"Es como empezar de cero"

Las 24 horas después del alta: "Llevo tres semanas sin abrazar a mi hijo pequeño"

Verónica, paciente dada de alta
Verónica, paciente dada de alta
La Información

El mazazo del coronavirus ha dado un giro a la idea de normalidad. La vida parece haberse congelado en España. Sus ciudadanos viven el primer cambio de estación desde los balcones, mientras cada día sopesan si el estado de las baldas de la nevera merece el trance de una cola infinita hasta el supermercado. Aunque atrás quedó la barrera de los 100.000 infectados, con el pico de contagios superado, los españoles miran de reojo al 'plan de desescalada' que precede al desenlace de esta crisis sanitaria. Ahora, cada alta registrada - y ya sobrepasan las 50.000-, es una inyección de oxígeno para una sociedad confinada.

Verónica, 39 años: "Llevo tres semanas sin abrazar a mi hijo"

Verónica es enfermera en el hospital de Getafe y lleva más de tres semanas sin ver a su hijo de 3 años: "Desde que empecé con síntomas le dejé el niño a mi hermana, esta semana me reincorporo al trabajo y no sé cuándo volveré a abrazarle". Ahora, su hospital está copado de pacientes "con bicho", pero no lo estaba cuando ella lo pilló. La profesional recuerda que empezó a sentirse mal el sábado 14, justo cuando se decretó el estado de alarma: "Tuve una tos sospechosa al salir del turno de noche, el lunes ya no tenía síntomas y el jueves debía volver al hospital". Al principio, el centro se mostró reticente a hacerle la prueba, "A mí y a otra compañera que también presentaba síntomas". Las dos habían estado en contacto con una cortina de la habitación de un paciente contagiado. Nadie había cambiado la tela tras la salida del enfermo. El protocolo tardó más en llegar que el propio Covid-19.   

Verónica, paciente dada de alta
Las 24 horas después del alta: "Llevo tres semanas sin abrazar a mi hijo pequeño"  / La Información

Cuando atiende a la llamada de La Información, le quedan 24 horas para volver a la faena. "Estoy nerviosa, como si viviera el primer día de trabajo otra vez", comparte la enfermera. Se siente más protegida ahora, con todo el hospital lleno de contagiados -también los hay en Geriatría, su unidad- que cuando los enfermos del virus se contaban con los dedos de una mano: "Al menos ahora sé que entraré detrás de un EPI". Sabe que lo que tiene por delante es una verdadera batalla campal, "con sus altos y sus bajos", una lucha personal como la que ha encarado para enseñar a su hijo a lavarse las manos: "Le dibujo el virus en el dorso por la mañana y por la noche comprobamos si ha conseguido borrarlo". Desde que están separados, el pequeño llama a diario: "Mamá, me vas a tener que dar un premio, hoy también he acabado con el bicho".

Ángela, 52 años: "Cuando volví no sabía por dónde empezar"

Para Ángela, de 52 años, la vuelta al trabajo fue "como estar dentro de una película". Pasó veinte días de lucha en casa, sin apenas salir de su cuarto, en el piso que comparte con sus hermanos en Hortaleza. "Soy la persona más activa del planeta, pero debía tener cuidado por mi hermano. Tiene 72 años". El martes 7 de abril salió a la calle a las 6:30 horas de la mañana. Hubo dudas, pero ese día se puso al volante, saltándose su ruta habitual -"suelo coger el metro"-. Cuenta que en el camino hacia el Ministerio de Defensa, donde trabaja de limpiadora: "Tuve una sensación muy extraña, todo estaba cerrado... ¡Incluso aparqué sin problemas!".

La noche anterior la pasó en vela. "No pude pegar ojo, estaba tan nerviosa". Normalmente se mueve con soltura, sacando brillo a cada rincón, pero este martes se quedó plantada en el centro del edificio. "Me vi desde fuera, mirando a un lado y a otro, a media luz, sin saber por dónde empezar", explica. La ilusión de volver a hablar con sus compañeras, aún con distancia de seguridad, fue más fuerte que cualquier reparo. Tiene por delante otro desafío: recuperar la normalidad en un Madrid desierto.

