Más de un siglo de vínculos

Los Windsor y el rugby, una relación muy peculiar y que perdura en el tiempo

La Casa Real británica se vio forzada a tender puentes con Gales después de varias polémicas y el deporte sirvió de vehículo de acercamiento una vez más. Pero los lazos no se detienen en la política.

El rey Jorge V entrega una copa al capitán del equipo de rugby de Nueva Zelanda en un acto de 1919.
El rey Jorge V entrega una copa al capitán del equipo de rugby de Nueva Zelanda en un acto de 1919.
Wikimedia Commons

Al cumplir los 21 años el todavía heredero a la corona en Gran Bretaña pronunció un histórico discurso en el castillo de Caernarfon en el acto de investidura como príncipe de Gales. La aclamada serie 'The Crown' lo relata con minuciosidad. Antes de cumplir la mayoría de edad, el joven Carlos estudiaba en la universidad de Cambridge hasta que fue trasladado un año a Gales para conocer in situ la cultura y costumbres del país. Su madre, la reina Isabel, concibió aquel acto como una forma de tender puentes y, de paso, apaciguar los movimientos nacionalistas resurgidos tras la II Guerra Mundial

La herencia cultural galesa estaba en peligro de ser erosionada por las costumbres angloamaericanas. Un idioma hablado por sólo una cuarta parte de la población, sobre todo en el norte del país, agonizaba. El caso Tyweryn fue el detonante. El hecho de que una aldea de habla galesa de Capel Celyn situada en una zona rural fuera desalojada para construir un embalse que suministrara agua a la ciudad de Liverpool a pesar de la oposición unánime de los miembros del Parlamento de Gales exacerbó los ánimos. 

Un profesor republicano y nacionalista fue el encargado de enseñar galés al joven príncipe. La mecha prendió porque su discurso pronunciado en el idioma autóctono sirvió para crear un vínculo con País de Gales que aún perdura. Como en esa región todo o casi todo gira alrededor del rugby, la familia real británica supo cómo contentar a los habitantes de una nación que poco a poco iban perdiendo sus señas culturales al tiempo que la crisis, que asolaba sobre todo al sector siderúrgico, resultaba asfixiante. 

Desde principios del siglo pasado la presencia real en partidos de rugby ya era bastante habitual. Hay imágenes de 1920 en el Queen´s Club de Londres donde el entonces rey Jorge V saluda a pie de campo a los capitanes del Ejército (Army) y de la RAF (Royal Air Force) o de cuando acudía al mítico campo de Twickenham. Su hijo Alberto, que reinó con el nombre de Jorge VI, fue también asiduo en partidos internacionales o en los que se medían las universidades de Oxford y Cambridge. 

Tras su muerte en 1952, su hija Isabel heredó su corona y se convirtió, al mismo tiempo, en patrona de la Welsh Rugby Union hasta que en 2016, al cumplir 90 años, cedió los trastos de las más de 600 organizaciones benéficas o instituciones de las que era patrona a diversos miembros de la familia real. El honor de representar al rugby galés recayó en su nieto, el príncipe Guillermo, que ya era vice patrono de la fundación desde 2007. 

Ese afán de dejarse querer por parte de los miembros de la corona británica llevó en alguna que otra ocasión a que varios de sus más insignes integrantes hicieran acto de presencia de forma esporádica en los campos de rugby. La lista es corta a la par que representativa porque incluye al príncipe Felipe de Edimburgo (el marido de la reina), así como a sus hijos y nietos, además de al mismísimo príncipe de Gales quien tuvo el detalle de convertirse en patrono real de un club galés llamado Llandovery Rugby Club

La pasión por el rugby de los hijos de Carlos y Diana, por tanto, no fue heredada. Su abuelo paterno (Felipe de Edimburgo) era un apasionado piloto de aviación y lo de ver partidos de rugby se intuía como algo consustancial al cargo. Así que el duque de Cambridge fue el pionero en la familia en poner en práctica sus habilidades con el balón ovalado en el elitista Eaton College. Eddie Redmayne, el oscarizado actor por 'La teoría del todo', coincidió con Guillermo en el equipo. Confesó que le llegó a dar "lástima" lo mal que lo pasó el hijo mayor del príncipe heredero porque todos querían presumir de haber placado a un miembro de la familia real. 

Su hermano Harry es el actual patrono en Inglaterra de la Rugby Football Union. Aunque no lo llegó a practicar, sí se considera un fanático del rugby, algo que demuestra en sus contadas apariciones públicas desde que decidiera abandonar voluntariamente sus obligaciones como miembro de la familia real británica. En una de ellas anunció desde su residencia de Santa Bárbara (California) que su sueño y el de su esposa Meghan Markle era que su hijo Archie pudiera convertirse algún día en jugador de rugby. Harry llegó incluso a participar en un vídeo colgado en Instagram por England Rugby dentro de una campaña llamada 'Pitch In' durante la suspensión de la competición por el coronavirus con el fin de que los clubes ingleses promovieran campañas dirigidas a promocionar alimentos a las personas más necesitadas o al personal esencial que trabajaba para tratar de frenar la pandemia. 

