Elecciones en Venezuela

La triste historia del país que desafió a EEUU y se arrodilló ante el dólar

La moneda americana ya se emplea en todas las transacciones, incluso la venta callejera.

Carlos Salas
Clientes en un súper Excelsior Gama de Caracas repleto de productos. Se paga en dólares, en bolívares o con tarjetas.
Carlos Salas

Sentada en el bordillo de la acera del centro de Caracas, una chica espera a que alguien le compre un combo de maquillaje: base, rimel y lápiz de ceja, todo por tres dólares. Los taxis, los vendedores de verduras, los restaurantes, los buhoneros (vendedores callejeros), los supermercados, los peluqueros, las cafeterías y los hoteles aceptan dólares. “La mitad de los clientes paga en dólares”, dice un vendedor de verduras del mercado de Quinta Crespo.

Para fijar los precios de cada día, todo el mundo consulta en su móvil el valor del dólar a las nueve de la mañana en las webs extraoficiales monitordolar.com o dolartoday. Hace algunos años, el Estado prohibía a los medios hablar del “dólar paralelo” porque era como mencionar el nombre del asesino. Hoy, hasta el Banco Central de Venezuela ofrece cada día el precio del dólar. Años de lucha contra el imperialismo, para acabar siendo dominados por un papel que dice dólar.

“El bolívar es la moneda más devaluada del mundo”, dice Pedro Palma, economista, director de Ecoanalítica, y profesor emérito del Instituto de Estudios Superiores de Administración. En los momentos en que se escribe esta crónica, el dólar ha alcanzado un promedio de un millón de bolívares. “Si se le añaden los ocho ceros que le quitaron a los billetes entre Chávez y Maduro, son cien billones de bolívares de los que existieron hasta diciembre de 2007”. Cien billones, un dólar.

¿Qué ha pasado en Venezuela para que su moneda se haya hundido de este modo? “La causa principal es el gasto del Estado”, dice Palma. Cuando Hugo Chávez llegó al poder en 1999, comenzó una era de gasto público sin parangón: desde construcción de viviendas, hasta ayudas a madres solteras, pasando por alfabetización o ayudas alimentarias. Se llamaron misiones sociales.

Según el informe “El gasto público social durante los períodos presidenciales de Hugo Chávez: 1999-2009”, de Carlos Aponte Blank, en la década antes de que llegara Chávez, el gasto social anual equivalía al 1,5% del PIB. Con el comandante, casi se cuadruplicó: llegó a más del 5%. Esa era la parte buena.

La parte mala era financiarlas. Hugo Chávez recurrió al Banco Central de Venezuela. En las democracias avanzadas, los bancos centrales son independientes de los gobiernos para evitar la tentación de los gobernantes de “darle a la maquinita del dinero”. ¿Por qué? Porque hay una relación directa entre a masa de dinero y la inflación: si el dinero crece a más velocidad que la producción de bienes y servicios, estos últimos suben de precio. Por decirlo de forma sencilla: si hay tres personas y un solo pan, el panadero aceptará la oferta más alta. Eso se llama inflación.

El mecanismo que se puso en marcha en tiempos de Chávez era el siguiente: el Estado venezolano emitía bonos y el Banco Central le compraba esos bonos de forma masiva. Con el dinero recibido por el BCV, el estado pagaba las pensiones, a los contratistas de obras públicas y otros gastos para su política social. Esos pensionistas y empresas, a su vez, depositaban sus ingresos en los bancos. “Y los bancos lo prestaban y expandían la oferta monetaria”, dice Palma. Crearon dinero. Además, el gobierno obligó a PDVSA, la petrolera nacional, y al Banco Central a transferirle dinero a un fondo llamado Fonden, del que Chávez dispuso sin ningún control ni auditoría.

El Estado venezolano emitía bonos y el Banco Central le compraba esos bonos de forma masiva.

Al final, había una enorme cantidad de dinero en manos de los consumidores, lo cual es el paraíso para cualquier ciudadano y para los comerciantes. El problema es que Hugo Chávez comenzó al mismo tiempo a expropiar y nacionalizar empresas: tierras, mataderos, frigoríficos, rebaños, granjas, redes de distribución de carne de bovino, cerdo y aves, industrias de café, distribución de grano, empresas de energía eléctrica, cementeras, siderúrgicas, bancos…

Las empresas pasaron a manos de personas fieles al régimen que no tenían ni idea de cómo manejarlas. La producción nacional se hundió, y no hubo más remedio que importar productos del extranjero. Desde carne de Brasil hasta leche en polvo de Bielorrusia. Al entrar a Venezuela eran más caros que los producidos por vieja industria autóctona, de modo que la inflación se disparó.

Para afrontar la pérdida de valor de los billetes de bolívar, en 2007 Hugo Chávez le quitó tres ceros al bolívar por decreto y llamó a la nueva moneda “bolívar fuerte”. Era como pretender enfrentarse a una tempestad cambiándole de nombre y llamándole brisa. Un billete de 5.000 bolívares pasó a valer cinco. Pero el problema no eran los ceros: era Chávez.

Para rematar el mal, a partir de 2014 el precio del petróleo comenzó a hundirse en los mercados internacionales, de modo que Venezuela se quedaba cada vez con menos su gran fuente de divisas. Las cosas empeoraron pues durante el chavismo, apenas se había invertido en el mantenimiento de la industria petrolera de modo que las plantas empezaron a fallar (o estallar por los aires), y producir cada vez menos petróleo. “La producción bajó casi al mismo tiempo que la exportación”, dice Palma.

