Los presupuestos de la UE para 2017 marcan el punto final de la austeridad

  • El populismo, las elecciones en varios países y el estancamiento económico presagiado por las instituciones financieras obligan a cambiar el rumbo.

    Las mismas medidas que fueron impuestas han demostrado ser ineficientes, ya que no han servido para recuperar los niveles previos a la crisis económica.

Angela Merkel y Hollande en Berlin el pasado 28 de septiembre
Angela Merkel y Hollande en Berlin el pasado 28 de septiembre
Luis Díaz

Subir los salarios y bajar los impuestos. Las instituciones que dirigen el rumbo de la Unión Europea (UE) se están haciendo un lavado de rostro que ha llevado su discurso de la defensa a ultranza de la ortodoxia económica al "No hay austeridad en Europa" del francés Pierre Moscovici, Comisario europeo de Asuntos Económicos.

En esa línea camina el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, que advirtió de que había llegado "El momento de que los salario suban en Europa. Llevan mucho tiempo creciendo por debajo de la productividad". Incluso la OCDE, el organismo que agrupa a las principales economías del mundo, se suma a esa corriente que pide más inversión pública y menos austeridad.

Todos estos organismos son conscientes de que el crecimiento en las economías desarrolladas está estancado. Así lo demuestra el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI). España es el único país de la zona euro con un crecimiento por encima del 2% para los próximos dos años. Alemania -1,7% en 2016 y 1,4% para 2017-, Francia -1,3% y 1,3% -, e Italia -0,8% y 0,9%-, el núcleo de la UE, ven como su crecimiento merma en los próximos años. Al igual que la zona euro, que fijará el aumento de su PIB en el 1,7% y el 1,5% al cierre de 2016 y 2017. Cifras paupérrimas que delatan un estancamiento endémico.

El giro gradual hacia una política fiscal menos opresiva viene precedido de un recordatorio: "la austeridad en la zona euro fue un mal necesario". Ese es el sentimiento general en el seno de estas instituciones que ahora cambian su discurso radicalmente. Si antes pedían cumplir a rajatabla los presupuestos, ahora quieren "ralentizar o suspender temporalmente sus esfuerzos de saneamiento" para "adoptar una orientación expansionista", según el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría. Este "mal necesario" ha conseguido que se reduzca el déficit de la Unión Europea del 4,2 en 2011 al 1,9% previsto para 2016, saneado las cuentas.

Pero la Unión Europea no ha logrado alcanzar los estándares máximos de empleo. Todavía está 175.000 trabajadores por debajo, un 0,08%, de la cifra que alcanzó en el año 2008. La eurozona está un 1,1% por debajo respecto al nivel previo, lo que supone 1,6 parados más. España cuenta con un 11% más de parados, 2,3 millones, según Eurostat. Tampoco ha vuelto a alcanzar niveles de inversión previos a la crisis, aunque se espera que para 2018 se igualen las cifras. Una década después.La Unión Europea da un giro a sus políticas

El claro síntoma del giro en política fiscal lo protagonizaron España y Portugal. Si a finales de julio se perdonó la multa de 2.000 millones, el 0,2% del PIB, fue para representar esta nueva visión expansiva que promulgan ahora. A esa 'bula fiscal' por el incumplimiento reiterado del Pacto de Estabilidad habría que sumar el aumento de margen del déficit: si en 2016 debía ser el 3,6% ahora es del 4,6%; si en 2017 era del 2,5% ahora se dispone hasta el 3,1%.

Esto no quiere decir que en Europa no queden defensores de la ortodoxia económica. Los conocidos como 'halcones' del euro (Holanda, Austria, Finlandia...) poseen ideas bastante lejanas a esta nueva vía. Aumentar la deuda a través del gasto público está bastante lejos de sus preferencias y que España salvase el cuello costó horas de negociaciones.El núcleo fuerte de Europa tiene elecciones en 2017

Este nuevo rumbo no tiene solo una explicación económica. Si se tiene en cuenta que las tres economías más grandes de la Unión Europea se enfrentan a citas electorales decisivas, con riesgo de que los representantes que ostentan el poder abandonen la poltrona, se comprende esta la manga ancha impuesta. 

