Cuaderno de venta

La guerra del gas Putin-Biden y una recesión que asoma las orejas

Biden saluda a Putin a través de videoconferencia en diciembre.
Biden saluda a Putin a través de videoconferencia en diciembre.
DPA vía Europa Press

Bajo el subsuelo de Subijana de Álava, a pocos kilómetros de Vitoria, hay un yacimiento que puede contener potencialmente 180.000 millones de metros cúbicos de gas. Es el equivalente por lo bajo a más de 140.000 millones de euros al precio actual en Mibgas (75 euros/MWh) o más del doble si tomamos como referencia las cotizaciones máximas de diciembre en Europa. Su valor ante la crisis energética y geopolítica actual se adivina incalculable. El problema del yacimiento alavés es que para ser extraído deben usarse técnicas de fractura hidráulica, o 'fracking', cuyo impacto ambiental es considerable por lo que el Gobierno Vasco calificó la opción como “completamente descartada” en abril de 2021 apelando a los acuerdos de París (COP-21) sobre Emergencia Climática.

El gas es el pilar sobre el que se asienta el sistema eléctrico y energético en España y Europa desde que se apostó por la necesaria y urgente transición energética hacia las renovables. Se desechó el carbón como fuente de respaldo y generación, por motivos obvios en términos de emisiones de CO2, al igual que la nuclear, cuyo destierro no es fácil de defender en este momento. La cuestión es si nos lo podemos permitir o no. La alternativa a no usar el gas son los apagones porque las redes eléctricas necesitan de estabilidad, algo que las renovables todavía no ofrecen. Aquella decisión estratégica nos ha convertido en dependientes en energía de las importaciones de países, algunos muy lejanos y otros muy poderosos.

A menos de 4.000 kilómetros en coche de Subijana está a punto de desatarse una guerra que tiene como protagonista indiscutible al gas. No porque esté allí, sino porque Ucrania es un centro de distribución estratégico para Rusia, el que fuera mayor productor de gas y petróleo del mundo hasta que a partir de 2016 emergió la industria del ‘fracking’ de EEUU, que ha colocado al frente de los rankings de producción tanto en gas como en petróleo.

Producción no significa capacidad neta de exportación pero también ahí se ha dado un vuelco que ha colocado a los fracturadores americanos a la cabeza en exportaciones de GNL (Gas Natural Licuado). De hecho, EEUU (34,6%) fue el mayor proveedor de España el pasado mes de enero por delante de Argelia (25,4%), quien enviaba la mitad del gas que consumía la península ibérica a través de dos gasoductos (Medgaz y Magreb). Sorprendente e inesperado que se hayan disparado las importaciones desde el otro lado del Atlántico en la recta final de 2021, como también que lo hicieran desde Rusia.

Nord Stream, una guerra de poder y dinero

En este momento, Washington y Moscú suponen alrededor del 40% del gas que entra en España, camino de los 10.000 millones de euros anuales al cambio actual. Hay mucho más dinero en juego. Imaginen el consumo de Alemania, la locomotora económica europea, aunque en este caso el 80% era solamente de Rusia. Hasta que llegó EEUU a vender su gas y presionar a Berlín para frenar el proyecto Nord Stream 2, la segunda parte de un gasoducto que une los yacimientos árticos rusos directamente con tierras germanas sin tener que pasar por Ucrania, Bielorrusia o Polonia.

La Casa Blanca, desde la última etapa de Trump, se ha opuesto frontalmente a la puesta en marcha de la infraestructura para evitar que aumente la influencia rusa sobre Alemania pero, no lo olvidemos, para vender gas 'made in USA' que ha convertido a los americanos en los nuevos jeques del siglo XXI. Para el Gobierno de Vladimir Putin es un pulso a su poder crecimiento sobre Alemania, que desde hace una década se ha disparado conforme se iba arrinconando la nuclear y el carbón. De hecho, el excanciller socialista Gerhard Schroeder promovió, impulsó y preside la empresa rusogermana Nord Stream AG, que transporta 55.000 millones de metros cúbicos al año.

La fricción de Rusia y EEUU por el control del mercado mundial del gas natural y la influencia en Europa, invitado de piedra, ha alcanzado su punto final de tensión con la posibilidad real de una guerra en Ucrania. El asedio ruso al Gobierno de Volodimir Zelenski hace meses que comenzó en la escena económica y cibernética. El país es clave para la distribución del gas ruso a Europa del Norte y el Este, antigua área de influencia de la URSS que el Kremlin parece empeñado en recuperar. Desde la anexión de Crimea y la situación guerracivilista del Donbás, el control del corredor ucraniano era estratégico ante los planes de Turkmenistán, Kazajistán y Uzbekistán para llevar su gas a Europa través del proyecto Transcaspiano y el gasoducto Transanatolio vía Azerbaiyán y Turquía que llevaría gas, precisamente, a Ucrania, uno de los países promotores de la infraestructura.

La guerra se podía haber evitado, todavía se puede, pero requiere de varios imposibles difíciles de solventar. Por ejemplo, EEUU debe pasar por alto los cuatro años de influencia de la Administración Putin en la presidencia de Donald Trump. Segundo, Rusia tendrá que aparcar unos planes expansionistas que evocan lo peor del periodo de entreguerras de hace 100 años. Tercero, las dos superpotencias tendrán que renunciar a los ingresos milmillonarios y extraordinarios que están obteniendo vendiendo gas a Europa a precios de usura y desorbitados. 

La cotización del gas natural en los hubs de Holanda y España se ha multiplicado por cinco respecto a su estado ‘normal’. Sus efectos han sido monstruosos sobre la factura eléctrica y los costes industriales como se puede adivinar echando un vistazo a la inflación del 5,1% en la zona euro en enero. Con una economía que cojea todavía por la crisis de suministros, la inyección de inflación energética ha colocado al Viejo Continente al borde la recesión. Para más inri, con una subida de tipos de interés en capilla para mantener la estabilidad de precios. Alemania entró en contracción al final de 2021 y dentro de un mes puede confirmar que su segundo trimestre consecutivo a la baja. Si alguien tenía alguna duda sobre la recuperación de la economía pospandemia… que hable ahora o calle para siempre. 

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