OPINION

El BdE, la luna de miel con Calviño y el 'influencer' de Fráncfort

Luis de Guindos con la actual ministra de Economía, Nadia Calviño
Luis de Guindos con la actual ministra de Economía, Nadia Calviño
EFE

La tregua presupuestaria firmada por la Comisión Europea y el Gobierno italiano ha constituido el soplo de aire fresco que necesitaba el Banco de España (BdE) para oxigenar la fusión de Unicaja y Liberbank en un proceso que los analistas más avezados consideran irreversible y que debe suponer un punto de inflexión para que los supervisores nacionales del mercado financiero, o lo que quede de ellos, recuperen buena parte de la autoridad perdida en los últimos años. El equipo que capitanean Pablo Hernández de Cos y Margarita Delgado, tanto monta monta tanto, tiene por fin un mendrugo que echarse a la boca después de la hambruna padecida a raíz de la peste que ha asolado la credibilidad de todo el sistema bancario en nuestro país.

El Banco de España está obligado a reverdecer los viejos laureles como entidad de control y vigilancia si quiere legitimar su función delegada al servicio del Banco Central Europeo (BCE). Pero los jefes de Fráncfort no se lo van a poner sencillo, entre otras razones porque allí está Luis de Guindos, que no se casa con nadie y que desde su atalaya de vicepresidente del BCE observa con especial celo todo lo que se cuece en el mercado doméstico español. Sabido es que el antiguo responsable de la política económica tenía otros candidatos, o mejor dicho candidata, para suceder a Luis Linde, de manera que su grado de compromiso no debería generar el más mínimo exceso de confianza al actual consejo de gobierno del Banco de España.

El número dos de Draghi suele venir por España todas las semanas y no duda en tirar por elevación cada vez que tiene la oportunidad de enfocar a los bancos nacionales en la diana del BCE. Guindos ha sido el gran superviviente político de la espantada forzada de Mariano Rajoy, el único exponente en activo que todavía puede presumir de galones dentro del selecto grupo de dirigentes que llevaron la manija económica durante la gran recesión, demostrando una visión de la jugada que no tuvieron otros de sus compañeros de fatigas, más involucrados en las intrigas internas de partido. El exministro saltó del barco a tiempo con su vitola de tecnócrata independiente y trata ahora de actuar como el más puro y genuino defensor de una ortodoxia económica y financiera incomprensible e incomprendida en la estrategia electoralista de Pedro Sánchez.

Aún a costa de provocar cierto malestar y alguna que otra reprimenda dentro del propio BCE, Guindos no ha tenido mayores reparos en utilizar los últimos test de estrés en Europa para pregonar al viento sus dudas acerca de la débil posición de capital que aqueja a algunas de las grandes marcas bancarias de nuestro país. El Banco Sabadell ha sido el principal destinatario de una advertencia que ha motivado también por alusiones el cabreo sordo de Josep Oliu, quien considera que el ataque resulta desproporcionado y hasta resultadista si se tienen en cuenta las tribulaciones que afectan a su entidad como consecuencia de un eventual Brexit sin anestesia.

Las incógnitas del Banco Sabadell

La entidad ‘alicantina’ está más pendiente de resolver el futuro de TSB, su filial del Reino Unido, que de satisfacer nuevos requerimientos de capital. El Banco de Sabadell acaba de perder su núcleo duro, toda vez que esta Nochebuena formalizó ante la CNMV el punto final del pacto parasocial suscrito en 2006 y que teóricamente debía prolongarse hasta el año 2021, por lo que Oliu tendrá que componérselas ahora con accionistas bastante más descastados que los Andic, Rusiñol, Colonques y demás apellidos ilustres de la burguesía catalana. Tras la salida del capital de la familia Lara, el banco se va a quedar ahora sin socios de referencia con los que apoyar una ampliación que, en su caso, podría implicar la venta forzosa o, lo que es igual, la fusión con alguno de los peces grandes del estanque financiero.

Oliu es de los que prefiere perder la vida antes de morir en el intento de una operación realmente arriesgada teniendo en cuenta la desastrosa evolución de los bancos en bolsa y la excesiva exposición de su entidad a la deuda pública transalpina. Al Sabadell le ocurre más de lo mismo que a Unicaja y Liberbank, los llamados ‘novios eternos’ del mercado financiero español que tuvieron que frenar sus planes de boda el pasado mes de octubre cuando el Gobierno populista italiano declaró la guerra fría a Bruselas. La fusión se ha retomado ahora pero ninguna de ellas está dispuesta a pasar por la horca caudina de una ampliación que podría malgastar la herencia acaudalada en las fundaciones de las antiguas cajas que controlan ambas entidades.

Unicaja, que ejerce de absorbente, trata de defenderse gato panza arriba de las recomendaciones institucionales que le inducen a buscar fondos frescos para reforzar el proyecto de integración con Liberbank. El Banco de España ha salido escaldado de su función arbitral en procesos de consolidación y no quiere ni por asomo que le vinculen con ningún tipo de negociación. A pesar de todo, en su calidad de sucursal del Banco Central Europeo, la institución que dirige Hernandez de Cos está obligada a seguir de cerca el proceso e insistir para que el acuerdo se garantice con una base patrimonial suficiente, evitando de paso que Luis de Guindos se sienta tentado a revivir sus viejos tiempos como ministro de Economía.

Los actuales responsables del Banco de España están ahora a partir un piñón con Nadia Calviño, quien no en vano acaba de suministrar las espinacas que venía reclamando el supervisor financiero para actuar como el verdadero ‘marino Popeye’ ante eventuales crisis de las que nadie está del todo a salvo. En el viejo caserón de Cibeles quieren pasar página cuanto antes y tratan de apartar de su lado el cáliz de cualquier operación corporativa que pueda reabrir las viejas heridas del pasado. Otra cosa es que los movimientos que se avecinan en el sector financiero para este 2019 permitan espantar definitivamente la alargada sombra del 'influencer' de Fráncfort. Sabido es que no hay cuña que la de una misma madera.

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