Alemania representa mejor que nadie el cambio de discurso. Si durante los años duros de la recesión pidió sobriedad, ahora se suma a la ola de países favorables a políticas fiscales expansivas. El ejecutivo de Angela Merkel planea adelantar una rebaja fiscal de 7.000 millones para principios de 2017 -se habló de 15.000 tras las elecciones-, aunque en un primer momento estaban fijadas para después de los comicios, que deberán celebrarse antes de octubre del año que viene.

En la misma línea va Francia, no solo porque también celebre una cita electoral en la que François Hollande se juega una más que improbable continuidad. El gobierno francés -que anunció una bajada de impuestos para los contribuyentes con rentas inferiores a los 1.700 euros que equivaldrá a 1.000 millonesaseguró que estará por debajo del 3% de déficit, pero Bruselas vigilará la "credibilidad" presupuestaria de los galos. Además aumenta el gasto en las partidas de educación y seguridad, azotada por los ataques terroristas.

En Italia no hay elecciones, pero casi. Matteo Renzi se la juega en un referéndum para reformar la Constitución que supondrá su dimisión si pierde. Sus presupuestos suponen una rebaja de los impuestos para las empresas e inversiones en educación, sanidad y pensiones por un importe de unos 26.500 millones de euros. El problema de Renzi es el Movimiento Cinco Estrellas, que amenaza la estabilidad lograda en Italia.España y Portugal, de la mano

Cierto que España rompe el molde, ya que tendrá que acometer -o se le ha impuesto- recortes por valor de 5.000 millones durante los próximos dos años. Pero el ejecutivo de Rajoy es pionero en lo que se refiere a política fiscal laxa. Subrayar que sus bajadas, que se realizaron antes de las elecciones, fueron las responsables de incumplir el tope de déficit, pero que, junto a factores como la caída del precio del petróleo o los tipos de interés bajos, han dado alas a España , que continúa creciendo por encima del resto.

En cuanto a Portugal, el compañero de baile de España en el espinoso terreno de las sanciones, el bloque de izquierdas que forma el ejecutivo presenta más luces que sombras en sus presupuestos: menos carga fiscal, aumentará de las pensiones, pero también los impuestos indirectos y creará una tasa para las grandes fortunas inmobiliarias. Austeridad obligada por Bruselas.

Desde hace tiempo se viene avisando de que la política monetaria no da para más. Los intentos de Mario Draghi, quien aseguró que "La política monetaria no basta para apoyar el crecimiento"de evitar la deflación y consolidar el crecimiento y la inversión han sido insuficientes. Ahora toca usar la otra herramienta macroeconómica: la política fiscal.El auge de los populismos obliga a levantar la mano

Sin embargo, no hay que escarbar mucho para descubrir que hay otra causa para explicar la nueva ligereza presupuestaria. Porque estas medidas también han sido el caldo de cultivo de una serie de partidos de corte xenófobo o populista en todas las economías desarrolladas. Un populismo que ahora teme el FMI, tras haber auspiciado la austeridad.

Desde el partido antiinmigración Alternativa para Alemania (AfD) -que ya ha dado algún susto a Angela Mekel aprovechándose de la política en materia de refugiados de Merkel- hasta el Frente Popular de Marine Le Pen hacen peligrar la integridad de la Unión Europea, más preocupados de proteger sus fronteras que del proyecto comunitario. Si la Alemania de Merkel cae y Le Pen se hace con el gobierno, la Unión Europea se tambalearía.

La primera victoria de estos movimientos fue el Brexit, que cada vez coge un tono más antiimigración y con visos proteccionistas. Pero hablando de anglosajones, es Donald Trump el cabecilla de esta tendencia. Conquistando el voto de los Estados Unidos empobrecidos desde 2008 ha conseguido llegar a la carrera de la carrera por la Casa Blanca. Acabar con la inmigración, el proteccionismo y las críticas al 'establishment' que propuso las medidas han sido sus bazas.

Pero, de vuelta a Europa, está claro que los próximos doce meses decidirán el futuro del proyecto europeo. Si en cada nación empieza a ganar el odio gestado tras años de ortodoxia fiscal, sin líderes capaces de guiar el proyecto y con una economía a media asta, puede que el giro económico llegue demasiado tarde.

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