La más famosa de Nueva York

La mítica librería 'Strand' se resiste a poner punto y final a un siglo de vida

Nacida hace 93 años, ha sobrevivido a la Gran Depresión y a dos guerras mundiales, pero la pandemia y los nuevos hábitos de compras digitales la han empujado a pedir el apoyo financiero de sus clientes.

Imagen de la librería Strand, un referente cultural en Nueva York.
Imagen de la librería Strand, un referente cultural en Nueva York.
Strand

En 'American Gods', el novelista británico Neil Gaiman imaginaba un mundo en el que los viejos dioses de cualquier mitología morían ante el avance de los nuevos y se marchitaban y desaparecían según sus creyentes perdían la fe en ellos. No es porque el creador de 'Sandman' ande corto de ideas, pero cuando el próximo lunes conecte de manera telemática con la librería neoyorquina 'Strand' podría completar una analogía entre su historia y la situación de tantos establecimientos arruinados por la Covid. Porque la mítica tienda de tres plantas y 2,5 millones de títulos nuevos y usados (muy, muy raros a veces) está a punto de morir por falta de fe. O de dinero, que es la única fe que le importa a la economía. 

Hace un año aproximadamente, 'Strand' organizaba 400 actos al día en alguno de sus rincones y eso, unido a su clientela habitual o aquella de paso nutrida por miles y miles de turistas que visitaban Nueva York, mantenía un negocio que abrió sus puertas en 1927 y en el que han atendido tras el mostrador tres generaciones consecutivas de la familia Bass. Pero antes de que floreciera Centra Park, la pandemia cerró medio mundo y, desde entonces, sus ingresos han caído un 70% respecto a 2019. Si el local ha soportado hasta el momento fue por sus pequeños ahorros. "Ahora la situación es insostenible", resume Nancy Bass Wyden en el comunicado que hizo público la librería este viernes. 

"Hemos sobrevivido a todo durante 93 años: la Gran Depresión, dos guerras mundiales, las grandes superficies, los ebooks y los mastodontes digitales", pero ya no pueden aguantar por sí solos. No se rinden. No cierran. Al menos, no todavía. Antes, como asegura la propietaria actual, presentarán toda la batalla posible en el nombre del padre y del abuelo y por ello se lanza a pedir la ayuda de las redes, de sus clientes de siempre y de los que sea. En juego, la última librería de las 48 que conformaron el Pasillo de los Libros en esa zona de la Gran Manzana y que cuentan, como se enorgullecen a menudo, con 18 millas de libros. 

Puede que la jugada le salga bien o no. Según un informe de julio de la Asociación Nacional de Libreros (que aglutina a los establecimientos independientes de todo el país) el 20% de sus 400 socios tendría que cerrar. A esas alturas del año ya lo habían hecho alrededor de 40 (es decir, un 10%). Y se supone que a mitad de verano el optimismo había regresado al comercio del primer mundo. Con el otoño y las segundas olas ha llegado el desastre y en estas semanas de octubre ha iniciado una agresiva campaña contra Amazon (así, sin metáforas ni juegos de palabras) en la que asegura que los libreros venden libros por amor a la lectura y hay otros cuyo objetivo de ventas final es "llegar a la luna". 

Amantes o no, sin dólares en la cuenta corriente no se sobrevive. Que se lo digan a otra de las pocas librerías independientes que le quedaban a Chicago. La City Lit ha anunciado que cierra definitivamente el próximo 1 de diciembre. Cerró en primavera cuando Illinois confinó a todo el Estado y había logrado cubrir algún gasto con la venta en internet. No obstante, el encanto de las librerías con encanto reside en pasear a través de sus pasillos y una caída de los ingresos del 50% no los aguanta ningún comercio de pequeño tamaño. Al igual que sus compañeros de profesión de Nueva York, en la ciudad del viento sus librerías independientes debían gran parte de sus ventas a los turistas ocasionales que pasaban en riada por su puerta no hace mucho tiempo.

Para terminar el paseo de costa a costa, otro templo literario vivió su Rubicón financiero muy al principio de la pandemia... y puede que eso la haya salvado. En San Francisco, la City Lights Bookstore es una institución y, para el resto del mundo, forma parte de la historia universal de la literatura. Fue allí donde se gestó la Generación Beat, donde Allen Ginsberg declamó (y le publicó la editorial propia de la librería) su 'Aullido' fundacional y donde un joven Jack Kerouac se pasaba de camino o de paso antes de emborracharse en el vecino Vesuvio Cafe mientras escribía su 'En la carretera'.

El currículum poco sirve ante una pandemia que te baja la persiana y a las dos semanas de cierre total, sus propietarios iniciaron una cuestación para conseguir 300.000 dólares que mantuvieran a flote el establecimiento. Lo logró con creces a principios de abril y ahora que también en California se recupera poco a poco la normalidad, ha vuelto a cierta normalidad.

¿Y en España? La situación tampoco es mucho mejor, si bien la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) estima en un 25% la caída de los ingresos debido al efecto venta online al que se entregaron desde el principio las que no estaban ya en esa batalla. Además, apuntan a que se nota cierta recuperación ahora que el sector se aproxima a su gran momento anual (sobre todo, tras un año que se llevó por delante las ferias del libro presenciales). 

En cualquier caso, en Estados Unidos aprovechan para proclamar que "noviembre es el nuevo diciembre" para las librerías (y el Black Friday, se entiende) y en España han lanzado esta semana la campaña por el Día de las Librerías 2020, que se celebrará el próximo 13 de noviembre y con la que se pretende "agradecer el apoyo recibido durante los últimos meses", además de resaltar "el importante papel que desempeñan tanto en el sector del libro como en la sociedad, con su arraigo en los barrios y la creación de comunidades lectoras".

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