Capital sin Reservas

Sánchez y Feijóo ante el retrato económico de Dorian Gray

El reciente decreto anticrisis ha puesto en evidencia la falta del más mínimo consenso político para abordar la restauración de ese cuadro falso, envejecido y demacrado que ofrece la economía española.

El retrato de Pedro Sánchez en la última Feria de Arco acaparó la atención pero tuvo muy mala venta
El retrato de Pedro Sánchez en la última Feria de Arco acaparó la atención pero luego tuvo muy mala venta
EP

La efervescente ascensión de Alberto Núñez Feijóo ha puesto muy en claro la prioridad que el nuevo jefe del Partido Popular concede a la economía, tanto en lo que concierne a su obligada labor de contrapeso frente al Gobierno de Pedro Sánchez como también con el objetivo de marcar una línea divisoria que borre cualquier vinculación con la anterior etapa de Pablo Casado. En la sede de Génova consideran que, al paso que vamos, la crisis no tardará en mostrar síntomas pandémicos en España. Una circunstancia que va a marcar el termómetro de las sucesivas citas electorales fijadas en el calendario de esta segunda mitad de legislatura y que, de entrada, ofrece una munición de gran calibre para matar dos pájaros de un tiro y mostrar la agilidad de reflejos con que imprime su carácter el flamante líder de la oposición.

La libertad de movimientos con que encara Núñez Feijóo su misión histórica al frente de los populares contrasta con la carrera de obstáculos a que se ve sometido el presidente del Gobierno a manos de sus diversos y desleales socios de investidura. El inquilino de La Moncloa no sabe ya a quién encomendarse para avanzar, aunque sea a trompicones, por ese sudoku diabólico en que se ha convertido la gestión política y administrativa del aparato del Estado. Al otro lado del arco parlamentario, y pese al impedimento legal que le impide sentarse por ahora en el hemiciclo, el timonel del PP aparece hecho un brazo de mar con sus lujosas e impolutas credenciales como redentor de todos los males que han afligido a su formación en el pasado más reciente, así como de los muchos otros que puedan acongojar al conjunto de los ciudadanos en el presente y futuro inmediato.

Las burbujas del efecto Feijóo irán in crescendo a medida que se vayan oficializando las diferentes llamadas a las urnas durante los próximos meses, empezando por la convocatoria andaluza que acaba de anunciarse para el 19 de junio y siguiendo con los comicios autonómicos y locales que tendrán lugar dentro de un año escaso. Con este programa de actuación por delante no parece sencillo que existan muchas opciones para distraer la atención del elector medio hacia ese cambio de ciclo político que barruntan las encuestas y que el jefe del Ejecutivo tratará de retrasar lo más que pueda, exprimiendo su mandato hasta diciembre de 2023. En medio de la intensa volatilidad política un horizonte de año y medio se considera una eternidad, pero en el actual y persistente escenario de crisis no parece que este periodo de tiempo sea suficiente para dar la vuelta a una tortilla que tiene cada vez peor pinta.

La rebaja de las previsiones del PIB para este año confirma que España no recuperará en todo lo que resta de legislatura los niveles económicos que tenía antes de la pandemia

Nadia Calviño no ha tenido más remedio que mostrar el talón de Aquiles de un flagrante deterioro de las cuentas públicas como demuestran las previsiones actualizadas que fueron difundidas la pasada semana. El batacazo del Producto Interior Bruto (PIB) para 2022, cuyo aumento estimado ha pasado por arte de birlibirloque del 7% al 4,3%, evidencia la  mentira de una política económica desvergonzada a la hora de reconocer la recesión virtual que vive España desde que se decretó el estado de alarma por la pandemia hace ya dos años. Los datos trimestrales mantienen al ralentí las constantes vitales, con un paupérrimo 0,3% de crecimiento entre enero y marzo, pero en el mejor de los casos esta estadística es solo un reflejo parcial de que la recuperación de los llamados niveles pre-Covid no se alcanzará, si es que sí, hasta finales del próximo año.

En los cuarteles generales del PP consideran que la foto fija del Plan de Estabilidad remitido a Bruselas viene a ser algo así como el retrato de Dorian Gray en versión Pedro Sánchez. Cuanto más encantado de conocerse se muestra el presidente del Gobierno en su concepción hedonista del poder más se le notan las arrugas a una economía claramente demacrada por falta de cuidados y sometida ahora a los vaivenes de una confrontación geopolítica que está descargando una tormenta perfecta sobre toda Europa. En España, las batallitas de alcoba, incluyendo algarabías feministas contra la ‘ley Trans’ y asuntos varios y diversos de espionaje, no permiten distinguir los relámpagos de los truenos, de modo y manera que los responsables de manejar el timón del país sólo parecen preocupados de ponerse a buen recaudo para evitar que les parta un rayo.

La búsqueda del consenso imposible que reclama la sociedad civil es un indicio del enorme temor que existe a otro infierno económico, peor incluso que el de Zapatero 

La aprobación del decreto anticrisis, a cualquier cosa llaman chocolate las patronas, es el último ejemplo palmario del escaso interés que tiene el Gobierno por llegar a un pacto de Estado con la oposición para imprimir un nuevo rumbo al país. Pese a las vejaciones que ha de sufrir a manos de sus compadres parlamentarios, Sánchez prefiere morir políticamente amarrado a la dura bancada comunista, separatista, republicana y abertzale con la que se embarcó hace dos años en un intento de abordar un cambio de régimen en España. El esfuerzo por acordonar ‘in the ghetto’ a sus máximos rivales ideológicos se ha demostrado inútil y ha conducido a una melancolía progresiva donde la crispación social amenaza con actuar como única válvula de escape de la gran desigualdad derivada de la actual situación económica.

La irreductible esterilidad del líder socialista para hacerse acreedor a una mínima cuota de confianza permite a Feijóo un extraordinario margen de actuación para jugar de farol con sus propuestas económicas. Las limosnas para las rentas más bajas y la engañosa bajada de impuestos supeditada a la deflactación del IRPF no dejan de ser una maniobra para desenmascarar al jefe del Ejecutivo. Sánchez, como no podía ser de otra manera, ha entrado al trapo en coherencia con ese particularísimo ‘no es no’, propio de un sectarismo que alcanzó su ápice en la moción de censura hace cuatro años. Desde entonces, y sin olvidar los nefandos prolegómenos de Zapatero, la colaboración entre los dos grandes partidos mayoritarios es una quimera a la que solo cabe enfrentarse con resignación dantesca. Las admoniciones de la sociedad civil, las instituciones financieras y los empresarios en busca de un consenso imposible evidencian el temor de que España se esté encaminando de nuevo a las puertas de otro infierno económico.

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