que reponga el inodoro y a otro albañil para que cambie la baldosa rota, y si no hay parecidas, que cambie todas; el fontanero, de la que viene, que instale un fregadero nuevo con un grifo a la medida en la cocina. Y a un pintor para que cubra de blanco la descomunal chapuza acometida con nocturnidad y alevosía en el dormitorio principal.

P. D.- Vendo a buen precio un bote de temple blanco casi lleno, una bomba de cisterna sin sacar de su plástico y un grifo de cocina por el que nunca ha corrido el agua. Regalo espátulas, rodillos y brochas que le harán feliz.

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