Capital sin Reservas

Los ‘felices años veinte’ de una economía zombi

El Gobierno se va a agarrar al año de nieves para maquillar 2021 como un gran año de bienes con las ayudas de los fondos comunitarios y la garantía de la barra libre que mantiene abierta el BCE.

La vicepresidenta Calviño saluda, sonriente, con la expectativa de las grandes ayudas procedentes de Europa
La vicepresidenta Calviño saluda, sonriente, con la expectativa de las grandes ayudas procedentes de Europa
EFE

Si alguien no lo remedia, y no parece que nadie esté interesado en hacerlo, el recién estrenado 2021 supondrá la consolidación en España de la nueva economía zombi, impulsada por la barra libre del Banco Central Europeo (BCE), las magnificadas ayudas que empezará a suministrar la Unión Europea a cuentagotas y, por encima de todo, el derroche de optimismo forzado a instancias de un Gobierno que actúa especialmente aleccionado para la ocasión. Pedro Sánchez ha entrado en su segundo año de mandato con la ganzúa de unos Presupuestos claramente prendidos con alfileres y cuya única utilidad práctica responde al socorrido y literal ‘tente mientras cobro’. Nunca tales malos tiempos deberán ser ensalzados con tan buena cara. O con tanta jeta que, para mejor entendernos, viene a ser lo mismo.

Nadia Calviño ha sido la primera en romper el hielo de la propaganda diseñada por los estrategas de Moncloa para sacar el mayor brillo posible a las cuentas y los cuentos económicos con que se ha dado la bienvenida al nuevo año. La vicepresidenta ha contraprogramado por la vía rápida los demoledores datos del paro registrado al término del último ejercicio, los peores desde el fatídico 2009 de la crisis financiera, con un anuncio trompeteado a los cuatro vientos como es la reducción de las emisiones de deuda previstas para el conjunto de 2021. El argumento que soporta una decisión realmente inesperada estriba en la mejora de la recaudación fiscal  inicialmente estimada por Hacienda, todo un brindis al sol para empezar las celebraciones de un año de nieves que, se supone, ha de ser también un año de bienes.

Quien no se consuela es porque no quiere, algo que está terminantemente prohibido en los mandatos gubernamentales de palacio, ya que España va a requerir de los mercados la friolera de 290.000 millones de euros a lo largo del ejercicio en curso, de los que 190.000 millones serán destinados a pagar viejas deudas y 100.000 a financiar los números rojos del déficit público incurrido en el año. Es precisamente esta última partida la que llena de satisfacción a la máxima responsable de la política económica, toda vez que las emisiones oficiales de deuda neta recogidas dentro de las cuentas públicas promulgadas en el BOE del 31 de diciembre alcanzaban los 110.000 millones de euros. Con todo y con eso, el Tesoro Público batirá en 2021 su récord pedigüeño superando de largo las apelaciones de deuda contraídas en los peores momentos de la pasada década.

Apoyado en el rescate silencioso de Europa el Tesoro Público batirá este año su récord histórico de endeudamiento para financiar un déficit cada vez más elevado

Mientras la burocracia comunitaria siga obligada a mantener el paso que marca la gran expansión monetaria todo hace presagiar que el Gobierno adaptará su estrategia fiscal a los objetivos de su ideario social, entre los que se incluye la financiación de los acuerdos alcanzados con sus aliados preferentes de legislatura; comunistas los primeros y nacionalistas todos los demás. El arrebato de Christine Lagarde prolongando el salvavidas del BCE hasta marzo de 2022 ha roto aparentemente los esquemas de la ortodoxia que acredita históricamente a los funcionarios de la Comisión Europea. La corriente de solidaridad que alienta el proyecto europeo está en su punto álgido, pero sería incauto olvidar que el oficio de Bruselas es mucho más timorato a la hora de sacar el talonario y especialmente celoso en la exigencia de garantías que condicionan cualquier cheque al portador.

Los empeños redentores de las autoridades de Fráncfort han desairado en buena medida a los halcones de la Unión Europea que, ni por lo más remoto, parecen dispuestos de condonar las deudas a sus deudores. No en vano, hace ya más de treinta años que la Iglesia Católica modificó el texto de la oración cardinal de culto y desde entonces lo que se perdonan son las ofensas pero los déficits se pagan religiosamente como Dios manda y en esto Bruselas no va a cambiar ahora los dictados de Roma. La misericordia del BCE tampoco es infinita porque su generosidad se financia con un dinero fresco que genera un pasivo financiero. En consecuencia, si se cancelase graciosamente el activo adquirido dentro del balance, el resultado daría como conclusión una pérdida del patrimonio neto que dejaría al banco emisor en situación contable de insolvencia.

Para evitar malas tentaciones y recuperar el espíritu de la disciplina fiscal, la nueva presidencia portuguesa de la Comisión Europea ha salido rauda al quite, recordando que en el segundo trimestre de este año se analizará la conveniencia de reactivar las normas y limitaciones del llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento. La cláusula de salvaguarda que permite a los diferentes Estados miembros saltarse los controles de déficit y deuda pública se adoptó por primera vez en marzo pasado, una vez declarada la Covid-19, dando lugar a un jovial recreo que se extenderá hasta finales de 2021. Habrá que ver si la fiesta se prolonga también al próximo año, lo que dependerá de la futura evolución de la pandemia y, más bien, de la capacidad que exhiban las grandes potencias europeas para sortear el deterioro de sus respectivas economías nacionales.

La vicepresidenta Nadia Calviño deberá mudar su pose taciturna por una sonrisa lo más contagiosa posible que sirva para transmitir el mayor optimismo económico

Para Pedro Sánchez es fundamental que la máquina burocrática europea siga atenazada por los inmensos temores de la crisis sanitaria. El jefe del Ejecutivo se ha decantado de forma descarada por una gestión pública a instancia de parte, haciendo bueno ese proverbio chino que aconseja no descalzarse hasta llegar a la orilla del río. Y entre los amores compartidos a los que está obligado por razones del cargo, el líder socialista se siente mucho más abducido por sus socios de legislatura que por sus ‘partenaires’ y colegas comunitarios. Entre otras razones porque los primeros son los que llaman directamente a su puerta cada dos por tres, en tanto que el pastoreo de los segundos es tarea primordial de Nadia Calviño, que para eso y no otra cosa fue solemnemente designada como vicepresidenta del Gobierno.

La ministra de Economía está obligada este año a mudar su pose taciturna por una sonrisa lo más contagiosa posible, aunque para ello tenga que recurrir al bótox con el que se han maquillado los numerosos pliegues contenidos en el vigente cuadro macro enviado a Bruselas. La ficción de una economía llena de costuras deberá mantenerse suficientemente alejada de la realidad para que lo más importante siga siendo lo único urgente. Ni la peor de las catástrofes debe interferir en el gran objetivo prioritario que consiste en mantenerse aferrado al poder. A tales efectos no se descarta una proposición oficial que declare la llegada de los ‘felices años veinte’. Sólo falta que remitan las inclemencias del tiempo presente y, si es posible, saber cuándo, cómo, dónde y quiénes obtendremos tamaña dicha.

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