Cuaderno de venta

El desconcierto de Sánchez y Ribera con el gas natural

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, saluda a la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera (d) durante el pleno celebrado este jueves en el Congreso.
El presidente, Pedro Sánchez, saluda a la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera.
EFE

El inquietante bulo sobre un gran apagón energético en Europa que circuló hace un par de meses con intensidad al final tenía su razón de ser. La causa no será extraterrestre, ni el campo geomagnético de la Tierra o un ataque de con un arma desconocida. Solo es una cuestión de precio y coste. Los países y empresas menos pudientes en el Viejo Continente están comenzando a bajar la persiana ante la insoportable escalada del coste de la energía. Es tan grave como parece. Los precios de la electricidad han marcado en víspera de Navidad un récord diario de 383,6 euros por MWh en España, ocho veces más que en 2020, siete veces más que en 2019 y seis veces el de 2018 por estas fechas. Si miramos a Europa, la situación no es mucho mejor.

Puestos a buscar culpables aparecen por doquier, aunque se corre el riesgo de simplificar demasiado y faltar a la verdad. ¿Las eléctricas españolas y el Gobierno de Pedro Sánchez? No deben ser los acusados principales, pero es inevitable presentar cargos por complicidad de una situación que está fuera de su control ahora mismo. Como señaló Ignacio Sánchez Galán en junio, "el principal beneficiario de la subida de los altos precios de la electricidad es Hacienda". Es un dato objetivo como demuestra el hecho de que, a pesar de la rebaja del IVA eléctrico del 21% al 10%, el erario recaudará más que en 2020 por esta vía, pero es que además recibirá ingresos extra por los derechos de emisiones de CO2. En lo relativo al papel de las empresas (Iberdrola, Endesa, Naturgy), ¿cómo explican que ganen más dinero y sean más rentables que sus homólogas europeas durante tanto tiempo?

Que la Hacienda de María Jesús Montero se vea beneficiada por la situación no significa que lo sea también el resto del Ejecutivo de Sánchez. Sin ir más lejos, el Ministerio de Transición Ecológica de Teresa Ribera debería explicar algún día, quizá en cuanto escampe la actual crisis, en qué estaban pensando cuando se dispusieron a penalizar la generación eléctrica de las nucleares e hidroeléctricas antes de verano. Fue un tiro en el pie que estamos pagando con creces. En una demostración de poder innecesaria y contraproducente, el 'decretazo' Ribera contra los 'beneficios caídos del cielo' pretendió repartir la carga del CO2 a energías no emisoras y acabó desincentivando su uso porque, jurídicamente, es algo feo fiscalizar estimaciones de beneficios.

El gas, de aliado verde a enemigo oscuro

Si hay un culpable de la crisis ese es el gas natural. Lo es porque los diseñadores de las agendas de transición contra el cambio climático decidieron que iba a ser la clave de bóveda del sistema eléctrico. Según estos planes, la generación de luz estable con este combustible fósil apoyaría la falta de estabilidad de las renovables en detrimento de la nuclear. Más allá de lo discutible que sea, sobre el papel, era una idea viable. Pero el gran aliado de lo verde en Europa se ha convertido en un enemigo oscuro porque su demanda masiva ha disparado su precio, pero a la vez también los de los derechos de emisiones de carbono. El Banco de España estimó que el 70% de la subida de los precios eléctricos tienen que ver con estos dos factores.

La falta de planificación con el gas natural ha situado a Europa en un callejón sin salida. ¿No se podía saber que la Rusia de Vladimir Putin usaría en algún momento su poder sobre el suministro del gas natural como herramienta de chantaje político? ¿Tampoco que maximizaría los ingresos con su principal cliente en cuanto tuviera la más mínima oportunidad? Lo cierto es que el precio del gas europeo, tanto el TTF del hub holandés como el Mibgas ibérico, han marcado esta semana un récord histórico por encima de 180 euros / MWh, ocho veces el precio al que nos tenía acostumbrados en los últimos años y muy por encima del Henry Hub estadounidense.

En España, la ausencia de previsión tiene otra historia particular. Cuando el sector eléctrico planteó a comienzos de 2021 la parada simultánea de Cofrentes (12 noviembre-18 diciembre), Almaraz (22 noviembre-29 diciembre) y Ascó I (octubre-noviembre), ¿nadie se preguntó si era lo más razonable? Si Moncloa no puso reparos fue, probablemente, porque el gas iba a estar ahí siempre disponible para la red eléctrica. Lo cierto es que el parón nuclear ha coincidido con los récords de la luz y todavía nadie ha entonado el 'mea culpa'. Hasta ahora, la cercanía de un gran productor como Argelia con dos gasoductos directos en la costa española había permitido mirar para otro lado con el pulso con Rusia casi cada invierno. Ese maná estable y seguro había inoculado una idea falsa de inmunidad energética en la clase dirigente los sucesivos gobiernos de PP y PSOE. La realidad se ha encargado de dar al traste con ese mundo feliz. 

La decisión de acoger en España -por la puerta de atrás- al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, fue el origen de una dura crisis diplomática con Marruecos que colocó a España entre la espada y la pared con Argelia. Es la raíz del reciente cierre del gasoducto Magreb-Europa después de 25 años de funcionamiento ininterrumpido y de las decenas de viajes oficiales de funcionarios entre Madrid y Argel. En el peor momento posible, con el gas por las nubes, Zahara de los Atunes (Cádiz) ha dejado de recibir el preciado fluido de origen argelino pero que viajaba por territorio marroquí. Tampoco parece coherente que el Gobierno que levantó un filtro antiopas para la inversión extranjera haya dado las bendiciones a la entrada de IFM en el accionariado de Naturgy, dueña junto Sonatrach y Blackrock del gasoducto Medgaz que une Argelia con Almería. El movimiento ha provocado una nueva mayoría accionarial que, por cierto, se está haciendo de oro.

Mostrar comentarios