Capital sin Rerservas

CaixaBankia I de España: Una, grande…y pública

La gran fusión bancaria responde a un acuerdo político que garantiza al Estado una participación de referencia y un control esencial en la que está llamada a ser la primera entidad de crédito del país.

isidro Fainé y Luis de Guindos son los dos máximos promotores de una fusión que ya intentaron llevar a cabo en 2012
isidro Fainé y Luis de Guindos son los dos máximos promotores de una fusión que ya intentaron llevar a cabo en 2012
EFE

Con las tasas de rentabilidad cayendo en picado, la actividad bancaria en España se asemeja cada vez más a lo que hace cuatro décadas representaban en España los llamados sectores de cabecera; la minería, la siderurgia o la industria naval, que fueron pasto de la llamada reconversión industrial. Un proceso que transformó los perfiles de la economía nacional hacia un modelo de servicios en el que las entidades de crédito se movían como pez en el agua. Pero el ciclo está superado desde hace tiempo y la banca es a día de hoy un mero negocio de costes que obliga a un reajuste permanente de capacidad, sufragado a partir de ingentes gastos de reestructuración. Bajo estas condiciones, el diagnóstico del sistema financiero aboca a un tratamiento de choque para concentrar la terapia de saneamiento a partir de instituciones que sean capaces de mantener masa muscular tras eliminar la grasa que sobra en cantidades industriales.

La consolidación del sector a partir de nuevas fusiones se impone como una necesidad ineludible de los tiempos que corren desde hace años y nadie mejor que un banquero de casta como Isidro Fainé para colocar el cascabel al gato. Los amagos de pequeñas concentraciones en el segundo nivel sólo hubieran servido para juntar miserias y lo que Luis de Guindos venía reclamando desde el BCE era una boda por todo lo alto que rompiera el hielo de la obligada catarsis que ha de experimentar el sector en los próximos años. La política monetaria expansiva está destinada a salvar a los Estados y evitar que el servicio de las extravagantes deudas nacionales provoquen la ruina de la casa común europea. Los bancos han sido las víctimas naturales de esta estrategia económica global y solamente la integración de esfuerzos entre las distintas entidades operadoras puede paliar los desperfectos de un negocio en peligro de extinción.

Por supuesto que la fusión de Caixabank y Bankia hay que entenderla en términos políticos, pero eso no impide que la operación deba ser saludada con todas las bendiciones como una solución inteligente en el que las ventajas superan los inconvenientes que se derivan también de todo proceso de integración. De entrada, el presumible acuerdo exprés que formalizarán los respectivos consejos de administración esta próxima semana romperá el hielo con vistas a otros procesos equivalentes que afectarán en primer término al BBVA y al Banco Sabadell. Las dos organizaciones que presiden respectivamente Carlos Torres y Josep Oliu están siendo vigiladas con especial esmero desde Fráncfort y parece harto difícil que puedan sustraerse a la nueva ola de fusiones. Lo lógico sería pensar que ambas formasen la próxima pareja de baile pero se antoja complicado que la boda pueda celebrarse sin una previa reorganización directiva en el seno de una y otra entidad.

El mercado considera que BBVA y Sabadell deberán renovar sus cúpulas directivas antes de abordar cualquier proceso de integración

En el universo bancario existen otros satélites con los que aparentemente no se cuenta para el cartel protagonista de fusiones, pero cuyo marco geográfico de actuación los sitúa en una posición privilegiada de cara al futuro mapa financiero. Es el caso de Abanca en Galicia, que con el apoyo incondicional de Núñez Feijóo puede convertirse en una excelente novia para el Sabadell. O incluso el de Kutxabank en el País Vasco, lista y dispuesta desde hace tiempo para servir de polo de atracción y apoyar las ambiciones nacionalistas del lendakari Íñigo Urkullu, cuyo renovado Gobierno tiene ahora una inmejorable ocasión de reintegrar bajo su égida territorial al hijo pródigo del BBVA. Una vez abierto el melón, es impensable que nadie trate de salir indemne de un movimiento tectónico en el que España, una vez más, vuelve a convertirse en el alumno más aplicado del mercado financiero en Europa.

La excepción a toda regla es el Banco Santander, todavía en plena digestión del Popular, y al que Ana Botín tiene situado al rebote con el fin de recoger los despojos que sean más aprovechables de la consiguiente reconversión industrial. El consejero delegado del grupo en España, Rami Aboukahir, no debe perder ni un instante en renovar la confianza de su jefa a partir de un plan de crecimiento que permita compensar en parte el liderazgo perdido a manos del nuevo gran banco. La megafusión con las antiguas cajas de ahorros integradas en Bankia es un proyecto ganador que nace con los auspicios de la Unión Europea y el respaldo explícito del presidente Pedro Sánchez, quien ha dado plena carta de libertad a Fainé para que dirija la fusión de manera rápida y certera, tal y como es la intención del banquero catalán.

El FROB, la CNMV y la CNMC están obligados a mantener la pose de su consabida independencia sin poner mayores trabas a un acuerdo que, eso sí, tiene la enemiga de Podemos y de los diferentes representantes políticos del separatismo catalán. Los socios de investidura han puesto pies en pared contra la iniciativa, evidenciando la anomalía funcional de un Gobierno que cada vez se demuestra más incapaz de purgar sus pecados originales. El líder socialista ha dado instrucciones a la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, para que aguante el pataleo recurrente del comandante Iglesias mientras él se encarga personalmente de lidiar con la Generalitat en busca de alguna solución de compromiso que asegure el pasaporte oriundo de lo que un día fue La Caixa, incluyendo el logotipo con la estrella de Joan Miró.

Sánchez utilizará la fusión para resaltar el papel del Gobierno como el alumno aventajado de Europa en materia de consolidación bancaria

Más allá de estas concesiones simbólicas, aunque nada desdeñables, la entidad resultante supone también la mejor manera de desarmar al independentismo de su principal brazo financiero. Fainé ha estado conviviendo con las fuerzas vivas de la autonomía catalana en un permanente quiero y no puedo y su relación diplomática con los dirigentes de la Generalitat se ha ido agriando en los últimos tiempos en la misma medida que crecía la inflamación del célebre y agitado ‘procés’. Para Sánchez, la fusión es una forma de plantar cara al separatismo rampante en un momento de enorme convulsión entre los distintos grupos independentistas, haciendo ver que el Gobierno, o cuando menos el ala mayoritaria del PSOE, no está dispuesto a ceder más terreno en sus complejos equilibrios de poder con sus interesados aliados de legislatura.

El jefe del Ejecutivo ha entendido los mensajes de Fainé y quiere aprovechar también la operación para apuntarse un tanto en Bruselas, demostrando que España está perfectamente alineada con la agenda reformista de la Unión Europea. Las fusiones reclamadas por el BCE se unen ahora a la lucha medioambiental y a la digitalización como contrapartida para obtener las prometidas ayudas comunitarias. El Gobierno dispondrá además de voz y voto en el banco fusionado, no sólo a través de la participación societaria y la representación en el consejo, sino como garante de la Fundación La Caixa, primer accionista de la nueva entidad y que actúa bajo la tutela directa del Ministerio de Economía. Entre la mano invisible del mercado y la alargada sombra del sector público, la Gran CaixaBankia seguirá siendo un banco estatal. Por sus reminiscencias, pero principalmente por sus influencias.

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