En espera del voto por correo

La movilización republicana mantiene a flote a Donald Trump en la recta final

Los dos candidatos coinciden en que son las elecciones más importantes de sus vidas. Así lo creyeron también sus votantes, que se han movilizado en masa como si la vida les fuera en ello.

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Visita de Trump al RNC Annex, en Arlington, Virginia.
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¿Trump? ¿Biden? Ni el republicano ni el demócrata dan su brazo a torcer tras una agria campaña electoral que ha fraccionado Estados Unidos. Ambos siguen alimentando esperanzas entre sus votantes; los dos se ven a los mandos del país los próximos cuatro años. Otra cosa es el recuento de papeletas, muchas de ellas formalizadas por correo y que tardarán horas o días en ser contabilizadas. Trump y Biden no han rebajado la tensión ni un momento, el primero insinuando que tratan de robarle las elecciones y el segundo, enrocándose en sus opciones para llegar a la Casa Blanca.

En medio del pulso, la presidencia de EEUU continúa en el aire. Por el momento, el candidato demócrata, Joe Biden, rebasa al presidente Donald Trump en votos electorales, según las proyecciones de los principales medios estadounidenses, pero el republicano ha conquistado estados decisivos, como Florida, Ohio y Texas, y reduce la ventaja de su rival a medida que avanza el recuento, impulsado por la gran participación de los votantes republicanos. El escrutinio apunta a un resultado muy ajustado y coloca a Pensilvania, Michigan y Arizona -donde Biden cobra ventaja- como los estados decisivos que decidirán el resultado final. 

Trump jugó a la defensiva en los estados que ganó en 2016 para asegurarse la reelección. Durante la campaña, el presidente fue muy retrasado de manera consistente en los sondeos en Wisconsin y Michigan. El margen era más estrecho en Pensilvania, pero necesitaba ganarlo si perdía los otros dos que le dieron la llave de la Casa Blanca hace cuatro año. Además, tenía que barrer en Arizona, Texas, Florida, Carolina del Norte y Georgia. Pensilvania se convierte así en un estado clave para que Biden pudiera restaurar el muro azul.

Antes de la cita con las urnas, los dos candidatos coincidieron en una cosa: eran las elecciones más importantes de sus vidas y vitales para la gobernabilidad del país. Es lo que creyeron también los votantes, que se movilizaron en masa como si la vida les fuera con ellos. De los 240 millones llamados a participar en el proceso electoral, más de 97 millones lo hicieron por anticipado. En Texas y Arizona se superó incluso el total de 2016 antes del día oficial.

Trump es una figura que a la vez inspira una gran devoción y un intenso rechazo, lo que se traslada en un entusiasmo inusual por votar. Pero estas elecciones eran más que un referéndum al primer mandato del presidente, de su gestión de la pandemia, sus recortes de impuestos, los aranceles o la forma en la que moldeó el Tribunal Supremo. Era una elección entre visiones muy reñidas sobre la dirección del país, sobre lo que significa ser estadounidense.

"Eres el peor presidente que tuvo EEUU", le reprochó el aspirante demócrata en el caótico primer debate. Trump, por su parte, trató de presentar a su rival como un inepto en manos de la izquierda radical que iba a derrumbar la economía, subir los impuestos y sumir los suburbios en un caos de violencia. "Nadie estará a salvo en la América de Joe Biden", repitió durante los mítines buscando encender a sus bases, "es el luchador más triste que conozco".

El ciudadano, sin embargo, mostró durante estas elecciones que está harto de estar harto. Quiere que los dirigentes políticos solucionen sus problemas y más aún en un momento tan incierto como el actual por el coronavirus. Simplemente esperaban más de los candidatos que enrocarse en una batalla personal por ser el presidente durante los próximos cuatro años. Y es que nunca se vieron en la política de EEUU tantas dinámicas juntas, en un ciclo electoral inusual.

Trump tenía encarrilada la reelección en febrero, con los demócratas enfrascados en una batalla interna por la nominación, la economía marchando a un ritmo sólido, el mercado laboral en una situación de pleno empleo y su campaña engrasada. Biden, por su parte, arrancó las primarias en una posición muy débil, peor de lo esperado. Entendió, sin embargo, que debía jugarlo todo a Carolina del Sur y esa victoria le abrió abrió el camino al Super Martes.

En ese momento estalló la pandemia. El aparato demócrata cerró filas en torno a Biden. Trump, por su parte, trató de minimizar la crisis. Auguró que el virus desaparecería. La retórica del presidente se volvió inconsistente y la respuesta inicial fue caótica. Las medidas de confinamiento congelaron la economía, su gran baza para ser reelegido. Las tensiones raciales por la violencia policial complicaron aún más la situación, con un Trump desafiante.

La pandemia fue omnipresente durante la campaña. Las encuestas  indicaban de forma consistente que para la mayoría del electorado, Biden era la mejor elección para gestionar la crisis, las relaciones raciales e incluso el crimen pese a que Trump se declaraba como el candidato de "la ley y el orden". Pero a medida que avanza el recuento, los datos recuerdan a lo sucedido en 2016, cuando Clinton partía como favorita y el presidente fue reduciendo su ventaja hasta convertirse en el nuevo inquilino del Despacho Oval. El resultado de estas presidenciales tendrá claras consecuencias sobre cómo se practicará la políticas en EEUU. Pero, por el momento, tendrá que esperar. 

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