Historias de adaptación en el Covid-19 

Crónica de un país 'disfrazado': de la normalidad a amanecer con mascarilla

Farmacéuticos, fabricantes de EPIS y sanitarios explican lo que supuso para ellos adaptarse a las circunstancias durante las peores semanas de la pandemia.

sanitarios
Crónica de un país enmascarado: de la normalidad a amanecer con mascarilla.
Cedida por Eduard Galofré

En Medop vivieron la crisis sanitaria con dos meses de antelación. La empresa con sede en Bilbao y líder en la fabricación de gafas de seguridad y equipo de protección individual empezó a vender sus productos a asociaciones chinas afincadas en España en enero, cuando en gigante asiático estaba en plena oleada de fallecimientos por la irrupción del Covid-19. Todo el material iba destinado a China, pero en nuestro país aún no lo veíamos venir. “Aquí aún nos parecía algo surrealista”, explican desde la empresa. Pero como toda Europa, España se dio de bruces con la realidad. 

Cuando en marzo se decretó el estado de alarma, empezaron a tener mucha demanda de “gafas de marcado tres”, un equipo especializado en proteger contra las salpicaduras de saliva, y pantallas faciales. Explican que empezó a haber desabastecimiento de mascarillas auto-filtrantes porque el 90% se fabricaban fuera, y los países las retenían para utilizarlas. Lo que hicieron fue empezar a fabricar máscaras buconasales, un equipo con dos filtros a los lados que se desenroscan, para que los operarios que trabajan en industria con riesgo respiratorio y que andaban faltos de material por la pandemia, pudieran estar protegidos.

En ese momento todo se empezó a acelerar. La normativa gubernamental cambió para que la certificación de equipos de protección individual fuera más rápida porque, en circunstancias normales, homologarlo implica unos requisitos de entrada en el mercado bastante extensos. Empezó a ser obligatorio en algunas empresas llevar visor facial, guantes y mascarillas. Algo completamente nuevo para muchos: “Hemos tenido que hacer mucha labor de formación a clientes, porque no sabían qué mascarilla era mejor y cuál no. Lo que era una mascarilla higiénica en marzo lo sabíamos cuatro, ahora es más que obvio”, puntualizan desde Medop. En la empresa experimentaron un aumento de plantilla durante las semanas más duras, también la expansión de la línea de fabricación, sobre todo de filtros, y tuvieron más variedad de turnos. 

De mientras, en Barcelona, Eduard Galofré tenía una inquietud. Acababa de cerrar su empresa de venta de materiales  a causa de la pandemia. El 27 de marzo su hermano, cirujano en el Hospital Broggi y del Centro Hospitalario Quirón, le explicó que se estaban quedando sin material sanitario en los hospitales. Así que empezó a idear la manera de crear batas impermeables con plásticos sobrantes de su empresa. Empezó a modelar las batas y tiran de imaginación para generar el mayor volumen posible: abrieron una página de donaciones, soldaron las partes con planchas de pelo domésticas,  recibieron más donaciones de material y se aliaron con unos cortadores. 

Con la gran afluencia de voluntarios y el empeño lograron fabricar alrededor de 1.000 batas diarias, que incluso se reutilizaban porque el material soportaba los 90 grados de desinfección. Las batas se fueron destinando a una gran cantidad de hospitales: 140 en total, entre los que se encontraban Can Ruti, Sant Joan de Déu, el Hospital de Tarragona o el Hospital de Mataró. "No cumplíamos con unos estándares, pero en ese momento había más de 50 hospitales que no tenían material", cuenta Galofré.  No fue el único en emprender. La empresa Más Mascarillas también arrancó ese mes. Es un negocio formado por 12 amigos que tenían una empresa de fabricación de toallas, camisetas  o bandanas que ayudaba a organismos sin ánimo de lucro en países como Kenya o Marruecos. 

Cuentan que aprovecharon las instalaciones y los medios donde fabricaban la equipación de aventura para diseñar mascarillas. Algo que acabó sobrepasando todas sus expectativas. Lo que empezó siendo un proyecto entre amigos y conocidos empezó a crecer, hasta el punto de generar una tienda online. Les ha desbordado: "Aun no pensábamos en la venta online, y sólo con el boca a boca entre amigos y conocidos la demanda era altísima. En estos meses nos hemos organizado, estandarizado perfectamente los modelos, disponemos de stock para no demorar las entregas y hemos profesionalizado el negocio", explican.

Finalmente, desde las farmacias, las primeras semanas del estado de alarma fueron un caos. La competencia por hacerse con el 'stock' necesario de material sanitario, la falta de medios de protección y  los cambios de normativa hicieron que muchos se vieran demasiado expuestos al virus y que acabaran dando positivo. Como explican en la Farmacia Madrid Rio: "Al principio casi no teníamos mascarillas para nosotros, tuvimos que poner una mampara casera". Desde la Comunidad de Madrid se anunció el reparto gratis de mascarillas, lo que acabó generando colas que podían ser focos de contagio. Se dieron situaciones como esta: "Dábamos mascarillas nuestras a mucha gente que no tenía porque no le salía en la tarjeta. No hacerlo hubiera sido injusto". 

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