La guerra contra la Covid

¿Quién fabrica Sputnik? La vacuna es ya la última arma de propaganda de Putin

La apuesta de Moscú empezó generando hasta la risa entre los científicos occidentales y las grandes farmacéuticas, pero ya son más de 40 países los que han aceptado usar este remedio contra el virus. 

Venzuela ha sido uno de los países que más ha elogiado la vacuna Sputnik rusa.
Venzuela ha sido uno de los países que más ha elogiado la vacuna Sputnik rusa.
DPA vía Europa Press

Entre los científicos occidentales casi cundió la risa cuando los rusos anunciaron su vacuna Sputnik V a principios de agosto de 2020. Habían pasado menos de ocho meses desde que estalló el coronavirus en China, y ninguna gran empresa farmacéutica multinacional había sido capaz de sacar una vacuna contra el bicho.

Las farmacéuticas de Europa y EEUU la miraban con recelo porque una vacuna tarda varios años en pasar por las fases: comienzan con las pruebas clínicas con miles de voluntarios, y terminan cuando obtienen la aprobación de las autoridades sanitarias. Con la Sputnik V, apenas unos cuantos rusos habían sido empleados como cobayas, y encima Rusia no publicó en agosto los análisis clínicos, lo cual era una razón de peso para dudar de su eficacia. Se escucharon opiniones de científicos que calificaban el anuncio de Rusia de "alocado", "temerario" y hasta de "truco de propaganda política".

Pero los rusos insistían en que esa vacuna era estupenda. Como gran propagandista pro-ruso, el presidente de Venezuela Nicolás Maduro salió diciendo una semana después del anuncio de la Sputnik V que él sería el primer venezolano en ponérsela. "Pum: me voy a poner la vacuna… Celebro la vacuna rusa y celebro que Rusia sea el primer país del mundo que va a vacunar masivamente a su población". Muchos de los enemigos de Maduro desearon que la vacuna tuviera efectos secundarios.

La OMS también puso en duda la vacuna, lo cual enfureció a los rusos, que forman parte de esta organización. De modo que Rusia empezó a publicar parte de los ensayos clínicos en septiembre. En octubre anunció un apoyo de 15 millones de dólares a la OMS para cosas de investigación. Y por fin en diciembre de 2020 dio a conocer todas las fases de los ensayos cínicos: habían probado la Sputnik V en más de 22.000 personas. Cero efectos secundarios. Cero muertes.

La vacuna rusa, sin embargo, quedó en vía muerta para las grandes potencias occidentales, que esperaban con impaciencia las de Pfizer, AstraZeneca y Moderna en los primeros meses de 2021. Pero la mala gestión del reparto, la tardanza en llegar y las dosis insuficientes estaban colmando la paciencia, sobre todo de los países de la UE. El 2 de febrero la revista 'The Lancet', cuyo prestigio y seriedad nadie duda, admitió oficialmente que la vacuna de Putin tenía una eficacia del 91,6%. Había que administrarla en dos dosis y mantenerla en frío entre 2 o 8 grados. Cada dosis valía 10 dólares. 

Comparada con la vacuna de Pfizer, Sputnik V parecía mucho mejor pues hasta se podía conservar en una nevera doméstica, mientras que la de Pfizer necesitaba cámaras frigoríficas de 78 grados bajo cero y una cadena de frío muy costosa. Fue entonces cuando los países de la UE miraron hacia los Urales y empezaron a abrir los brazos a la vacuna del Centro Nacional Gamaleya de Epidemiología y Microbiología. ¿Quién o qué era Gamaleya?

La historia de ese centro se remonta a 1891, cuando el naturalista ruso F.M. Blumenthal fundó un laboratorio bacteriológico en Moscú, que en aquel tiempo fue pionero en su género. La observación de las bacterias al microscopio no dejaba de producir sorpresas puesto que se asociaban muchos de estos microorganismos a la aparición de enfermedades.

A lo largo del siglo XIX se comprobó que el cólera, el tifus, la difteria, la escarlatina, la lepra, la sífilis y hasta la terrible peste negra estaban causadas por las bacterias. Era muy pronto todavía para saber que había unos microorganismos más pequeños e igual de asesinos: los virus.

