Opinión

Nuestro mayor socio comercial: China está ganando la 'guerra' a Estados Unidos

La transición verde aboca a Washington y Pekín a reeditar su batalla tecnológica
Nuestro mayor socio comercial: China está ganando la 'guerra' a los Estados Unidos
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Estados Unidos y China están librando una guerra comercial desde hace tres años. En 2018, el expresidente Donald Trump anunció la imposición de aranceles a productos chinos por valor de 50.000 millones de dólares. Como era de práctica habitual en la política del expresidente americano, la medida se materializó sin aviso previo, ocasionando un grave seísmo en el comercio mundial y suponiendo una declaración de guerra hacia los asiáticos.

A Beijing no le quedaba otra opción que contrarrestar este ataque con otro de igual envergadura y lo hizo gravando la importación de 128 productos 'made in America'. La potencia china trataba de evitar a toda costa la reducción histórica del déficit comercial entre ambos, que siempre ha jugado a favor de la República Popular.

Hasta ese momento el campo de batalla se circunscribía a los dos países, en realidad auténticos continentes económicos, pero 2020 ha supuesto un punto de inflexión en la guerra comercial que están librando. Para desgracia de los americanos, China se ha convertido en el mayor socio comercial de la Unión Europea. Según las datos de Eurostat, el comercio entre la UE y China alcanzó los 586.000 millones de euros, de los cuales 202.500 corresponden a importaciones y 383.500 a exportaciones. Las cifras superan ampliamente los 503.000 millones con los que la UE y EEUU cerraron el ejercicio pasado, poniendo fin a un liderazgo histórico mantenido durante toda la historia de la UE.

El dato económico es realmente importante desde el punto de vista geopolítico, ya que se produce en un momento en el que las relaciones económicas mundiales se han visto afectadas masivamente por la pandemia. Sin ella, probablemente, el comercio entre los países miembros de la UE y el gigante asiático habría alcanzado dígitos mucho mayores.

La realidad ha hecho que China se convierta en la única economía mundial que ha registrado un crecimiento neto en 2020. Su demanda le ha convertido en destinatario de la industria de automoción europea y de artículos de lujo, en un marco en el que la clase media china no deja de crecer, e incluso podría llegar a ser considerada como alta, con base en los estándares económicos y sociales europeos.

Por su parte, como no podía ser de otra manera en el año de la Covid, los productos fitosanitarios y farmacéuticos, junto a las tradicionales importaciones tecnológicas y de productos informáticos, han constituido la punta de lanza de la oferta china en Europa. La relación pone en evidencia la alta dependencia del continente de bienes estratégicos como los sanitarios, tal y como se ha podido comprobar en la reciente crisis originada por la carencia de productos básicos para combatir la primera ola de la pandemia, como los respiradores o incluso las mascarillas.

Unas estadísticas que reflejan los efectos del Brexit

Desde febrero de 2020, Reino Unido ha dejado de ser considerado, a efectos estadísticos, país miembro de la UE. Los números del comercio entre las islas británicas y Norteamérica son contundentes. De hecho, Londres se erige como el tercer socio comercial de la UE desde su salida. Las exportaciones a Reino Unido desde la UE disminuyeron un 13.2% con respecto a 2019, prácticamente el mismo porcentaje (13.9%) que las importaciones. El comercio entre ambas orillas del Atlántico ya no incluye ni las importaciones ni las exportaciones de la que fuera la segunda economía de la Unión.

Sin embargo, este hecho no explica por si solo la drástica ruptura económica entre la UE y los EEUU. Las relaciones comerciales entre ambas orillas del Atlántico han estado siempre en la base de su cooperación desde que, en 1947, Henry Truman decidiera destinar 12.000 millones de dólares a la reconstrucción europea gracias al Plan de su secretario de Estado, George Marshall. Desde entonces, la diplomacia privilegiada entre ambos continentes ha estado presidida por la colaboración leal y la confianza mutua.

La política proteccionista republicana ha tenido un efecto no deseado, reforzando la influencia y poder chino en el mismo corazón de Europa

Al menos fue así hasta que, en 2019, la OMC dio la razón a EEUU por los subsidios europeos a Airbus. Con esta resolución, la máxima autoridad mundial en litigios comerciales permitía a Washington tomar medidas equivalentes para 'castigar' la arrogancia europea. Y lo hizo imponiendo aranceles a productos procedentes de Europa, fundamentalmente a los españoles, franceses, alemanes e italianos, por un valor de 6.900 millones de euros, una cifra similar a la que hoy explica el adelanto de China por la derecha en el campo de batalla europeo. Se podría concluir que la política proteccionista republicana ha tenido un efecto no deseado, reforzando la influencia y poder chino en el mismo corazón de Europa.

Estados Unidos, la Administración Biden, se ha dado cuenta de la nueva realidad: y le asusta. Fruto de esta inquietud es la intención de acercar posturas entre la Casa Blanca y Bruselas en materia de seguridad y defensa a través de la OTAN. Pero la nueva normalidad, aplicada también al ámbito de las relaciones internacionales, no puede ser abordada únicamente con la fuerza militar. Dentro de las decisiones adoptadas por Biden en sus primeras semanas al frente de la nación más poderosa del mundo destaca la ratificación de los aranceles impuestos al comercio entre Estados Unidos y Europa. Los casi 7.000 millones de euros impuestos por Trump seguirán mermando las relaciones comerciales y no impedirán, en modo alguno, que China revalide su posición de privilegio, siendo el mayor socio comercial de la Unión e incluso ganando más fiabilidad como país que cumple escrupulosamente con los acuerdos establecidos.

La UE no ha pecado esta vez de lenta. El último día del año pasado llegó a un principio de acuerdo, tras más de siete años de negociaciones, para reequilibrar las inversiones europeas en Pekín. Aun lejos de entrar en vigor, sí supone una clara advertencia a Washington de la importancia de llegar a acuerdos estratégicos con urgencia, puesto que a rey muerto le sucede uno puesto, aunque en este caso cambie el inglés por el chino.

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