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La economía 'Matrix' esconde un abismo de deudas tras las ayudas públicas

La vicepresidenta económica del Gobierno, Nadia Calviño, en el Congreso.
La vicepresidenta económica del Gobierno, Nadia Calviño, en el Congreso.
EFE

Un año después de que el maldito virus se colara en nuestras vidas, una de las grandes preocupaciones de las empresas que están apretadas por el parón económico que ha provocado y el vaivén de las restricciones de cada comunidad autónoma es cómo van a devolver el dinero que el ICO les ha prestado con aval del Estado para aguantar la falta de tesorería. El drama está en muchas pequeñas y medianas empresas, comercios y bares que tiran de ERTE y de créditos sin saber cómo van a pagar las facturas que se acumulan cada día y que, cuando vuelva poco a poco la actividad, no saben si podrán sobrevivir. Resulta insultante ante semejante tragedia humana y económica asistir a los mítines de campaña de Cataluña y ver al exministro de Sanidad, que tan apocado parecía, y al presidente del Gobierno, dar por hecho el triunfo contra el virus y tirar de chequera sin pestañear y sin la preocupación aparente de si van a poder o no devolver todo el dinero que ahora prometen cuando la normalidad, de verdad, venga.

La lluvia millonaria de la UE, sin dejar de ser necesaria para salir adelante, camufla la ortodoxia presupuestaria y presenta para este año y el que viene un escenario irreal que nos llevará a una situación insostenible. La visión cortoplacista y mitinera del Gobierno no se hace la pregunta de qué pasará cuando el dinero se acabe, cuando haya que volver a gastar lo que nos dejen los intereses de la deuda y poco más. Dentro de dos años, España estará con un 8% de déficit público que nos recordará a los peores momentos de nuestra economía, con el paro más algo de Europa todavía y una deuda pública de entre el 120% y el 130% del PIB, cuyos intereses ahora son bajos, porque los tipos están muertos, pero que alguna vez tendrán que subir. 

Dicen los analistas internacionales que nada hay que temer mientras el BCE esté dispuesto a soportar la deuda de los socios comunitarios, pero eso empieza a tener fecha de caducidad, en marzo de 2022, justo cuando más lo vamos a necesitar. También se estima que los tipos permanecerán bajos hasta 2026 o 2030, un alarde de previsión a largo plazo, cuando las tasas de ahorro de media Europa están disparadas y se avecina un alza del consumo doméstico que puede promover tensiones inflacionistas con facilidad y empezar a preocupar a los guardianes del BCE por si tienen que tirar de un ‘cuartillo’ al alza antes de lo que pensaban.

En el mundillo de las conjeturas macroeconómicas se cuanta ya con que detrás de los fondos europeos llega una gran recesión tan dura como la crisis financiera de 2008, mientras sobrevivimos en un presente en el que el Estado tira de la ‘pólvora del rey’ sin pensar que dentro de muy poco estará mojada. Las empresas se ponen a las puertas de la SEPI a pedir millones de euros para salir adelante, aunque eso suponga someterse a un poder público empresarial peligroso, e intentamos salvar a las grandes del país, como Naturgy, de las garras de los que de verdad tienen dinero, con acciones de oro que no sabemos si responden a una verdadera política de Estado para salvaguardar un sector estratégico de la economía nacional, o a los intereses de una política ‘solo’ de un Gobierno con orejeras que no ve más allá de las próximas elecciones. ¿Qué ocurrirá con esas operaciones especulativas de los grandes fondos sobre los 'campeones' españoles cuando la economía esté en recesión y nos haga falta el dinero de los fondos? 

En este punto de la partida en el que la economía vive sobre una realidad inventada estilo Matrix, de la mano del BCE y de las ayudas europeas sobre una base social y empresarial que necesita su oxígeno para sobrevivir, lejos del otro submundo de las soflamas hirientes de la campaña catalana, lo único que es verdad es que todo depende de si somos capaces de repartir las vacunas como es debido e inmunizar lo antes posible a la población. Y ni eso parece que sepamos hacerlo bien. Sin vacunas no hay recuperación, ni sanitaria ni económica. Y cuando todos estemos vacunados y la economía vuelva a funcionar, lo que habrá será un abismo de deudas. 

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