En mi molesta opinión

Las filípicas de Sánchez y un Gobierno muy débil

El presidente del gobierno Pedro Sánchez, este jueves en el acto conmemorativo del 25N organizado por el PSOE, "Avanzamos contra la violencia machista", en el que intervienen Pedro Sánchez, Meritxell Batet, Adriana Lastra, Andrea Fernández y José Luis Rodríguez-Zapatero en Madrid.
Las filípicas de Sánchez y un Gobierno muy débil. 
EFE

Siempre guiado por mi molesta opinión, me atrevería a decir que a Pedro Sánchez se le está poniendo cara de Rodríguez Zapatero. Me refiero a que la economía se llevó por delante todas las expectativas del expresidente del Gobierno socialista, allá por 2009 y 2010, y ahora al presidente actual le está sucediendo o le puede suceder en breve el mismo problema. ZP, que era como le llamaban sus amigos de la “ceja”, fue un presidente de récords económicos. Pero el espejismo se alargó muy poco, como diría Sabina: “Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”. Estos buenos datos los logró al poco tiempo de llegar a La Moncloa gracias, en gran medida, a la burbuja inmobiliaria y a la saneada herencia de las cuentas públicas que dejó el anterior Ejecutivo, presidido por Aznar.

Los parecidos razonables entre Sánchez y Zapatero van de la mano por la senda de la economía, aunque ellos se diviertan más jugando a los asuntos sociales. Los socialistas dejaron el Gobierno a finales de 2012 con el PIB al borde de la recesión, con más de cinco de millones de personas en desempleo y con un agujero presupuestario y una deuda pública mucho mayor que la que presentó cualquiera de los otros presidentes de Gobierno, incluido Felipe González. El panorama del presidente no es tan desolador, pero puede acabar siéndolo si la economía sigue desbocada tanto en la inflación (8,75%) como en el gasto público. Sólo falta que la Comisión Europea no le deje al Ejecutivo cumplir con su promesa de mantener las pensiones por encima de los precios y les obligue a desligarlas del IPC. La bofetada política y electoral podría ser histórica.

Pedro Sánchez sigue gobernando, o naufragando, vaya usted a saber, con la intención de llegar a alguna parte que pueda resultar confortable para sus intereses que pasan por revalidar las próximas generales, en teoría en 2023; pero no se descuelguen del aparato por si las cosas se adelantan a este otoño. Todo dependerá de las encuestas que maneje Moncloa y de las previsiones económicas que se avecinen. Lo malo, es que el “iceberg" de la razón y de los datos económicos es mucho más tozudo que un escuadrón de maños, y si la verdad no te acompaña ya te puedes poner a silbar el puente sobre el río Kwai que el famoso desodorante acabará abandonándote a ti también.

Y eso es lo que le pasa, últimamente suda mucho y deja manchas en la axila de la camisa que denotan nerviosismo. Y si no, cómo explicar el desbarre de los “mangantes” reiterado hasta la saciedad en sesión parlamentaria por el propio presidente, sin que mediara una provocación directa. O la utilización conjunta con “El País” para sacar a pasear los audios y la “libretita” del excomisario Villarejo. Entró Sánchez en el Congreso para hablar del espionaje de “Pegasus” y acabó dando una filípica contra el Partido Popular, que ríete tú de Demóstenes; ignorando de paso que esas palabras altisonantes ya no son dinamita para los pollos sino un burdo petardeo que no afecta a un calmado Núñez Feijóo que está más en las cosas de la economía que en las peleas de “saloon” que le monta ‘Peter el Bronco’.

El presidente está en una grave encrucijada, no tiene amigos que le pasen la mano por el hombro ni apoyos que le sujeten el gintonic. El más solícito, paradójicamente, es el propio Feijóo que sigue apoyando algunas leyes; no así sus aliados en el Gobierno -Unidas Podemos-, que no sólo no le apoyan sino que le acusan públicamente de mover chanchullos económicos, dicen que unos 37 millones de euros, algo muy grave si fuera cierto, para financiar los gastos de la visita de la OTAN. Y qué decir de las otras falsas compañías con los independentistas, desorientados ellos en su futuro terrenal y sin saber muy bien a qué jugar en Madrid. Lo malo es que fue el propio Sánchez quien eligió estas compañías en 2019 para cruzar el Rubicón y le están saliendo caras y contestatarias.

La debilidad extrema que muestra cada día más el Gobierno es decepcionante y lamentable. Ni tan siquiera sabe sacar lustre y brillo a los fondos de la Unión Europea para paliar los efectos de la pandemia, apenas motivan a las empresas para que se aprovechen de estas iniciativas. La obsesión del Ejecutivo por mostrar sus programas sociales, sus políticas de identidad, la “memoria democrática”, la defensa de lo políticamente correcto, que provoca más conflictos que ventajas, son el único símbolo que les representa en lugar de plasmar la parte fundamental de su gestión. Mucha naturaleza política y pocos resultados de ejecución. Este Gobierno estaba “preparado” para los montajes eco-sociales y para vender humo en forma de relatos de ideología de género más propios de los cuenta cuentos que de un Gabinete capacitado para resolver y ejecutar problemas.

Y más aún desde que Pablo Iglesias abandonó el barco y los de “Podemos” van perdidos por el mar de la política sin un capitán que les guíe, mientras el timonel de Moncloa está más preocupado de que le reconozcan y admiren su buena planta por Europa -a ver si le dan un carguito en la UE- que de resolver el gran carajal económico-social que se avecina. El sambenito de los estadistas mediocres es acabar quejándose con la misma cantinela: decir que en el extranjero te valoran correctamente, y en tu país te infravaloran como a un descamisado; olvidando que en el extranjero son muy educados y te aguantan un ratito, y en tu país son educados pero te tienen que soportar todos los días.

Para Rodríguez Zapatero las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2011 fueron un auténtico desastre, que aventuró el lamentable futuro de las generales de 2012. Algo que Sánchez también se huele y se teme ahora, ya que si las autonómicas andaluzas del 19-J son como prevén las encuestas el batacazo puede ser antológico, y servir de excusa perfecta para una remodelación y crisis de Gobierno necesaria, como ya anunció este domingo pasado lainformacion.com, sobre la intención de cambiar algunos ministros quemados o que no funcionan, y preparar de paso la necesaria recta final de la legislatura. Lo malo es que esa recta final que teme Sánchez tiene todavía algunos calvarios más que soportar: las autonómicas y municipales de mayo de 2023, entre las cuales está Madrid y la inefable Isabel Díaz Ayuso, que puede asestar el golpe de gracia para los intereses socialistas y “sanchistas”. Serán cosas del verano pero el ambiente cada día está más caldeado.

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