Diversifica el riesgo

EEUU, Argelia, Catar... Las alianzas de España para asegurar la llegada del gas

Con un consumo de 378.000 gigavatios hora en 2021, esta materia prima se ha convertido en una de las principales fuentes para producir energía eléctrica en el país y se importa de EEUU, Argelia, Catar o Nigeria.

Especial gas
España asegura su supervicencia del gas con una estrategia basada en alianzas. 
Nerea de Bilbao (Infografía)

En 1976 se descubrió una bolsa de gas a ocho kilómetros de la costa de Bermeo, en el País Vasco. Se calculó que ésta se extendía por 64 kilómetros bajo el manto marino y que estaba a más de 2.000 metros de profundidad. En 1985 se construyó la primera plataforma marina y en 1986 se empezó a extraer el gas. Se llamó Gaviota. Esta bolsa de gas se extinguió en pocos años. Hoy, según el ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, los escasos yacimientos de gas en España solo dan para cubrir 0,38% del consumo nacional.

En pocas palabras, España no tiene gas. Pero lo necesita. El país consumió 378.000 gigavatios hora en 2021, según Enagás (el consumo se mide en gigavatios hora). Ese gas se importa de Estados Unidos, Argelia, Catar, Nigeria, Noruega, Trinidad y Tobago, Guinea, Angola, Venezuela… Unas veces se trae por mar, en buques metaneros, o por vía submarina y por tierra, por los gasoductos. Ese gas se emplea para calefacción, aire acondicionado, agua caliente sanitaria y para cocinas de usos comerciales o domésticos. Esta materia prima es el combustible de muchos buques y transporte marítimo así como el combustible para vehículos terrestres. El gas se emplea procesos industriales en gran intensidad como el sector azulejero. Pero sobre todo, España lo usa para generar electricidad gracias a las centrales de ciclo combinado.

El gas se ha convertido en una de las fuentes cruciales para producir energía eléctrica en España. La razón es que la energía solar y la eólica no funcionan los 365 días del año. La hidráulica sufre periodos de sequía. La nuclear solo puede abastecer al 20% de las necesidades porque hace 30 años se decidió detener la construcción de centrales y se prevé cerrar las restantes. La energía térmica de carbón es cara y contaminante. Y los derivados del petróleo son muy caros y muy contaminantes.

De modo que para garantizar la producción de energía eléctrica, España necesita gas. El problema es que su precio aumentó en 2021 porque la demanda mundial creció gracias a la recuperación económica (tras la pandemia). En los últimos meses, la guerra de Ucrania ha disparado aún más los costes porque Rusia es uno de los principales vendedores a Europa. Según Mibgas, el mercado ibérico de gas, este viernes su coste se situó en los 102 euros por megavatio hora. Hace un dos años era casi una décima parte.

Debido a la dependencia energética, España ha desarrollado una estrategia mundial para asegurarse el suministro. Durante años, su principal socio ha sido Argelia. ¿Por qué este país? En 1956 una compañía de ingenieros franceses hizo un hallazgo extraordinario: un campo de gas de 70 kilómetros de ancho. Estaba bajo el subsuelo en medio del desierto del Sahara. Lo llamaron Hassi R’Mel por la población argelina más cercana. Este yacimiento está considerado uno de los mayores del mundo y ha sido una bendición para España. Llega a España a través de dos gasoductos. Uno discurre por el desierto hasta Marruecos y de ahí sube hasta Cádiz por gasoductos submarinos. Tiene 1.400 kilómetros de longitud, de los cuales 540 están en territorio marroquí. Hoy está cerrado por disputas políticas entre Marruecos y Argelia, pero en cualquier momento puede ponerse en marcha. El otro gasoducto sale de Hassi R’Mel y recorre otros 500 kilómetros hasta el puerto argelino de Beni Saf. Luego viaja por el fondo del mar durante 200 kilómetros bajo el mar hasta el Perdigal, Almería, donde conecta con el gasoducto Almería-Albacete.

Gracias a esas obras de ingeniería, España ha recibido anualmente 8.000 millones metros cúbicos de gas argelino. El yacimiento contiene unas reservas probadas de unos 2.500 billones de metros cúbicos de gas. Al ritmo actual de producción, podría seguir suministrando a Europa durante 24 años hasta agotarse en 2046. Si España está consumiendo gas con cierta seguridad es por un emprendedor catalán llamado Pere Durán Farell. Este hombre se dio cuenta en los años sesenta del siglo pasado de que España tenía que asegurar para las futuras generaciones sus fuentes de hidrocarburos. Concertó reuniones con las autoridades argelinas y a través de Catalana de Gas y el Banco Urquijo empezaron la financiación y construcción de una planta de licuefacción de gas en Argelia. 

En 1969 se empezaron a enviar barcos de gas licuado a España. Más tarde, en los años noventa, se inició la construcción del inmenso gasoducto que recorrería Argelia, Marruecos y llegaría a España. Para los argelinos el acuerdo industrial y económico con España fue tan beneficioso que llamaron "Gasoducto Pere Duran Farell” al trozo que discurre entre el yacimiento de Hassi R’Mel y la frontera con Marruecos.

