Libertad sin cargas

Sánchez, como Aznar, está trabajando en ello exactamente

Pedro Sánchez y José María Aznar
Sánchez, como Aznar, está trabajando en ello exactamente.
Europa Press

La foto de las Azores, tomada en marzo de 2003, es icónica y su trascendencia histórica más que notable. Sin embargo, la foto de los pies en la mesa ha tenido el mismo o incluso más recorrido. No se produjo en el rancho de George W. Bush, aunque la leyenda urbana así lo relata a menudo, sino en una cumbre del G-8 en Canadá celebrada en junio de 2002. Tal vez sea ocioso recordarlo pero en la instantánea aparece José María Aznar, fumando un puro y compartiendo un momento de esparcimiento con el presidente norteamericano ante la atenta mirada de los líderes alemán y francés, Gerhard Schroeder y Jacques Chirac, respectivamente. El jefe del Ejecutivo español, en sus últimos meses de mandato, ya parecía jugar a la política internacional y a su legado, por mucho que buena parte de la población no viera con buenos ojos el desaguisado de Irak. “Estamos trabajando en ello, hemos dedicado tiempo ayer y hoy por la mañana a trabajar en ello exactamente”, remachó en aquellos días al ser preguntado por la inminente invasión de Irak, con supuesto e impagable acento tex-mex. No hay nada como mimetizarse con el entorno, debía pensar. Además, para que perder el tiempo con las procelosas cuitas domésticas cuando la gloria eterna se forja en las cancillerías internacionales. 

Pedro Sánchez debió sentir una llamada similar cuando estalló la guerra de Ucrania y la crisis del gas. Con la inflación desbocada, la factura de la luz a punto de asaltar los cielos y los transportistas amenazando con todos los males del infierno por el precio de los carburantes, el presidente del Gobierno no tuvo mejor idea que aplazar dos semanas cualquier decisión para embarcarse en la mesiánica misión de convencer a sus socios comunitarios de que lo mejor era cambiar de raíz el sistema de formación de precios de la electricidad, eliminando el gas de la ecuación. Mientras el líder del PSOE cortejaba a a Italia, Irlanda o Portugal, entre otros países damnificados, la diplomacia transmitía cada vez mensajes más claros de que ni Alemania ni Holanda estaban por la labor de pasar por el aro. Peor aún, en su ausencia, aquellos paros de una plataforma de transportistas desconocida y al parecer insignificante se habían convertido en todo un quebradero de cabeza para la cadena de suministro alimentaria, al punto de dejar las estanterías de los supermercados huérfanas de leche o yogures, al tiempo que las grandes industrias tenían que parar ante la imposibilidad de ‘colocar’ sus mercancías. Otros países como Francia o Italia, con líderes más avezados -y con menos deuda pública-, hacía días que habían adelantado ayudas a los sectores más afectados para frenar el caos en la calle.

El ‘road show’ internacional de Sánchez también vino a revelar la inoperancia de los ministros económicos, carentes de iniciativa propia y siempre a la espera de directrices del alto mando. El papelón de la ministra de Transición Ecológica, que adquiere proporciones isabelinas, está lejos incluso de tocar a su fin. Teresa Ribera, que ya en octubre y por desconocer la realidad del sector tuvo que retirar un real decreto que pretendía recaudar 2.600 millones de las compañías eléctricas, ha hablado en apenas días de la necesidad de desacoplar el gas del ‘pool’ de la formación de precios, de topar el precio del gas dentro de la subasta sin especificar cómo se sufragaría el ‘déficit de tarifa’ generado e incluso, este fin de semana, de volver a “separar el gas del mecanismo de formación de precios”. Si ese es el plan final y España va a terminar pasando olímpicamente de las recomendaciones europeas, mejor no haber esperado 15 días para hacer de su capa un sayo. Claro que, visto lo visto, lo normal es que el Ministerio, en este mismo momento, ya tenga otra ocurrencia en marcha y esté convocando a las eléctricas para buscar consenso. Es inexplicable que, con los meses de carencia con los que ha contado, la ministra no tenga una hoja de ruta diseñada al milímetro para atenuar el impacto en los hogares de los precios de la energía. De hecho, se da otra semana para tener listo el nuevo mecanismo y otro mes para que se note en la factura. Prisa no tiene.

