Andalucía-Francia

Carrera, máster... y vendimia: "No hay trabajo y de algo tengo que sobrevivir"

Alba y Susana, ambas con estudios superiores, pasarán un mes en la Provenza recogiendo uva para embolsarse entre 1.500 y 2.000 euros y, así, poder conseguir un pequeño colchón económico. 

Vendimia
Carrera, máster... y vendimia: "No hay trabajo y de algo tengo que sobrevivir".
EFE

Cuando este artículo salga publicado, Alba y Susana ya llevarán unas pocas horas en la Provenza francesa. Pasarán el próximo mes trabajando de sol a sol en la vendimia. El autobús salió de Guájar (Granada) a las 10 de la mañana del sábado y cruzó toda España, los Pirineos y parte del sur de Francia hasta llegar a los campos en las que las dos andaluzas (de 24 y 29 años) recogerán uva. Ambas están formadas. Alba estudió un grado superior de técnica de laboratorio y el año que viene ingresará en la Facultad de Enfermería de la Universidad de Málaga (UMA). Susana, por su parte, tiene dos grados superiores, una carrera universitaria, está terminando un máster y ya se ha inscrito en otro. Sin embargo, esa 'súperformación' parece no ser suficiente para hacerse con un trabajo cualificado; cuando menos... uno que les sirva para sobrevivir. "Yo encontré algo de trabajadora social, mi campo, pero me pagaban 600 euros y no me daba para vivir", tercia Susana. "Esto de la vendimia nos sirve para empezar el curso con un poco de colchón".

Son muchos los jóvenes que, como ellas, tratan de conseguir dinero durante el verano. "La hostelería está muy mal pagada", desliza. "Yo he trabajado muchos veranos en ella, desde los 17, y casi siempre ha sido sin contrato. Te explotan". Por eso, esta vez ha decidido embarcarse en el autobús que la ha llevado hasta las fincas de Château BarbeyrollesChâteau la Tour de l'évêque. Allí cobrará entre 1.500 y 2.000 euros por veinte días o un mes de trabajo, dependerá de "los días que llueva". De los cuarenta o cincuenta jóvenes que han llegado en su mismo autobús, muchos son graduados o están acabando sus carreras. La mayoría se instalará en una finca rodeada de inmensos campos llenos de uva por recoger, pero otra parte pasará el mes en casa de Regina, la jefa. "Nos tratan bien", asegura Alba. "Yo ya vine el verano pasado y este año repito. Es un trabajo duro, claro; pero no puedo permitirme unas vacaciones de brazos cruzados", concluye. 

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  • Cobrarán 13,75 euros la hora. En total, entre 1.500 y 2.000 euros por alrededor de un mes.

Del pasado año, Alba recuerda el cansancio, pero también "que lo pasó muy bien" con la gente con la que coincidió. "Trabajamos seis, siete u ocho horas por la mañana y teníamos tardes y domingos libres" sonríe. Los 13,75 euros la hora que se cobran en la vendimia no se llegan ni a soñar en otros empleos ocasionales como, por ejemplo, la hostelería; por eso vale la pena pasar un mes fuera de casa y, además, verle el lado positivo al sacrificio. De las condiciones tampoco se quejan las dos granadinas. "Nos pagan el viaje y la estancia", apuntan. Por otro lado, se muestran tranquilas en cuanto al coronavirus: "Antes nos contagiamos en la hostelería que recogiendo uva en Francia". Sin embargo, el optimismo con el que las dos jóvenes encaran su mes no puede eclipsar el drama que ejemplifica su caso particular. Hoy por hoy, en España no es suficiente la formación y el esfuerzo. Hacer todo lo que la sociedad pide de un joven estudiante no le garantiza la supervivencia.

"Es difícil salir del mundo rural"

Permanecer en el mundo rural no tiene nada de malo. Al contrario. Falta gente en los pueblos y muchas comarcas se esfuerzan por crear puestos de trabajo con tal de evitar agravar —y agrandar— la denominada España Vacía. No obstante, nunca puede ser una obligación ni las barreras para tener éxito profesional lejos del campo pueden ser tan altas, tan infranqueables. "Piensa que yo no tengo a nadie fuera del pueblo. A mí no me han enchufado nunca en ningún sitio" asevera Susana. Tanto ella como su amiga Alba son de La Mamola, un pequeño pueblo de 1.198 habitantes. "Soy de clase baja", dice Susana. "Soy pobre", comenta Alba. Sin reparos, recuerdan que, en su caso, "el dinero no llueve de los árboles" ni pueden prestárselo sus padres, necesitan ganarlo si quieren estudiar fuera del pueblo. Saben que si hubieran optado por quedarse en La Mamola probablemente hubieran encontrado un trabajo más o menos fijo o, al menos, podrían haberse evitado aventuras como la de la vendimia y las penurias de la ciudad; pero ellas no se resignan.

Susana González (29 años), trabajadora social: "Con mi sueldo de 600 euros no podía comprarme ni unas lentillas"

Dentro de un mes, cuando empiece el curso y ambas tengan que establecerse en Málaga, donde Alba comenzará la carrera de Enfermería y Susana el que será su segundo máster, se alegrarán del sudor derramado en la campiña. La fianza del piso y el primer mes se pagará más fácilmente y podrán centrarse en aprovechar sus estudios y seguir buscando trabajo de lo suyo. "Si no sale  tendré que encontrar otra vez en la hostelería... o en lo que sea" reflexiona  Susana, que el único empleo como trabajadora social que consiguió, tras unas prácticas, fue por un sueldo mísero. "Lo que no se puede es estar cobrando 600 euros al mes" lamenta, "no me daba ni para comprarme unas lentillas". 

Miles de españoles a la vendimia francesa

Año tras año, miles y miles de españoles —entre 10.000 y 15.000— acuden a la vendimia francesa. Entre ellos, muchos estudiantes y jóvenes graduados echan el resto para alcanzar sus metas. Casi siempre, vivir en la ciudad donde estudian o donde tratan de encontrar su primer trabajo está por encima de los sueldos que perciben como becarios, y eso en el mejor de los casos. Otras veces tienen que pasar con lo mínimo —ningún capricho, nada de lujos— para subsistir mientras persiguen la oportunidad; o bien trabajar el fin de semana o por las noches sin la garantía de que el sacrificio llegue a buen puerto. Pero lo hacen. Se montan en un autobús, se cuelgan la mochila, se ponen sus auriculares en los que suena Rosalía y, cuando llegan a Francia, arremangan sus camisas y se agachan a recoger Moscatel, Garnacha, Syrah o Cabernet sauvignon. Esos también son los jóvenes españoles.

Esas son Susana González Villegas y Alba Fernández Martín. 29 y 24 años. Andaluzas. Las que recogen uvas a 1.474 kilómetros de su casa para pagarse el derecho a prosperar. El derecho a beber mañana el vino de 15,95 euros cuya materia prima salpican hoy con su sudor. 

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