El segundo gasoducto (de Argelia a Almería) costó 900 millones de euros y se inauguró en 2011. Fue construido y financiado por Cepsa, Naturgy y Sonatrach. En 2020, la argelina Sonatrach se convirtió en el socio mayoritario, con el 51% de las acciones. El restante 49% está en manos de Naturgy. Argelia ha sido la mayor fuente de suministro gasístico de España hasta 2021. Pero, poco a poco, Estados Unidos ha ido desplazando a Argelia. Según los últimos datos, hoy EEUU es el principal suministrador de gas a España.

Probablemente la clave está en la inseguridad política argelina. Se demostró en 2021, cuando decidió cortar el grifo al gasoducto que atravesaba Marruecos en dirección a España. Las disputas fronterizas esos dos estados africanos, y el apoyo de Argelia a los saharauis, han sido el motivo de fricción principal. En octubre de 2021, España de repente perdió un suministro equivalente a 6.000 millones de metros cúbicos de gas anual.

Para evitar esa fuerte dependencia del gas argelino, el estado español ha ido reforzando las relaciones con otros socios siguiendo la estrategia de diversificar el riesgo. Estados Unidos ha ido ganando terreno y ahora es el principal suministrador. El gas es transportado en barcos metaneros (GNL o gas licuado) desde EEUU y desembarca en varios puntos de España que disponen de tanques de almacenamiento. De ahí es distribuido por todo el territorio a través de 11.369 kilómetros de gasoductos de transporte primario y 13.361 kilómetros de red, hasta los hogares y empresas.

Debido a la guerra de Ucrania y para evitar un posible boicot ruso a los suministros de gas a Europa, Estados Unidos ha prometido incrementar sus exportaciones de gas al Viejo Continente en 15.000 millones de metros cúbicos en los próximos años. Eso es una décima parte de lo que Rusia exporta a Europa. Estados Unidos es el mayor productor de gas natural del mundo: cada año produce unos 900.000 millones de metros cúbicos de gas natural, según el anuario de Enerdata. El segundo país es Rusia, del que dependen buena parte de los países europeos. El gas ruso solo supone el 9% del gas que se consume en España.

El gas no solo viene de países diferentes sino que tiene precios distintos. “Debido a que el gas natural es difícil de transportar, los precios del gas natural tienden a establecerse a nivel local o regional, no a nivel mundial como ocurre con el petróleo”, dice la página web de GeoExpro. “Para la mayoría del gas natural comercializado que se transporta por gasoductos (alrededor del 55% del comercio total), los precios pueden fijarse mediante negociación, regulación o mecanismos de mercado abierto similares a los que se utilizan en los mercados petroleros”.

Una parte de las ventas se realizan en el mercado 'spot' o del día. Son contratos a corto plazo que varían mucho de precio, como se ha visto en los últimos meses, y están determinados por la demanda y la oferta. En casos extremos, un barco metanero puede cambiar de manos en cuestión de horas, y modificar su rumbo: de encaminarse a Japón, a darse la vuelta y dirigirse a Rotterdam. Otros son contratos a largo plazo (mercado de futuros), donde las empresas tratan de asegurarse precios para planificar con cierta estabilidad y ofrecer precios estables a sus clientes, como sucede con las eléctricas españolas. Según Mibgas, que es el índice que rige en el mercado español, este viernes pasado el precio del día eran 102 euros MWh (megawatio hora). 

Ya se están cerrando contratos para 2023 a 71 euros el megawatio hora. Si para esa fecha, medio planeta está en guerra, el precio del gas estará por los cielos, y quien haya comprado a 71 euros hará un buen negocio. Pero si las tensiones se han resuelto y el gas cae a precios de 2021, entonces el comprador perderá dinero. Durante los meses más duros de la pandemia en 2020, debido a los confinamientos en masa en muchos países, el precio del gas se hundió hasta niveles ínfimos: “El año abrió con precios entre los 10,50 y 11,50 euros por MWh, tocando mínimos de 3,00 euros por MWh a mitad de año y cerrando diciembre entre 17,00 y 22,00 euros por MWh”, dice el informe de Mibgas de 2020. El gas se mide internacionalmente en megavatios hora porque se necesitan dos megawatios hora para producir un MWh de electricidad. Eso quiere decir que si el MWh está hoy a 102 euros, es que la electricidad está, por lo menos, al doble.

Nadie puede vaticinar cuál va a ser el precio del gas en los próximos meses. Un conflicto armado en el centro de Europa está cambiando toda la geoestrategia del gas del continente. Por ejemplo, Alemania decretó en 2011 que sus centrales nucleares cerrarían este año de 2022. Para compensarlo, concertó más acuerdos con Rusia e inició la construcción de una segunda red de gasoductos llamados Nordstream II que va por el mar Báltico paralelos al Nordstream I. Ademas con ello se conseguiría integrar a Rusia en la geoestrategia europea y tranquilizar sus ánimos expansionistas. Un éxito de la diplomacia alemana. El gasoducto se terminó de construir el año pasado. Hoy está paralizado. Ha sido uno de los mayores errores de los planificadores alemanes. En el momento actual, Alemania y muchos países europeos dependen más que nunca de los rusos porque no hicieron caso a un refrán que es la base de la estrategia energética de cualquier país: “No pongas todos los huevos en la misma cesta”.

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