Llama la atención el (fantasmagórico) papel jugado en la crisis energética por Calviño y Montero, los dos pesos pesados de la economía socialista en el Gobierno

Por su parte, la ministra de Transportes, que había hasta ahora transitado plácidamente por los procelosos peajes del Gobierno, ha alcanzado un verdadero hito en el mundo de la negociación laboral, véase reunirse con las patronales que no habían convocado los paros, ofrecerles subvenciones por 500 millones de euros y enfadarlas hasta tal punto que, apenas horas después, se sumen a las movilizaciones que inicialmente no habían secundado. Recordó Raquel Sánchez a aquellos presuntos ‘magos del regateo’ a los que el dependiente deja salir de la tienda tras la última oferta… y aún miran atrás incrédulos para ver si les reclaman. Tras la fallida reunión del lunes, el presidente del Gobierno dejó claro a la ministra lo que había que hacer, no fuera a ser que arrancara su participación en el Consejo Europeo del jueves con un cisma todavía mayor en las calles. “Estoy convencido de que llegaremos a un acuerdo, porque tenemos la voluntad, entendemos sus demandas y haremos todo lo que esté en nuestras manos para que se alcance un acuerdo. Nos vamos a sentar y no nos vamos a levantar hasta que lo logremos”, zanjó. Mejor hubiera ido, debió pensar la titular de Transportes ante semejante ultimátum, si hubiera puesto desde el principio a la tarea a la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, y a la propia María Jesús Montero. Puestos a tomar medidas fiscales y a concretar las ayudas por litro de combustible, mejor contar con la guardiana de las cuentas del Reino.

En esa línea, llama la atención el (fantasmagórico) papel jugado por los dos pesos pesados de la economía socialista en el Gobierno. Mientras Yolanda Díaz tiraba de ‘blanco’ para hacerse las preceptivas fotos junto a los agentes sociales, de fiesta en fiesta, de acuerdo en acuerdo, Montero apenas se vestía de largo para presentar a comienzos de marzo el Libro Blanco que recogía las sugerencias de su comité de expertos en materia fiscal. El conocido hasta por los propios expertos como ‘libro blanco anti-Ayuso’, guía de la reforma pendiente y prevista para esta legislatura, se ha convertido en papel mojado tras la guerra de Ucrania y sus consecuencias financieras, que desaconsejan cualquier veleidad tributaria. En lo que respecta a Calviño, desde los propios gabinetes de los ministros se reconoce que, ante una disyuntiva económica -o de cualquier índole-, el que manda es Félix Bolaños, la verdadera mano derecha del presidente y ascendido ‘in pectore’ al puesto que siempre anheló su entonces jefe Iván Redondo. Lo explicaba muy gráficamente en estas mismas páginas Fernando H. Valls, al explicar que, pese al recelo de algunos colegas de gabinete, Bolaños realmente ejerce de CEO del Ejecutivo, “con competencias incluso superiores a las de Calviño y Ribera”. El silencio responde a las empresas del Ibex que ahora llaman a Moncloa para preguntar por Redondo. Paradojas de la vida.

Son todos ellos personajes en busca de un autor, Pedro Sánchez, cuya novela va camino de escribirse ya en otro idioma. En efecto, el presidente del Gobierno da la sensación de trabajar para su siguiente episodio político, allende nuestras fronteras. Su flamante escena -convenientemente teatralizada y ensalzada por los medios afines- abandonando airado la cumbre europea al vetársele de primeras la ‘excepción ibérica’ con el gas o incluso el mimo con el que prepara el semestre de presidencia española a finales de 2023, afloran la mentalidad de alguien a quien España y los rivales políticos que le ofrece parecen habérsele quedado pequeños. Dicho lo cual, mejor no confiarse. Aunque entonces no era fácil de ver, si algo encumbró a aquel joven socialista defenestrado que cogió su Peugeot para recorrer España y recuperar su lugar en el mundo, fue la piel, su capacidad de conectar con las bases de un partido que no quería más de lo mismo. Desde entonces, nunca perdió ese ‘toque mágico’ para entender los momentos políticos, para estar en el lugar adecuado de las coaliciones, para ser el elegido de la suerte. Hasta ahora. El desapego de Sánchez estas dos semanas con quienes no pueden pagar la gasolina para ir al trabajo o incluso la factura de la luz es impropio de alguien con su habilidad política. Aznar, un político que hizo suyo un sentimiento social hasta el punto de apropiarse de la autopista del centro y sumar una mayoría absoluta de 183 diputados en 2000, también perdió esa conexión con la calle al final de su mandato. Sánchez sigue “trabajando en ello”, aunque por ahora, en lo suyo. Exactamente.

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