Momento clave en la Transición

Cuarenta años del 23-F y de un golpe de Estado que aún está lleno de enigmas

España no es una excepción en la Europa de la segunda mitad del siglo XX en cuanto a intentos de toma del poder por la fuerza: de Portugal a Grecia o Francia tuvieron sus ejemplos de distinto calibre y procedencia.

La toma del Congreso por Tejero el 23-F es uno de los temas que aborda Pilar Urbano.
Cuarenta años del 23-F y de un golpe de Estado que aún está lleno de enigmas.
L.I.

En los últimos dos siglos, España ha sufrido 25 golpes, intentonas, rebeliones, asonadas, levantamientos militares, algunas de las cuales terminaron en Guerra Civil. Unos golpistas eran más de izquierdas. Otros, más de derechas. Pero todos ellos han supuesto una profunda convulsión que ha paralizado, conmocionado o cambiado de dirección a todo un país.

Pero dar golpes de estado y asaltar el parlamento parece que no es algo característico de los militares españoles. El 6 de enero de este año de 2021, la democracia aparentemente más consolidada del mundo, la de EEUU, vivió el asalto de grupos y milicias conservadoras, que invadieron el Capitolio. Resultado: dos muertos y amplios destrozos. 

Y al hablar de golpes militares, Europa ha dado muchos ejemplos en los últimos cien años. Siete años antes del 23-F, en 1975, un grupo de militares de izquierdas se levantó en armas en Portugal contra el gobierno de Marcelo Caetano y lo obligaron a dimitir y a terminar con el régimen autoritario fundado por Antonio de Oliveira Salazar. En 1967, un grupo de militares de derechas se sublevó contra el gobierno de Grecia e implantó una junta que duraría hasta 1974. Se llamó la Dictadura de los Coroneles.

En 1958, los generales franceses Massu y Salan organizaron una rebelión militar, tomaron la isla de Córcega, prepararon a los paracaidistas para saltar sobre París en la llamada Operación Resurrección y, ante la inminencia de este golpe militar, el gobierno cedió y nombró como jefe de estado a un militar adorado por los golpistas: el general de Gaulle. Así empezó la Quinta República.

En 1991, cuando se desmoronaba la URSS, unos militares nostálgicos del comunismo, situaron sus carros de combate frente a la Duma, el Parlamento ruso, y con sus proyectiles la dejaron como un panal de abejas.

Los golpes de estado, militares y civiles han sido una marca de fábrica tan europea que el escritor Curzio Malaparte los resumió con originalidad en el libro llamado 'Técnicas del golpe de estado': desde los comunistas alzados con las guarniciones militares para tomar el poder en Rusia e imponer la dictadura del proletariado (la Revolución de Octubre), pasando por el putsch de Kapp en Alemania en 1920 o la toma de Roma por Mussolini y sus camisas negras en 1922, en ese libro estaba el mejor resumen del pasado golpista europeo.

En América Latina se han conocido en el siglo veinte los golpes de militares de derecha, como el general Videla en Argentina (1976), el general Pinochet en Chile (1973), y el general Stroessner en Paraguay (1954); y de izquierdas como el comandante Chávez en Venezuela (1992), y por supuesto, las Fuerzas Armadas Revolucionarias del comandante Fidel Castro en Cuba (1958), cuya dictadura, junto con la de Venezuela, se mantiene hasta hoy

¿Hay algún patrón que explique los golpes militares? En general, sí: como el magma que sale de los volcanes, explotan cuando hay una presión política, económica social subterránea manifiesta. ¿Cuáles eran esas tensiones vividas en España antes del intento de golpe del 23 de febrero de 1981?

Primero. Muchos de los militares de alto rango y guardias civiles en activo o retirados eran los mismos que habían combatido en la Guerra Civil contra el comunismo. En 1977, había sido legalizado el Partido Comunista y ahora sus representantes se sentaban en el Congreso. Para los militares era un desafío.

Segundo. ETA, un grupo terrorista marxista-leninista e independentista, había alcanzado el cénit de sus asesinatos el año anterior: 93 personas asesinadas, la mayor parte guardias civiles y militares. En los dos años anteriores a 1980 ETA había asesinado a 151 personas.

Tercero. La situación económica era desastrosa. Huelgas en las fábricas, cierres de empresa, caída del PIB, huida de capitales, devaluación de la peseta, aumento de la inflación y del paro.

Cuarto. Aumento de los delitos. Las estadísticas de la Policía indican que los delitos contra la propiedad pasaron de 83.000 en 1972 a 280.000 en 1980. Y los delitos en general se triplicaron en ese periodo.

Quinto. Ataque a los símbolos más importantes para representantes de las Fuerzas Armadas: la unidad de España, el general Franco, el rey, así como el escudo, la bandera, el himno, la familia, la religión, etc. 