La rivalidad entre hermanos en lo que al rugby se refiere se hizo visible en la última edición de la Copa del Mundo disputada el pasado año en Japón. Jugaban Gales e Inglaterra. El duque y la duquesa de Cambridge estaban entre la multitud sentados junto a Harry. A la hora de entonar los himnos Guillermo cantaba con el mismo sentimiento que cualquier otro galés Hen Wlad Fy Nhadau vestido con su chaqueta roja con el emblema de las plumas del príncipe de Gales. Antes del partido el primogénito había bajado al vestuario para animar a los jugadores. 

Sus palabras, según quien las reproduzca, fueron más o menos las siguientes: "Desafortunadamente estaré viendo el partido con mi hermano, así que necesitaré que ganéis más que nunca". Cuando llegó la hora de cantar el himno inglés 'God save the queen' en honor a su abuela, sólo Harry, ataviado con la camiseta de la rosa, lo entonó. Guillermo no movió ni un músculo de la cara. 

La prensa del corazón inglesa empezó a fijarse en el rugby en 1995, justo el año en que aparecieron rumores nunca desmentidos ni tampoco confirmado de una posible relación entre el otrora capitán inglés Will Carling y Diana Spencer cuando ambos aún seguían casados con sus respectivas parejas. La sombra de Lady Di es alargada. La que hubiera sido su nuera bien lo sabe. La presencia Kate Middleton en un partido disputado en 2017 en Cardiff entre Gales y Francia acaparó por unos instantes todos los flashes. Un vistoso abrigo rojo de Carolina Herrera haciendo juego con el color de la camiseta galesa sirvió como inspiración para muchos titulares de prensa. 

También Zara Phillips, hija de la princesa Ana y, por tanto, prima de Guillermo y Harry, se convirtió de la noche a la mañana en objetivo de los paparazzis. La empezaron a perseguir en 2003, a raíz de comenzar una relación sentimental Mike Tindall, otro jugador internacional de rugby a quien conoció el mismo año que ganó con Inglaterra la Copa de mundo. El caso es que la vida del nuevo novio era por aquel entonces un tanto díscola y daba mucho juego a la prensa. De hecho, fue detenido dos veces por conducir ebrio. 

Lo más duro que tuvo que soportar la pareja fue en 2011, cuando ya casado con Zara, Tindall se vio obligado a disculparse públicamente después de haber sido cazado in fraganti en un bar de Nueva Zelanda cuando estaba concentrado con su selección participando en un concurso de lanzamiento de personas con acondroplasia (enanos) y en compañía de bellas señoritas. La patrona de la Scottish Rugby Union (SRU) es la madre de Zara, una asidua en Murrayfield. Su yerno cuenta una divertida anécdota que tiene como protagonista a la princesa Ana. En 2011 Inglaterra ganó a Escocia la Calcuta Cup. Entre los espectadores estaban la hija de la reina y su nieta. Tindall, que actuó de capitán, se lesionó durante el partido y apenas podía andar por lo que su compañero Nick Easter se ofreció a recoger el trofeo. "No, amigo –dijo el yerno de la princesa-, esa copa la da mi suegra y será ese un momento que realmente quiero saborear". 

Esa pasión por el rugby de Ana le ha traído también problemas. Y es que en una ocasión se gastó más de 16.000 euros del erario público en la contratación un jet privado para desplazarse a Roma solo para ver un partido de su selección contra Italia. Pese a que el viaje lo hizo en su condición de patrona de la SRU, las críticas surgieron porque un simple billete de avión de ida y vuelta costaba poco más de cien euros. Si bien en Escocia la familia real británica no suscita grandes pasiones, la princesa Ana sale bien parada. Siempre hizo guiños a los paisanos de Sean Connery. Su hijo Peter, fruto de su primer matrimonio con el capitán Mark Phillips, llegó a jugar con el combinado sub 18 de Escocia mientras estudiaba en la escuela pública de Gordonstoun. La cuestión no es baladí porque Peter es el nieto mayor de la reina Isabel -hay quien dice que su predilecto-, y el sexto en la línea de sucesión a la corona. Sin embargo, el cariño venía de antes. No sólo por su asidua presencia en los partidos de rugby cuando jugaba el XV del cardo, sino también por el detalle de casar a su hija Zara en Canongate Kirk, una parroquia situada en pleno casco viejo de Edimburgo donde yacen los restos del economista Adam Smith.

Mostrar comentarios