Un nuevo escenario político

El giro de Sánchez al centro 'cabrea' a UP y rompe al Gobierno por la izquierda

La decisión de enviar armas a Ucrania y el cambio sobre el Sáhara marcan una estrategia que apunta a un nuevo enfoque político de Moncloa para desprenderse de las “amistades peligrosas” de extrema izquierda. 

Pedro Sánchez
El giro de Sánchez hacia el centro rebela a UP y pone 'patas arriba' la legislatura. 
efe

Que Pedro Sánchez es un adalid del 'escapismo' político ya no lo duda nadie. Es capaz de decir una cosa y al día siguiente hacer la contraria con la misma impasibilidad, sin remordimientos y sin dar explicaciones o disculpas. Es su estilo y su manera de actuar en política. Sólo respeta las reglas de juego que él establece. Ante la invasión de Ucrania perpetrada por Rusia, la reacción de Sánchez fue la de negarse a enviar armas al país agredido, salvo que se hiciera a través del fondo especial de la Unión Europea. Cuarenta y ocho horas después de anunciarlo en TVE, el Gobierno -en su facción socialista- rectificaba y decidía que España iba a enviar armamento a Ucrania como hicieron todas las demás naciones de Europa. De la misma manera y cuando nadie lo esperaba, el líder del PSOE cenaba con el canciller alemán mientras saltaba a la luz un cambio radical en la política sobre el Sáhara, para reconocerlo como una autonomía de Marruecos y echar por tierra cualquier opción de una referéndum. 

La presión de los aliados funcionó, no así la de los socios de coalición que discreparon abiertamente de esa actitud, calificada como belicista, en un caso, y como una gran traición, en el segundo. El ataque repentino de solidaridad con Ucrania por parte del Gobierno era un cambio de estrategia, en un nuevo enfoque político de desprenderse en buena medida de las “amistades peligrosas” de extrema izquierda, para abrazarse a una actitud más disimulada y con un perfil más de centro izquierda, sin extremismos. Las elecciones ya empiezan a sonar aunque sea de lejos y es preciso ir recolocándose para que la opinión pública, los votantes, en definitiva, te pillen donde más te interesa. De ahí que sea aconsejable rectificar y ser uno más con la Unión Europea y con la OTAN; y a los socios de Unidas Podemos que les den un vaso de agua, según la teoría “sanchista” son ellos los que deben espabilarse y cambiar de postura o, al menos, apoyar las decisiones del Gobierno.

Hace cuatro años, cuando aún estaba en la oposición, el presidente del Gobierno dijo públicamente que sobraba el Ministerio de Defensa y que había que replantearse su futuro. Una vez alcanzado el poder, las cosas se ven de otra manera y las alfombras mullidas te hacen replantear tus decisiones. En un arrebato que muchos catalogarían de militarista, y guiado quizá por la influencia de la cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid este mes de junio, Sánchez ha dado un doble salto mortal que sus socios de Gobierno entienden todavía menos: anuncia que el Gobierno cumplirá los compromisos adquiridos por España en el seno de la OTAN, y que, entre otras cuestiones de carácter militar, supondrá incrementar el presupuesto de Defensa hasta el 2% del PIB.

La invasión de Ucrania le está complicando la vida a una izquierda que camina contra dirección. La idea de que hay que invertir más en defensa está aceptada, aunque no sea de manera entusiasta, por la inmensa mayoría de una sociedad preocupada por su futuro. La guerra le ha devuelto a la OTAN cierta relevancia que no tenía en los últimos años, además de dibujar un panorama más tétrico que exigirá replantearse algunos sacrificios desde el punto de vista económico y social. El momento bélico no favorece a los movimientos de izquierdas, al menos como consigna que pueda imponerse de manera exitosa como sucedió con la guerra de Irak. Por si fuera poco, en las encuestas del CIS del jueves pasado se refleja un claro descenso en votos hacia Unidas Podemos confirmando su bajada a los infiernos; ya sabemos que son las encuestas “precocinadas” de Tezanos, pero no dejan de tener su verosimilitud ya que coinciden con otros trabajos demoscópicos realizados estos últimos días, y también coinciden en el desgaste político de la formación morada.