Para los sublevados en España, el eje del mal lo representaba el parlamento y los partidos políticos que con las nuevas leyes (la Constitución, las autonomías…) estaban cambiando el orden de cosas que había prevalecido durante casi 40 años.

Todo ese cóctel era para algunos militares y guardias civiles motivo suficiente para levantarse contra el régimen constituido, el cual se reflejaba en el Parlamento. Así que en la tarde de aquel 23-F, a las 18.23 horas, un grupo de doscientos guardias civiles comandados por el teniente coronel Antonio Tejero, entraron en el Congreso con sus armas, dispararon al techo, y mantuvieron durante varias horas secuestrados a los diputados elegidos en los comicios democráticos. Casi al mismo tiempo, el teniente-general Jaime Milans del Bosch, sacó 50 carros de combate y dos mil hombres a las calles de Valencia y decretó el estado de excepción.

En el recuerdo de los diputados quedó grabada la frase "¡Todo el mundo al suelo!", pronunciada por Tejero al irrumpir en el hemiciclo pistola en mano y causar el pánico. Forcejeó con el general Gutiérrez Mellado, vicepresidente de gobierno y ex ministro de Defensa, y con el propio Adolfo Suárez, presidente de gobierno.

El momento político era especial: Suárez había sido elegido presidente de gobierno en 1976, pero cinco años después, en 1981, mantenía un gobierno inestable plagado de dimisiones: el Partido Socialista había provocado una moción de censura en 1980; el partido de Suárez, la Unión de Centro Democrático, se descomponía; y en enero de 1981, Suárez presentó su dimisión. Aquel 23 de febrero de 1981 se procedía a elegir al nuevo presidente de gobierno: Leopoldo Calvo Sotelo, de la Unión de Centro Democrático. Tejero y los sublevados pensaron que era el momento de dar un golpe de timón y cambiar el rumbo de las cosas. Sin embargo, el golpe parecía encallar en sus primeras horas porque a lo largo de la tarde y la noche, las cosas permanecían inmóviles. Los militares decían "esperar órdenes de arriba", sin saberse a quién se referían.

En un momento de la noche, el general Alfonso Armada, que había sido instructor y consejero del rey, apareció en el Congreso para dialogar con Tejero. Ofrecía crear un gobierno de unidad nacional compuesto por representantes de los partidos principales, desde Felipe González, hasta miembros del Partido Comunista. Tejero se negó diciendo: "Mi general: yo no he asaltado el Congreso para esto". Desde el principio, Armada había formado parte de la conspiración, pero confiaba en un golpe pacífico, sin disparos. Todos los indicios apuntan a que los sublevados de alto rango no querían un regreso a una dictadura, sino asentar una democracia, y dar paso a elecciones, aunque sus métodos fueran singulares. Pero no tomaron en cuenta con que Tejero, el principal ejecutor, no deseaba esa salida.

A la una de la madrugada del 24 de febrero, el rey Juan Carlos realizó una alocución televisada en la cual expresó su rechazo al golpe, y proclamó su lealtad a la Constitución. Inmediatamente horas después, Milans del Bosch suprimió el estado de excepción y ordenó el regreso de la acorazada.

Al día siguiente, el teniente coronel Tejero firmó su rendición sobre el capó de un todoterreno. A las 12 el Congreso estaba desalojado. Tejero, Milans del Bosch y Armada fueron condenados a 30 años de prisión. Milans del Bosch sería indultado nueve años después del golpe debido a su edad. Armada fue también indultado siete años después del golpe por razones de salud. Tejero cumplió 15 años de cárcel.

Paradójicamente, la misma democracia puesta en peligro por un grupo de militares se salvó por un grupo de militares. La mayoría de los tenientes-generales al mando de las regiones militares se manifestaron en esas horas cruciales leales al rey y a la Constitución de 1978, como reveló una información de "El País" diez años después del 23-F. Así, de las nueve regiones militares de la península, y las dos capitanías generales de Baleares y Canarias, (once en total), seis eran leales al rey y a la Constitución, cuatro quedaron a la espera de acontecimientos, y solo una claramente sublevada: Valencia. Nada que ver con la sublevación de 1936, en la que unas regiones se sublevaron inmediatamente y otras fueron sofocadas con violencia.

Muchos aspectos del intento del golpe de Estado del 23-F quedaron sumidos en la oscuridad. ¿Qué querían hacer los sublevados de verdad? ¿Quiénes estaban implicados? Lo que casi todos los que vivieron aquellos momentos afirman es que durante unas horas, el destino de España estuvo a punto de volver al mismo punto que en 1936.

Mostrar comentarios