Ángela, 52 años: "Esto ha sido como empezar de cero"
Ángela, 52 años: "Esto ha sido como empezar de cero" / La Información

Pablo, 58 años: "Pasé 5 días sin salir de un cuarto sin ducha"

"Pasé cinco días ingresado en un cuarto del Ramón y Cajal... sin luz en el baño ni ducha". Pablo está llegando al final de la cuarentena, ya en su casa. Presentaba patologías previas -"tengo el azúcar y la tensión altas"- así que, cuando acudió a su médico con algo de fiebre y un dolor en el costado derecho, lo mandaron directamente a Urgencias. "Estuve unas horas allí y después me subieron a la planta de Cardiología". Fue entonces cuando sintió miedo, "allí subían sobre todo a la gente mayor y se oía un barullo constante de carros y gente". Era 20 de marzo y aún reinaba el caos en muchos hospitales. Durante el tiempo en que estuvo en esa habitación, un cuarto para tres, vio pasar a muchos compañeros: "Era agobiante, no podíamos asomarnos al pasillo, así que me dedicaba a pasear por la habitación... quince pasos para un lado, quince para el otro". 

Pablo, 58 años: "Pasé 5 días sin salir de un cuarto sin ducha"
Pablo, 58 años: "Pasé 5 días sin salir de un cuarto sin ducha" / La Información

Cuando le dieron el alta, se vistió en seguida, pero aún le quedaban casi 12 horas de larga espera: "Estuve medio día ocupando una cama que podría haberle servido a otra persona, solo a falta de unas pastillas". Sigue con tratamiento: "Unos pastillones naranjas contra la malaria y otras contra el VIH". Pero aún le queda otra batalla por librar. La vida ha seguido su curso y su fontanería se ha mantenido cerrada: "Ahora debo ponerme al día con todo el papeleo, tengo que arreglar lo del  alquiler con el banco y después la cuestión de la cuota de autónomos". Su gestor está desbordado y los trámites para llegar a las medidas del Gobierno no son fáciles. Con guantes y oculto tras una mascarilla, se ha armado de valor para abordar una larga lista de papeles que aporten algo de luz al futuro próximo de su negocio. "Llevamos desde el día 13 sin ingresar nada". Quizá pueda montar su oficina en la mesa grande del comedor, hasta que el bicho sea cosa del pasado, este es su rincón, la mesa pequeña le queda reservada a su mujer.

Maribel, 60 años: "Volveré en cuanto me digan que estoy lista"

Maribel pasó horas sentada en una silla de la unidad de Urgencias del hospital Reina Sofía. A sus 60 años, era uno de esos casos leves para los que no hay camas. "Hasta seis personas estuvimos en la misma situación", relata. "Desde ahí nos montaron en una ambulancia que nos llevó al hospital temporal de Ifema". Lo que encontró al llegar no distaba mucho de lo que se imaginaba. "Una cosa que se ha montado en 72 horas", describe al tiempo que resalta la calidad humana del equipo, "enorme y sin biombos, la intimidad no existe, me tuve que cambiar delante de todo mi box". Pasó tres días con sus cosas en una bolsa de basura y unas botas por calzado, pues las zapatillas que le llevó su hijo no pasaron el control de entrada. Antes de ingresar, estuvo  más de 20 días aislada en casa. Le aseguraron un seguimiento telefónico, "no sabía que eso significaba una llamada por semana, más que nada para comprobar si te renuevan el parte de baja".

