La anormal normalidad y el pistoletazo del consumo

Acaba el estado de alarma y los muertos de la Covid van quedando atrás. Ahora, los turistas empiezan a llegar y la gente desempolva la tarjeta de crédito.

Llegada de turistas.
La anormal normalidad y el pistoletazo del consumo.
EFE

Cien días ha durado el estado de alarma en España como consecuencia de la pandemia de la Covid. Ni adrede se habría encontrado una cifra tan redonda, casi mágica. Cien días en los que han fallecido 28.323 personas y se han infectado por el maldito virus 246.272 ciudadanos. Eso es lo que dicen las cifras oficiales. Las oficiosas hablan de muchos más decesos y, también, más contagios, pero el Gobierno ha preferido -en contra de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud- considerar muertos e infectados por coronavirus solo a aquellos españoles a los que se les realizó una prueba PCR. De ahí que el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, el doctor Fernando Simón, dijese el viernes sin palidecer de vergüenza, una frase que se va y regresa como el eco en mi cerebro: "Nos quedan 13.000 fallecidos ahí, pero no podemos ubicarlos ahora".

Nadie, hasta ahora, había decidido pasarse por el arco del triunfo los documentos de defunción firmados por médicos colegiados que atribuyeron miles de miles de decesos como presuntos o probables coronavirus por lo que, en consecuencia, las funerarias procedieron a aplicar el protocolo para la manipulación de cadáveres con la Covid. De momento son, inexplicablemente, papel mojado, como si reconocer su existencia fuese a cambiar el horror y la tragedia que aún seguimos viviendo.

13.000 almas sin cuerpo recorrerán Bailén reclamando su justo homenaje igual que los justos homenajeados

El próximo 16 de julio, en la Plaza de la Armería del Palacio Real de Madrid el Rey Felipe VI presidirá un homenaje a los fallecidos e infectados por la Covid-19. Pero 13.000 almas sin cuerpo recorrerán arriba y abajo la calle de Bailén y se enredarán en la vegetación de los Jardines de Sabatini, reclamando su justo homenaje igual que los justos homenajeados.

El acto será también de agradecimiento para los que han luchado -y lo siguen haciendo- en la primera línea contra la pandemia. Son nuestros particulares héroes anónimos, a los que llamamos sanitarios, policías... así en genérico. Pero España es un país curioso. Aquí, los héroes caen fácilmente en el olvido; el que ayer era ídolo aplaudido y reconocido, hoy puede bajar en un instante a los infiernos.

El fin del estado de alarma ha empujado a las calles, a los comercios y a las carreteras a millones de españoles. Estaban 'encarcelados' y han recuperado la libertad. Vendedores de centros comerciales y grandes superficies de la ciudad de Madrid reconocían este fin de semana que las ventas están disparadas y que la afluencia de público era sostenida y constante. La pandemia ha abierto a muchos las puertas del comercio electrónico y del teletrabajo, pero eso de ir a comprar es algo típicamente local y cuando se tiene la cartera llena de billetes con telarañas lo mejor es desempolvarlos al sol de este ya verano que aprieta con su calor.

Somos una sociedad consumista; cuando se tiene la cartera llena de billetes con telarañas lo mejor es desempolvarlos

Somos una sociedad consumista. Un cartel de rebajas o una buena oferta son anzuelos para compradores deseosos de usar la VISA, aunque haya que recordar el olvidado número secreto por falta de uso. En el departamento de Electrodomésticos de uno de los tótems del comercio nacional la gente compraba neveras con precios de entre 600 y 1.000 euros como si se las estuviesen regalando. Y placas vitrocerámicas, ventiladores sin aspas, cafeteras, lavadoras, equipos de aire acondicionado...

No hay una puñetera mesa libre en los restaurantes y pillar un sitio en un bar para tomar café requiere de más lista de espera que una cirugía. Los que han superado la apisonadora del coronavirus quieren vivir, sin más. Las reservas para viajar son ya un hecho, como también lo son el señalamiento para hospedaje en hoteles de todo el territorio. El presidente de Paradores, Óscar López, aseguraba ayer en este periódico que la empresa pública ha pasado de facturar cero euros a un millón diario, supliendo en gran parte la ausencia, todavía, de turismo internacional. Sí, ese que ya está desembarcando en los aeropuertos españoles sin miedo a nada ni a nadie. El país ha de avanzar hacia la nueva normalidad bautizada con el hisopo del Gobierno de coalición que lidera Pedro Sánchez y que agita Pablo Iglesias desde la tramoya. Pero da un no sé qué lo de ver turistas con maletones cuando todavía no se ha 'matado' al virus y no es descartable que puedan producirse rebrotes.

Pasear por la calle te enfrenta a la realidad: la gran mayoría lleva mascarillas, pero una parte no poco importante no guarda distancias ni actúa con prudencia. El saludo del codo se lo puede usted ir guardando donde le quepa, que un apretón de manos o un abrazo con besuqueo valen más que mil codazos. En la anormal nueva normalidad todo irá retornando a lo que era usual hasta que llegó la Covid. España, ya dije, es un país singular: igual que olvida rápidamente a sus héroes ignorará en poco tiempo la prevención. Claro, que eso solo lo podemos hacer los que vivimos para contarlo. No es el caso de los 28.323 del ministro Salvador Illa y 'los 13.000 de Simón'.

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