En 1919, cuando los revolucionarios bolcheviques llegaron al poder, el laboratorio de Blumenthal fue nacionalizado con el nombre de Instituto Bacteriológico del Estado; fue adscrito al Comisariado de Salud del Pueblo de la República Socialista Soviética. En 1931 se fusionó con otros laboratorios y pasó a llamarse Instituto Central de Epidemiología y Microbiología.

Por fin en 1949 tomó adoptó el nombre de Nicolay F. Gamaleya. Con el tiempo se llamaría Centro Nacional Gamaleya de Investigación Epidemiológica y Microbiológica. Gamaleya fue uno de los mayores investigadores de Rusia, y uno de los mayores expertos mundiales en microbiología y en vacunas. Gamaleya había nacido en Odessa en 1859 (en la Rusia imperial, hoy Ucrania), y allí mismo se graduaría en la Universidad como médico en 1880. En 1886 trabajó con Pasteur en Francia y, al volver a Odessa a finales de aquel siglo, inició la investigación y la planificación contra las epidemias de cólera, de ántrax, de tuberculosis, de la peste bubónica y otras enfermedades bacteriológicas. Fue el mayor exterminador de ratas en masa en Odessa (las ratas son las portadoras de los piojos que llevan la peste), y descubrió unos anticuerpos que actuaban como destructores de bacterias.

Cuando los microscopios electrónicos permitieron visualizar los virus en los años treinta, Gamaleya puso todos sus esfuerzos en combatirlos. Fue él quien organizó la fabricación y distribución en masa de la vacuna contra la viruela para el Ejército Rojo, y luego para toda Rusia. La viruela ha sido una de las enfermedades más mortíferas de la historia. Gamaleya murió en 1949, unos pocos años antes de que se iniciara a escala mundial una vacunación en masa que acabó con la viruela para siempre.

Hoy el Centro Nacional Gamaleya de Investigación Epidemiológica y Microbiológica gestiona una de las mayores colecciones de virus del mundo. Es una institución federal rusa que vive en parte del Fondo Ruso de Inversión Directa, una organización creada por Putin en 2011. Gamaleya ha saltado a la fama en todo el planeta no tanto por el nombre del gran científico, sino por la vacuna que se produce allí: Sputnik V, la vacuna contra el Covid19.

Ahora más de 40 países han aceptado la vacuna de Gamaleya, registrada oficialmente como Gam-Covid-Vac. Para los analistas esto forma parte de la diplomacia de las vacunas. Con la Sputnik V, Putin quiere en parte lavar su imagen largamente dañada por el envenenamiento del líder opositor Alexei Navalny, y por las protestas políticas organizadas tras su detención. Putin no goza de buena fama mundial pues apoya al régimen sirio, se ha enredado en graves conflictos bélicos con Ucrania y ha metido su nariz para desestabilizar otros países, desde las elecciones de EEUU hasta el procés en Cataluña. Su imagen no es la mejor del mundo.

Pero Putin ha aprovechado hasta el nombre para hacer propaganda. Sputnik fue el satélite con el que la vieja Unión Soviética logró superar a EEUU en 1957 en la conquista del espacio, pues fue el primer satélite artificial de la historia: estuvo dando vuelta a la Tierra durante 98 días, mientras los norteamericanos se mordían las uñas de envidia.

Más de 40 países han anunciado que van a administrar la Sputnik V o ya la están administrando, y aunque en la UE aún no ha pasado los trámites, los rusos dicen que han llegado a varios acuerdos para producirla en el continente. Kirill Dmitriev, jefe del Fondo Ruso de Inversión Directa ha dicho que lo fabricará en Italia, Alemania, Francia y España, aunque al Ministerio español de Sanidad no le consta.

Si se demuestra el éxito definitivo de la Sputnik V, el mundo revivirá en cierto modo aquella carrera espacial de los años cincuenta y sesenta. Putin sabe que esta batalla no se está librando en el gigantesco espacio sideral, sino en el microscópico mundo de los virus. Para él sería un sueño superar a EEUU y la UE. Y si de paso puede salvar a la humanidad, mejor.

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