Maribel, 60 años: "Tuve que vestirme delante de todo Ifema"
Maribel, 60 años: "Tuve que vestirme delante de todo Ifema" / La Información

Recuerda esos primeros momentos con angustia. "Trabajo en una residencia de ancianos, así que en cuanto noté los síntomas dejé de ir a trabajar". No le hicieron el test. Al principio le realizaron una radiografía que nadie revisó hasta pasada una semana. "Tuve miedo, estaba sola en casa y empecé a encontrarme peor". Fue entonces cuando la doctora rescató la placa: "Me dijo que tenía un pulmón inutilizado y en el otro apenas quedaba un circulito limpio". Debía ingresar inmediatamente.  Cuenta las horas para reincorporarse aunque, cuando atiende la llamada de este diario, nadie había sometido aún al personal de su centro de mayores a ningún test. "Ya recibí el alta y acabé el tratamiento", asegura antes de enumerar la larga lista de pastillas que ya ha transitado por su cuerpo. Quiere volver a trabajar, pero con garantías para ella y los ancianos: "Iré en cuanto me digan que estoy lista".

Antonio, 48 años: "Esto ha sido una prueba de fuego"

Antonio ingresó en una habitación de máximo aislamiento en el hospital Nuestra  Señora del Rosario con una neumonia bilateral, esa que afecta a otros órganos además de a los pulmones. Allí estuvo ocho días. Su vínculo con el exterior se limitó a las visitas intermitentes de las sanitarias y las limpiadoras, envueltas en plástico -"Aún en esta unidad veía a algunos profesionales vestidos con bolsas de basura"-; y a los ánimos que recibía de los vecinos de enfrente: "Abría un poco la ventana y la gente, desde sus balcones, lanzaba mensajes de apoyo". La enfermedad, recuerda, "puede cambiar en cuestión de horas... empeoras sin tiempo para prepararte".

Antonio, 48 años: "Esto ha sido una prueba de fuego"
Antonio, 48 años: "Esto ha sido una prueba de fuego" / La Información

Las llamadas lo mantuvieron en contacto con su familia - "¡Benditos móviles!"-. La cosa no cambió demasiado durante los nueve días que guardó cuarentena en casa: "Es extraño, volver y pensar 'ya estoy en casa'... pero sigues aislado". Describe su experiencia como una "verdadera prueba de fuego". Cuando por fin cumplió los plazos, volvió a pisar el salón. "Fue muy emotivo", recuerda. Su familia le preparó un vídeo de bienvenida al exterior. Responde a la llamada de este diario justo al terminar una teleconferencia con su equipo de trabajo. "Toda esa humanidad que ha sacado a relucir la crisis debe mantenerse... pero tenemos la memoria muy corta". En su encierro, llegó a andar más de seis kilómetros en una habitación. "Este virus te pone a prueba,  no puedes hundirte sino aprender que hay que aprovechar el momento", zanja.

Isa, 47 años: "Me siento una privilegiada"

La escena que golpeó a Isa la primera noche que pasó en la planta de Urgencias del Hospital de Fuenlabrada dejó fuera de toda duda la gravedad de la crisis a la que se enfrentaba el país. "Cuando llegó la noche y vi a la primera persona tirarse al suelo a dormir, gente mayor con oxígeno y todo... se me cayó el alma a los pies". Ella optó por quedarse en su butaca. Su traslado a Ifema fue casi inmediato, pues consideraron que, después de 13 días de aislamiento en casa de su hermano -"No podía ir a la mía porque mi hija es asmática-, era poco probable que su estado empeorase. "Me montaron con otras 30 personas en un minibus y nos llevaron al hospital de campaña".

Isa, 47 años: "Me siento una privilegiada"
Isa, 47 años: "Me siento una privilegiada" / La Información

Llegó al pabellón 9 del recinto ferial horas después de que el rey Felipe VI lo inaugurase: "Fuimos los primeros". Durante tres días recibió la atención y el cariño de unos profesionales que le hicieron sentir "como una privilegiada". Dejó el pabellón entre aplausos, con 14 días de cuarentena por delante: "Mi hermano me hace la comida y, cuando ya no hay nadie, salgo de la habitación, cojo la bandeja y vuelvo a mi cuarto". Este sábado sabrá si puede o no volver al trabajo: "Mis compañeras me dicen que en la fábrica está todo muy parado... yo tengo unas ganas locas de volver a la faena". 

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