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El Congreso y la tómbola

El jueves de la semana pasada, el 'bingazo' parlamentario echó a rodar como tantas otras veces, solo que, en esta ocasión, el escándalo sobrevolaba los escaños de sus señorías.

Calviño, Sánchez y Yolanda Díaz
Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz.
Agencia EFE

Josefa Flores González dedicó una parte de su vida a actuar; otra a su militancia política; y el resto, a pasar desapercibida. Pepa Flores era una niña y ya era estrella; entonces le decían 'Marisol', nombre que la encumbró a la cima de una época del cine español. Su voz, su desparpajo, su candidez y su mirada la catapultaron a un mundo en el que no todo fue felicidad. Como activista, militó en el PCE y después en el Partido Comunista de los Pueblos de España que creara el histórico prosoviético Ignacio Gallego; también defendió sin dobleces la Cuba castrista. Como mujer retirada de los focos, poco se sabe de Pepa Flores; eso sí, recibió un Goya de Honor en 2020 que no recogió personalmente, pero es lo que tiene el arte, que te dan un Nobel como a Bob Dylan y haces una pedorreta.

Una de las películas más populares de 'Marisol' fue 'Tómbola', nombre también de un programa televisivo de la prensa rosa. La tómbola es una especie de bingo que recorría las ferias y en la que el primero que cumplimentase todos los números del cartón se ganaba un muñeco de trapo o un peluche. En las tómbolas el personal se lo pasa, o pasaba, en grande: no se escuchaban los números, el de la esquina no los tachaba, la de al lado no sabía en qué consistía el asunto... Siempre a alguien le tocaba aunque de chiripa, mayormente.

El Congreso de los Diputados es la gran tómbola española. Los 349 representantes que alberga tienen el compromiso de defender lo prometido a sus votantes, pase lo que pase, y de tratar de sacar adelante, punto por punto, el programa electoral que les permite vivir cómodamente de un sueldo estupendo que no cobra la mayor parte de la ciudadanía. Entre sus deberes está asistir a los plenos, participar en las comisiones correspondientes, presentar preguntas, impulsar proyectos legislativos, denunciar lo malo de la sociedad en la que vivimos... Trabajar, en suma, por y para el país. También es de obligado cumplimiento participar en las votaciones que se celebran en la Cámara, mediante las que se aprueban o rechazan leyes, normativas, proposiciones...

El PP no ha sabido o querido entender que la reforma laboral tendría que haber contado con su respaldo, más aún cuando ERC y Bildu han votado 'no' como ellos

El jueves de la semana pasada, el 'bingazo' parlamentario echó a rodar como tantas otras veces, solo que, en esta ocasión, el escándalo sobrevolaba los escaños de sus señorías. Dos diputados de Unión del Pueblo Navarro mandaron a hacer gárgaras la disciplina de voto de su partido, priorizando lo comprometido con sus electores. La cuestión es que ambos van a salir con una patada en el trasero de la formación que lidera Javier Esparza, aunque ello no lleve aparejada la entrega de sus actas como procuradores, con lo que seguirán cobrando del Estado al menos hasta que unos nuevos comicios les permitan presentarse por UPN, por otras siglas del bloque de la derecha o quedarse en su casa a lo 'Marisol', desapareciendo de los escenarios.

Pero ahí no acabó todo. Los votos traspasados del sí al no por los navarros se compensaron con la papeleta telemática errónea del popular Alberto Casero, que votó sí o votó no o quién sabe qué voto o cómo rellenó el cartón. La cuestión es que su sufragio quedó registrado como un respaldo a la reforma laboral de Yolanda Díaz. Cuando a Pedro Sánchez y a la vicepresidenta les caían gotas de sudor de puro miedo por perder la votación -el PP y Vox se levantaron a aplaudir como un resorte, creyendo que habían tumbado el cambio legislativo-, la aclaración de la persona que manejaba los hilos de la tómbola, Meritxell Batet, hizo recuperar el aliento al Gobierno mientras enfurecía a la oposición.

En clave de humor, Andrés Pajares y Fernando Esteso protagonizaron 'Los Bingueros', un par de hombres sin oficio ni beneficio confiados en forrarse jugando a tachar números en un cartón de juego. No hace falta que le diga cómo acaba la cosa. En el caso nada divertido del Congreso de los Diputados ha salido aprobada la reforma laboral gracias a variables que no figuraban en la hoja de ruta. El Ejecutivo contaba con la oposición de sus socios de investidura pero nunca pensó que un miembro del Partido Popular, en el círculo de confianza de Teodoro García Egea, se convirtiese, sin quererlo, en su mejor aliado. Para llorar.

Dicho esto, la aprobación de una reforma laboral que ha trastocado mínimamente la norma anterior y que cuenta con el respaldo de los sindicatos mayoritarios y de la patronal encarnada en la CEOE no debería de haber sido motivo de desencuentro. El PP, como líder de la oposición, no ha sabido o no ha querido entender que una reforma con esas bendiciones tendría que haber contado con su respaldo, más aún cuando sus 'bestias negras' de ERC y Bildu han votado lo mismo que ellos.

Buena semana.

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