Cuaderno de venta

El fin del mundo bien merece un cambio de planes y de programa

El Gobierno avanza a duras penas en la elaboración del proyecto de Presupuestos de 2021
El Gobierno de la coalición PSOE-Podemos tomó posesión en enero.
Europa Press

Si llega el fin del mundo, ¿la culpa será del Gobierno central, del autonómico o del ayuntamiento? ¿De PSOE, PP, Podemos, Vox o Ciudadanos? ¿ERC, Bildu, PNV o PdCat? Visto lo visto durante la crisis del Covid-19, la cuestión de quitarse hipotecas electorales parece la única preocupación en la clase dirigente. No se ha movido un ápice del clima de polarización que precedía a la crisis del Covid-19. Tampoco de sus programas y cuando han llegado los problemas de verdad, la política española ha fallado al principal mandato de la sociedad: gobernar… y dibujar una estrategia contra la crisis.

Para muestra de que cada uno va a lo suyo, la intervención del ministro de Universidades, Manuel Castells, en el Congreso de los Diputados  esta semana. Predijo el fin del mundo… tal como lo conocemos (2h 49m 15s), pero todo fue una pausa publicitaria en pleno debate sobre el futuro universitario. Había que anunciar su libro 'Ruptura' en octubre: "Ser ministro no significa dejar de pensar o dejar de escribir, o dejar de dar entrevistas. Yo he escrito 45 libros, sobre el mundo, sobre cómo van las cosas, la crisis. Yo creo que el mundo está en peligro. El mundo... No digo que se acabe, pero este mundo sí: este mundo se acaba. Aprovecho para recomendar... un comercial... dentro de un mes publica la tercera edición de mi libro…". 

La anécdota apocalíptica es intelectualmente comprensible. La revelación sobre las prioridades de su ministerio y del Gobierno de coalición PSOE-Podemos da pavor: programa, programa y programa. "Cómo hay una pandemia, nos olvidamos del programa. Pues no, eso sería cobarde. Como hay una pandemia, hay que cumplir el programa. Intento no improvisar”. La alocución de Castells evidencia el gran problema que infieren sus palabras: la falta de valentía para adaptarse a una crisis. El arquitecto de las políticas universitarias considera que debe seguir a pies juntillas su manual aunque haya caído un meteorito sobre la educación presencial en todos los ámbitos. Es el síndrome del gobernante 'a por uvas' como en febrero.

La pandemia del Covid-19 no es el fin del mundo, pero se le parece tanto que bien merece un cambio en las prioridades del Gobierno. La estrategia ante la pandemia en estos meses ha sido similar a salir a correr agitando los brazos a izquierda y derecha, dando patadas al aire sin ton ni son. ¿No es la mejor manera de tener un accidente? Lo urgente y lo importante convergen en esta maldita crisis pandémica. Salud y economía también van de la mano. Sin lo primero no habrá lo segundo, pero sin recursos para defenderse del ataque del virus tampoco. Hace bastantes meses que las principales autoridades económicas vincularon la marcha de la economía a la del virus Sars-Cov-2 y viceversa. Sin lo uno no llegará lo otro, predijeron algunos oráculos el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell.

De ahí lo incomprensible de la carrera por esquivar responsabilidades o no tomar decisiones a tiempo frente a la crisis sanitaria. Madrid asiste con pánico al segundo hundimiento del Titanic en 2020 sin nadie al timón, pero no es menor la situación en otras regiones como Navarra o La Rioja. El injustificable pulso entre Moncloa, Pedro Sánchez, y la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, pide a gritos un cambio de rumbo o la necesidad de encerrar en el cajón los manuales de guerrilla política y obsesión por las encuestas que se ha demostrado hasta ahora. 

Solo debe haber una prioridad: frenar la crisis sanitaria para salvar vidas y neutralizar la mayor destrucción económica en varias generaciones. Todo ello requiere agilidad, liderazgo, valentía, profesionalidad, inteligencia y despolitización. La dimisión exprés de Eduardo Bouza, el epidemiólogo llamado a liderar el Grupo Covid en Madrid como respuesta a la situación crítica que atraviesa la capital, es la respuesta a todos los interrogantes que han resurgido con la segunda ola de infecciones. ¿Cómo es posible que se hiciera mal una vez? ¿Y doblemente mal con la segunda oportunidad? ¿En qué urnas están pensando los políticos?

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