¿Podían empeorar más las cosas? Para castigar los abusos del régimen y la violación de los derechos humanos, en 2015 la administración de Obama aprobó una orden ejecutiva contra determinados miembros del Gobierno. Pero Trump subió el listón y castigó al país: aprobó una orden ejecutiva por la cual toda aquella persona física o jurídica que comerciase con el estado venezolano podría arriesgarse a no comerciar con EEUU. Incluía el petróleo. “Todo el mundo empezó a dejar de hacer negocios con el petróleo venezolano”, añade Palma.

De producir más de 3 millones de barriles al día a principios de 2000, la industria venezolana ha ido decayendo hasta producir hoy diez veces menos, unos 300.000 barriles al día, a pesar de ser el país con más reservas probadas del mundo. “Al reducirse los ingresos en divisas no podían pagar ni importar”, añade Palma.

Un país sin divisas para comprar en el exterior, sin productos en el interior debido a la destrucción del aparato productivo por el chavismo, y con una enorme masa de dinero corriendo por las calles para comprar lo poco que había, solo podía conducir a una cosa: hiperinflación. Los economistas del mundo miraban asombrados cómo un país tan rico, se estaba hundiendo. “El bolívar llegó a ser una de las monedas más fuertes del mundo”, se lamenta Pedro Palma.

En julio de 2018, Nicolás Maduro quiso ordenar al sol que se detuviera: le quitó cinco ceros al bolívar y lo llamó bolívar “soberano”. Fue una medida inútil. En diciembre de ese año, la inflación anual llegó a 85.000% por ciento, de acuerdo al Banco Central, a pesar de que estimados privados ubican la inflación de ese año en niveles muy superiores. El país ya no tenía ningún tipo de soberanía.

Huyendo de su propia moneda, en los últimos años los venezolanos han abierto miles de cuentas corrientes en el extranjero en dólares. “Hay unos 300.000 millones de dólares en propiedad de los venezolanos en el exterior, que los han ido sacando desde hace cinco décadas”, calcula Palma.

Ese dinero está siendo utilizado por sus propietarios para comprar cosas en Venezuela a través de sistemas de pago por móvil como Zelle (requiere tener cuentas en EEUU). También entra dinero por las remesas de divisas de los venezolanos en el exterior, y que luego se permiten cambiar a dólares en Venezuela en las casas de cambio; y entran dólares en el sistema gracias las inyecciones de dólares en efectivo desde Banco Central de Venezuela hacia los bancos comerciales para que los distribuyan entre sus clientes. ¿Y de dónde obtiene esa cantidad de dinero el BCV? Según un empresario que pidió guardar la confidencialidad, “de países amigos a través de operaciones triangulares”. Por último, hay una fuente más que es el propio Gobierno: “En algunos ministerios se paga en dólares en efectivo a los trabajadores”, dice el empresario. El salario de los funcionarios en bolívares es muy bajo.

Pero también una gran cantidad de dólares que entra en Venezuela procede de actividades ilícitas como corrupción, contrabando de gasolina o narcotráfico. Los billetes entran en el país por medios ilegales, y se guardan en escondites. Un narcotraficante puede recibir millones en billetes de 50 dólares. Luego lo lava comprando en efectivo en Venezuela, desde coches, hasta casas o comilonas en restaurantes. El departamento del Tesoro acusa directamente de narcotráfico a los cargos más altos del gobierno.

Aunque parezca una paradoja, toda esa cantidad de dólares es lo que ha estabilizado al país. Tras satanizar al dólar, a finales de 2019 Maduro reconoció las ventajas de la dolarización transaccional de la economía. “Ese proceso que llaman de dolarización puede servir para la recuperación y despliegue de las fuerzas productivas del país y el funcionamiento de la economía. Es una válvula de escape; gracias a Dios existe”, indicó el mandatario en una entrevista a la televisión privada Televen.

Maduro echa la culpa de la devaluación del bolívar, y de la crisis general, a la guerra económica de los empresarios y al bloqueo de EEUU. Pero la verdad es que la pérdida del valor del bolívar y el triunfo del dólar se debe a una cadena de errores que empezaron con Hugo Chávez y se prolongaron en el tiempo hasta la etapa de Nicolás Maduro. Los recursos del estado han sido saqueados y malversados. PDVSA y el Banco Central de Venezuela han sido cajas de dinero que se han empleado sin control y sin planificación. Según Pedro Palma, entre 2005 y 2015 se transfirieron 135.000 millones de dólares de PDVSA y de reservas internacionales del BCV al gobierno chavista a través de un fondo llamado Fonden, manejado al libre albedrío del presidente, que no reportó en qué se gastaba ese dinero. El gobierno además, se ha endeudado con China, que le ha prestado 60.000 millones de dólares y a la que le paga el préstamo en petróleo que envía PDVSA a ese país sin recibir nada a cambio, a pesar de que esa empresa no recibió ni un dólar de aquellos préstamos. Sin dinero en las arcas, Venezuela ha dejado de pagar sus cuotas al Banco Mundial y a otros organismos internacionales de los que forma parte.

Tras 21 años de chavismo en el poder, el bolívar ha perdido casi todo su valor, las transacciones de la economía se han dolarizado, el producto interior bruto ha caído un 70% entre 2014 y 2019, el sistema productivo ha sido destruido, la industria petrolera apenas produce petróleo, no hay gasolina y cinco millones de venezolanos han tenido que abandonar el país por el hambre y la crisis. Sin embargo, en estas elecciones del 6 de diciembre, el Partido Socialista Unido de Venezuela de Nicolás Maduro ganará las elecciones legislativas.

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