"Cuidar a distancia no es posible"

Isidro, enfermero: "Hay que encontrar la forma de abrazar si vuelve el caos"

La ola de contagios ha obligado a los sanitarios españoles a recordar aquellas semanas en las que los  pacientes empeoraban y morían en soledad.

UCI hospital coronavirus
Imagen de una UCI en un hospital español durante los peores días del coronavirus.
EP

En un cuarto del Hospital Universitario Doctor Peset de Valencia, María aguarda la llegada de Isidro, el enfermero que vigila los efectos del virus en el cuerpo de la mujer. "¿De qué quieres hablar?", pregunta el profesional. "De fútbol", contesta María. El enfermero trata de averiguar de dónde viene la afición de la mujer por el deporte rey. "No me gusta el fútbol, me gusta el ganchillo, pero necesito hablar con alguien de lo que sea". Con los rebrotes, han vuelto los recuerdos de aquellas semanas donde los enfermos agravaban y morían sin acompañantes. Con esa convicción que surge de la experiencia, Isidro García Salvador, vicepresidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL), asegura: "Cuidar en la distancia es imposible. Si vuelve el caos, habrá que encontrar formas seguras de dar abrazos".

Cuando el enfermero preguntó a María qué era lo que necesitaba, la mujer no dudó: "Estoy bien, pero sola. Solo necesito hablar con alguien".  Ni fútbol ni ganchillo. Isidro y María acabaron hablando de cine. El sanitario sabe que la compañía no solo está en las palabras. "Hay muchas cosas que hacemos con nuestra cara que son compasivas". Por eso, en algún momento el enfermero salió del cuarto de María y volvió a entrar. Esta vez sin mascarilla. "Yo en la puerta, ella en la cama". Necesitaban verse las caras por un instante.

"Se ha hablado mucho estos días del lenguaje no verbal, de lo crucial que es interpretar las miradas... pero, cuando uno entra en una habitación como un pitufo extraterrestre vestido de azul y con gafas de marciano, no resulta fácil". En una llamada con La Información, García insiste en adaptar la asistencia al paisaje que ha dibujado el virus, para dar con estrategias que garanticen la protección, sin cortar de raíz el acompañamiento. Los casos diarios volvieron a marcar su propio récord este viernes. El país sumó 1.895 positivos confirmados por PCR, la peor cifra desde el final del estado de alarma, aún sin incluir los contagios en Aragón, que no llegó a tiempo al conteo. Al contrario que en marzo, ahora sí podemos seguir la pista al virus.

Hace meses, los sanitarios españoles se enfrentaron al mayor desafío desde la Guerra Civil. Nunca antes en nuestro país se había vivido una situación tan excepcional a causa de una amenaza sanitaria. "Nos dijeron que teníamos que entrar a las habitaciones de los enfermos lo estrictamente necesario. Pero ¿qué quitas? ¿La compasión? ¿La empatía? ¿Hablar con quien siente soledad?". Para García no hay duda: "Es imposible mantener la distancia como cuidador".

"Tenemos que dar con la manera, porque los abrazos en la distancia están muy bien... solo temporalmente. Mantenerlos de forma indefinida no creo que sea lo más adecuado", sugiere el enfermero que preside la Asociación Española de Enfermería en Cuidados Paliativos (AECPAL). Isidro insiste en que sus palabras trasladan una visión personal, pero compartida por otras voces expertas.

"Pasamos de decir que la Covid era una gripe... a comprobar que la gente moría de forma fulminante"

"No sería justo evaluar con los ojos del momento actual las actuaciones de marzo, cuando no sabíamos qué hacer", afirma Esther Limón, médico de Familia en el centro de Atención Primaria Ronda Prim de Mataró y tesorera de SECPAL. "Hemos estado tan perdidos y, a la vez, hemos sentido tanto miedo que en ese contexto surge la metodología del triaje en catástrofes y lo seguimos disciplinadamente". La especialista recuerda los giros en el argumentario frente a la Covid que alimentaron la incertidumbre y sus sombras. "Pasamos de decir que el coronavirus causaba un cuadro similar al de una gripe, a ver que la gente se moría de forma fulminante". 

Hay recuerdos que el tiempo no podrá borrar. Para sanitarios como Isidro, que hacen de la empatía una de sus principales armas, la experiencia de cuidar detrás de una barrera de plástico ha sido aún más impactante. La eclosión del SARS-CoV-2 abrió la puerta a un escenario de guerra que obligó a imponer drásticas restricciones. Enfermos graves sin acompañantes, ancianos en residencias sin visitas familiares y aislados en sus habitaciones desde hace más dos meses, personas que fallecen sin el calor y la compañía de sus seres queridos. Los rebrotes obligan a revivir las horas más oscuras. 

Desde aquella fotografía, en distintas CCAA se han ido elaborando protocolos que flexibilizaban la prohibición de acompañar a estos pacientes. Algunos sí, algunos no. "No han existido criterios uniformes. Hay casos en los que sí se ha permitido a los familiares de enfermos con Covid acompañarlos si les quedaban determinadas horas de vida", explica García. Pero el virus no siempre avisa. "Llevo mucho tiempo trabajando en paliativos y no soy capaz de predecir la muerte con esa exactitud".  El enfermero apuesta por facilitar a los acompañantes los medios necesarios para un contacto con garantías y, tras la despedida, probablemente cumplirán un aislamiento preventivo.

"Hemos podido ir aprendiendo y ahora podemos reclamar la humanización de todo lo que hemos vivido", asegura Limón. Los pacientes paliativos de toda España quedaron a expensas de la Covid. Con todas las manos dedicadas a frenar la pandemia, las personas con enfermedad avanzada o en situación de final de vida chocaron de frente con la vulnerabilidad, enfrentándose al aislamiento, la falta de comunicación con el personal y el temor, en muchos casos, a una muerte en soledad. Llegue cuando llegue, las plantillas de los hospitales están ahora alerta a una segunda ola. Puede que ahora España esté preparada para cambiar de plan, del salvar vidas a lo  toda costa, a hacerlo sin soltar de la mano a los rezagados.

Mostrar comentarios