Parece claro que quien manda en el Gobierno es Pedro Sánchez y los de UP son cada día menos influyentes por no decir que son meros comparsas de los intereses socialistas. No consiguen destacar por su acierto político ni por la situación de la guerra que los limita y les desacredita en gran medida. Sus actitudes generacionales no están de acuerdo con estos tiempos singulares y duros, y sacan a relucir otras fórmulas más acordes con una realidad que Unidas Podemos intenta defender pero sin conseguirlo. Además, tienen la replica no sólo de la oposición, sino de sus compañeros del propio Gobierno socialista que llevan tiempo deslizándose hacia zonas menos radicales, alejadas de la extrema izquierda que hasta ahora les ha caracterizado. Pero lo que para unos es un inconveniente, bien puede convertirse para otros en virtud, ya que los auténticos votantes de izquierdas quizá no se conformen con un gobierno descafeinado al estilo PSOE y se inclinen por una izquierda más auténtica.

El miedo a los acuerdos transversales que Pedro Sánchez está intentando llevar acabo con la oposición, sin descontar el interés de una posible gran coalición blanda con el PP, han enfurecido a Unidas Podemos y a toda la izquierda. La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, tan complaciente con las directrices del presidente Sánchez, ha mostrado esta vez un gran descontento, sobre todo en el cambio de escenario ante el Frente Polisario y el Sáhara, y ha indicado que hay que priorizar la mayoría de la investidura que asegure que aquí no entran otros actores de reparto, ni se buscan “otros acuerdos de país”. Hasta Ione Belarra, no muy afín ni complaciente con Díaz, ha coincidido con ella en fijar una postura de clara unidad: "Nosotros estamos trabajando para que la mayoría plurinacional y progresista que sostiene a este Gobierno continúe y sea quien marque las prioridades políticas”. En pocas palabras, Díaz y Belarra reiteran la necesidad de “cuidar esa mayoría” que les ha permitido avanzar en los dos últimos años. Veremos si Sánchez está por esa labor, o continúa retorciendo la cuerda en el cuello de Podemos.

La izquierda española tiene un grave problema de solvencia consigo misma

Las diferencias entre UP y PP son claras y evidentes. Los populares apuestan por bajadas de impuestos en lugar de una tasa a los beneficios extraordinarios de las eléctricas por la especulación en el precio del gas. Mientras tanto, Yolanda Díaz seguía empeñada en convencer a todo el que quisiera escucharla que el Ejecutivo va a defender a las clases trabajadoras, algo que en este momento muchos se cuestionan dados los malos resultados del Gobierno en estos últimos meses, y dada la grave inflación que nos acecha, sin olvidar la lentitud gubernamental a la hora de bajar los precios, previstos para finales de este mes. La clase trabajadora, harta de casi todo, difícilmente está dispuesta a tragar las promesas políticas sin ver antes resultados verdaderos.

Una vez más, la ruptura política que realmente preocupa viene por parte de los partidos que forman el Gobierno de coalición, que cada día parecen más distanciados y divididos, y no tanto por el habitual enfrentamiento que mantienen con la oposición. Yolanda Díaz anunció una vez más la medida de gravar los beneficios extraordinarios de las grandes eléctricas, y rápidamente la parte socialista del Ejecutivo evitó confirmar la propuesta. ¿Qué hay en esta constante divergencia no exenta de rifirrafes políticos entre la izquierda? ¿Es una ruptura real o es sólo un posicionamiento táctico? Parece como si Pedro Sánchez, que teme la llegada del tsunami económico, buscara apoyos donde sea menos entre sus socios de izquierdas, siguiendo de paso un doble juego estratégico. Por un lado, forzando a su partido, el PSOE, a distanciarse y enfadarse con sus socios de Gobierno, y obligarles de paso a que sean ellos los que rompan la coalición, y así tener él la excusa perfecta para convocar unas elecciones forzado por las circunstancias, que seguro pintan mejor ahora que dentro de un año.

Parece claro que quien manda en el Gobierno es Pedro Sánchez y los de UP son cada día menos influyentes 

Pero no, Unidas Podemos no está dispuesta a vender ni a perder la piel de su oso después de tanto tiempo buscándolo, y resistirá todo lo que haga falta, hasta el último minuto: más vale pájaro en mano cobrando de un cómodo ministerio, que cien mil urnas volando. No olvidemos, además, que en sesión parlamentaria el presidente del Gobierno ha prometido que él no adelantará las elecciones para aprovecharse de la debilidad de su rival. Pero quizá sea esa misma razón la que nos empuje a sospechar -conociendo su larga lista de contradicciones- que acabará haciendo lo que le convenga, traicione o no su desgastada palabra. La izquierda española tiene un grave problema de solvencia consigo misma, pero Sánchez tiene otro mayor con su futuro político, necesita desprenderse de sus socios radicales para poder acusar y desprestigiar al PP y a Vox de su connivencia electoral. Veremos si lo consigue. 

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