Capital sin Reservas

Los seis escalones del BCE y la sonrisa de la hiena

El Banco Central Europeo cerrará la barra libre de liquidez con seis subidas de 25 puntos básicos de aquí a finales de 2023, precisamente la fecha marcada en rojo por Pedro Sánchez para las elecciones generales.

Pedro Sánchez posa sonriente mientras conduce la economía española a un pozo de incertidumbre
Pedro Sánchez posa sonriente mientras conduce la economía española a un pozo de incertidumbre
EFE

El dinero vuelve a tener un precio tras una década de total gratuidad orientada socorrer a los grandes Estados nacionales y sus deprimidas democracias constitucionales. La ‘era Draghi’ que salvó al euro de la hecatombe y a España de un rescate a la griega ha pasado definitivamente a la historia y lo que ahora se discute en el consejo ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE) es el ritmo de pedalada con que se va a imponer el cambio de marcha monetaria. La subida de los tipos es un secreto a voces, pero el dato más elocuente y que ha de servir como referencia no puede andar muy lejos del 1% de la llamada tasa de facilidad de depósito que están descontando a día de hoy los mercados frente al medio punto negativo que aún mantiene el organismo regulador de Fráncfort en sus tablas oficiales de la ley.

Por mucho que los profetas designados para guiar la política monetaria traten de racionar el maná financiero de manera gradual, en un horizonte pretendido hasta finales de 2023, estaríamos hablando de seis subidas de 25 puntos básicos de aquí a la fecha que Pedro Sánchez ha señalado en rojo para la celebración en España de las próximas elecciones generales. La carrera, paso corto y vista larga, comenzará este mes de julio como acaba de anunciar Christine Lagarde. Dicho en claro, a partir del verano se dará por cerrada la barra libre de liquidez que ha permitido a muchos dirigentes políticos ponerse la economía por montera, cegando a sus ciudadanos la realidad de los principios liberales que, se quiera o no, condicionan el funcionamiento económico del mundo desarrollado.

La expansión cuantitativa de los bancos centrales ha arrumbado estos últimos años las teorías de Milton Friedman quien, entre otros asertos ahora olvidados, aseguraba que la primera preocupación a la que deben atender los contribuyentes para valorar la labor de sus dirigentes no es otra que la gestión del gasto público. Sin entrar en mayores disquisiciones sobre el cúmulo de las reglas fiscales incumplidas una y otra vez por los diferentes miembros de la Unión, el padre del monetarismo se adelantaba a los tiempos con un alegato esclarecedor sobre lo que verdaderamente atañe al bolsillo del ciudadano en sus relaciones con el Estado. Friedman ponía el dedo en la llaga señalando que el gasto público es lo que, en definitiva, hay que pagar, bien sea primero con impuestos, más tarde con deuda o, en tercera y última instancia, con inflación.

Friedman decía que lo más importante que ha de preocupar al ciudadano es la cifra de gasto público. Es lo que deberá pagar luego con impuestos, con deuda o, en última instancia, con inflación

En España tenemos impuestos en cantidades industriales y por encima de la media europea en su comparación homogénea y proporcional a los niveles de renta de nuestros vecinos comunitarios. A ello se une una deuda pública capaz de parar un tren y una inflación galopante y también superior a la que sufren los países de la eurozona. Está visto que no nos privamos de nada, pero eso no ha supuesto ni el más mínimo cargo de conciencia en un Gobierno obsesionado por mantener un gasto público desbocado que conduce al Estado a un déficit estructural cercano al 5%. Por si no fuera suficiente, los compromisos que exige el nuevo orden internacional obligarán a reactivar partidas presupuestarias que, como la Defensa Nacional, han estado congeladas debido a esos complejos domésticos y seculares que alimentan el tacticismo político de nuestros gobernantes

Los únicos triunfos que puede esgrimir Pedro Sánchez se limitan a la evolución del empleo, lo que no sería una mala conquista si no fuera porque se trata de una carta marcada con la falsedad contable que proporcionan los eufemismos de nuevo cuño incorporados a la estadística laboral. Los célebres ERTES y los autónomos con prestación por cese de actividad han maquillado la cifra oficial de paro en cientos de miles de trabajadores que realmente han estado en dique seco estos meses atrás. Ahora surge en escena la figura del contrato fijo discontinuo, una contradicción in terminis con la que se pretende camuflar la temporalidad endémica del mercado de trabajo en España. El ‘truco del almendruco’ se descubre con echar un vistazo a la productividad, que acumula tres años largos de tasas negativas, liderando los peores registros entre las principales economías del Viejo Continente.

El Gobierno fía todos sus triunfos a la creación de empleo, una carta marcada a base de distorsionar la estadística laboral con eufemismos como los nuevos contratos 'fijos discontinuos'

El Gobierno trata de poner todo el acento en los 20 millones de trabajadores activos que muestran los fríos números oficiales sin reparar en que esta cifra pierde toda su magia si se tiene en cuenta el estancamiento real de las horas trabajadas. De ahí la raquítica evolución del crecimiento económico que, durante el primer trimestre, se ha contabilizado en un parco 0,3%, lo que obligará a Nadia Calviño a ajustar un poco más todavía las cuentas del ‘excel’ recientemente enviado a Bruselas. La previsión del 4,3% ha nacido muerta o, al menos, eso es lo que apuntan algunos de los principales organismos estatales de control y supervisión fiscal. Las apuestas de las casas de análisis han empezado también a descontar el efecto arrastre de estos tres primeros meses y sitúan sus pronósticos sobre el PIB de 2022 en una horquilla del 3 al 3,5% en el mejo de los casos.

Las devastadoras consecuencias de la invasión de Ucrania han sido mucho más rápidas de lo que se pensaba y por mucho que pudieran cambiar los acontecimientos la inercia de la guerra en la economía europea perdurará al menos un año más, de acuerdo con las expectativas que manejan los servicios de estudios de las grandes empresas españolas. A este paso, Sánchez corre el riesgo de abordar un decisivo año 2023 con un cuaderno de notas insufrible como farolillo rojo de la clase europea e incapaz de aprobar el curso legislativo que emprendió a finales de 2019. La baraka se le está agotando al jefe del Ejecutivo en el peor momento político y la pérdida flagrante de credibilidad acumulada en estos años tampoco ayuda a la hora de poner buena cara ante los malos tiempos. La sonrisa de la hiena es engañosa y sólo obedece al rictus que produce el olor a carroña.

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