Cuaderno de venta

Las criptomonedas, el crac de 1929 y el incesto inversor

El Bitcoin sufre su mayor corrección en valoración bursátil.
El Bitcoin sufre su mayor corrección en valoración bursátil.
Pixabay

Lo llaman el criptoinvierno pero también se podía haber calificado de criptoinfierno, más que nada por la ola de calor e incendios que lo acompañan estos días. En las siguientes mil palabras lo vamos a comparar con un episodio histórico que a muchos les sonará de la prensa especializada y de los libros -esos viejos objetos de conocimiento con valor incalculable- por las grandes semejanzas entre lo que está ocurriendo en este metaverso financiero y los patrones de algunas de las crisis más famosas de la historia.

En estos dos años largos de pandemia, la valoración del sector cripto ha vivido una euforia sin control y una depresión sin parangón.  Hay quien se fija solo en el precio de una cotización pero lo más importante es el valor, tanto el creado como el destruido. Desde marzo de 2020 a noviembre de 2021, la capitalización de los tokens emitidos y accesibles se disparó desde los 200.000 millones de dólares a casi 3 billones. Desde el pico y hasta ahora, el camino inverso -hasta los 800.000 millones- supone la evaporación de 2,2 billones de dólares valoración. La referencia Bitcoin, que a diferencia de otras cripto mantiene invariable su número de tokens (acciones o participaciones para el profano en la materia), ha pasado de 70.000 a situarse por debajo de 20.000 en siete meses.

¿Qué ha ocurrido y qué está pasando? Sin que sirva de 'disclaimer, las respuestas simples y sencillas a situaciones complejas tienden a esconder la verdad, pero hay una idea que podría resumir ambos movimientos al alza y la baja: lo que la Fed te da, la Fed te lo quita. Y en esas tres letras que representan a la Reserva Federal de EEUU podemos incluir a otros bancos centrales como el BCE. La salvaje impresión monetaria e inyección masiva de liquidez ocurrida durante en el primer año y medio de pandemia generó una burbuja en activos financieros de la que se benefició, en gran parte, un sector como el de las criptofinanzas en el que regía la misma regulación que en el lejano y salvaje Oeste, como lo describió Fabio Panetta.

La ola de restricción monetaria y liquidez que recorre el mundo desde la segunda mitad de 2021 ha terminado pinchando los mercados con un comportamiento sectario y fanático en el que dominaba la religión del 'crecimiento infinito'. A muchos les sonará aquella cantinela de hace quince años de que los precios de los pisos siempre suben. Pues bien, no solo no es así, sino que cuando sucede atacan la misma debilidad: la inversión apalancada, es decir, esas posiciones que están construidas con dinero prestado, avales y colaterales. Seguro que también se acuerdan de la palabra subprime relativa a las llamadas hipotecas basura, que se convirtieron en la inversión de moda hace 20 años y cuya ruptura acabó llevando a la quiebra a decenas de instituciones financieras. Resumiendo, que es a lo que vamos, en la escena cripto había mucha suciedad que se está purgando con la acción de los grandes tiburones de Wall Street y Silicon Valley.

Una de las grandes semejanzas de la crisis cripto con el crac de 1929 (o el ocurrido en 2008) es el llamado incesto inversor, como lo calificó J. K. Galbraith. Se trata de un comportamiento que también se ha producido ahora. Entonces eran los llamados 'trust' los que invertían en acciones de las empresas, bancos y fortunas que los habían creado. Cuando la bolsa comenzó a caer provocaron un efecto arrastre por la liquidación de posiciones que se convertía en una pescadilla que se mordía la cola: a mayor caída de precios, nuevas ventas de acciones, más ejecución de garantías y vuelta a empezar. Con las criptomonedas se ha puesto de manifiesto una elevadísima interconexión entre unos y otros tokens, pero también indecentes inversiones cruzadas que se habían realizado para elevar los precios de forma artificial. El caso de las 'stablecoins', o monedas estables, es paradigmático de esta cuestión porque imprimían sin control ninguno nuevos tokens para reinvertir en otros criptoactivos que además conseguían financiación extra al usarlo como colateral para pedir préstamos. Nada nuevo bajo el sol, nada que no esté a la orden del día en Wall Street pero es que en la criptoescena la gestión de riesgos parecía algo mitológico.

Cuando las llamadas ballenas -el término usado para referirse a los grandes inversores y propietarios de carteras de cripto- del mercado han pasado a convertirse en tiburones, la 'carnicería' entre los millones y millones de pequeños inversores de este tipo de activo ha sido gigantesca, sobre todo, entre aquellos que practicaban el staking -pignoración de criptomonedas para recibir recompensas en forma de intereses o financiación- o el apalancamiento puro y duro. El desplome del valor del subyacente es lo que provoca la liquidación automática de la inversión y la pérdida de las garantías que se han puesto. Hay inversores especialistas que llevan semanas atacando las posiciones más vulnerables para facilitar las liquidaciones. 

Lo curioso es que son los guardianes de los protocolos, promotores de los tokens y dueños de las plataformas los que 'contratan' o llaman a estos tiburones para que hagan el trabajo sucio, según Bloomberg, con aparente información privilegia: los datos de qué posiciones parecen vulnerables. El objetivo de esta evitar casos como el de Celsius o Terra donde se ofrecían rentabilidades por encima de lo razonable para atraer dinero fresco, y cuyo colapso ha terminado provocando un efecto dominó en las DeFi (finanzas descentralizadas). La crisis de confianza ha terminado por ahogar a las cripto en su peor crisis hasta la fecha. Ahora sí, muchos inversores se hacen las preguntas que debieron ser la norma siempre sobre cualquier token a la venta: qué es, cómo funciona, para qué sirve y quién está detrás. Pero la magia del anonimato, del chamanismo que practican algunos gurúes y evangelistas de la inversión llevan a olvidar el sentido común.

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