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Cosas veredes: Sánchez baraja la carta atlántica de Aznar tras el zasca del BCE

Tras el varapalo del BCE a la petición de cancelar la deuda soberana de España, Sánchez teme quedarse tirado por el eje Berlín-París y ha empezado a mirar la opción atlántica, como hizo Aznar hace veinte años.

Sánchez con Merkel y Macron. El Gobierno español desconfía del apoyo que pueda prestar a España el eje Berlín-París en un próximo futuro
Sánchez con Merkel y Macron. El Gobierno español desconfía del apoyo que pueda prestar a España el eje Berlín-París en un próximo futuro
EFE

Si las principales locomotoras septentrionales de Europa, las que motivan las grandes decisiones que se adoptan desde el cuartel general de Bruselas, observan la realidad de España en el espejo de Italia se supone que el Gobierno ‘picapiedra’ de coalición debería tener serios motivos para estar preocupado. Los conflictos internos del país transalpino que han propiciado la llegada al poder del redentor Mario Draghi se reflejan de forma mimética en las relaciones, cada vez más tormentosas, de esa alianza genuinamente inestable del PSOE con Podemos. Es cierto que los sufridos socios de legislatura han metabolizado una especial capacidad de autoengaño que les permite deambular como si tal cosa sobre la cuerda floja, pero eso no impide que la deriva del último Estado sureño del Viejo Continente se perciba con una alarmante inquietud allende los Pirineos.

Los altos funcionarios de la Comisión Europea son plenamente conscientes de la siniestra gobernanza que existe en España si bien, hasta ahora, no han querido forzar la máquina de los mecanismos de control y vigilancia presupuestaria por aquello de que cualquier remedio, visto el panorama, puede ser peor que la enfermedad. Los difíciles equilibrios de poder con que tiene que manejarse Nadia Calviño cada vez que se sienta a la mesa del Consejo de Ministros son de sobra conocidos en los ambientes comunitarios, donde tampoco tienen muy claro que una solución tecnocrática al estilo italiano pueda ser replicada con una mínima garantía de éxito en nuestro país. Mientras el tiempo lo permita y no se produzcan circunstancias agravantes que demuestren lo contrario, la vicepresidenta económica es la única esperanza blanca de los mandos europeos para meter en vereda a España.

La que fuera colega durante varios años en las instituciones de Bruselas goza, todavía, de un particular margen de confianza que es muy de agradecer. Principalmente gracias a que las dificultades añadidas para controlar la pandemia y el estancamiento de la actividad productiva en toda Europa favorecen la sonrisa tonta con que los burócratas comunitarios van dando cuartelillo al Gobierno de Sánchez. Pero que nadie se equivoque porque toda dispensa solidaria tiene una fecha de caducidad y, por muchos paños calientes que se hayan querido aplicar hasta ahora, lo único cierto es que la evolución de 2020 ha dejado un retrato infame de la situación económica en España. Como era de temer, la economía nacional ha registrado una caída histórica del 11% de su Producto Interior Bruto y nuestro país se ha colocado a la cola del mundo desarrollado en los informes de la OCDE.

La deriva económica de España preocupa y mucho en Europa, pero los burócratas de Bruselas están dando cuartelillo a Sánchez para evitar una mayor presión por parte de Podemos 

Las tribulaciones compartidas con los vecinos más pudientes de la eurozona pueden servir durante unos meses como consuelo de pobre, por decirlo de manera sutil, pero España debe tener muy claro que la tía Ángela está de despedida y con ella se va la mamá de Europa que tanto ayudó en la última gran recesión. Algunos de los países que, en su día, despreciaron a la buena madre se arriesgan ahora a padecer el desafecto de un mal padrastro porque no es previsible que el futuro sucesor de Merkel tenga mayores miramientos con los Estados que se queden rezagados de la recuperación. De ahí también el programa de emergencia con que el antiguo presidente del BCE quiere demostrar el propósito de enmienda de Italia antes de que el clima electoral en Alemania provoque un reajuste de las prioridades económicas en el conjunto de Europa.

Las señales recientes emitidas desde Berlín acerca de la necesidad de volver a recuperar el pacto de estabilidad fiscal en el conjunto de la zona euro no son las más halagüeñas para los intereses de Moncloa. Tanto el recién elegido presidente de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), Armin Laschet, como el resto de candidatos que se postulan como cabeza de partido para las elecciones de próximo mes de septiembre van a medir sus fuerzas en el terreno económico, conscientes de que sus ciudadanos no tardarán mucho tiempo en exigir una política menos laxa y acomodaticia a los problemas del sur de Europa. Una tendencia que terminará por arrastrar a Emmanuel Macron en Francia si el presidente de la República pretende tomar el verdadero relevo de Merkel como líder incontestable de Europa en los futuros y mejores tiempos que han de llegar tras la pandemia.

La escalada del coronavirus está acentuando el germen de la desigualdad que siempre ha existido dentro del mundo capitalista y la reapolitik basada en premisas morales que adorna los esfuerzos de coordinación internacional dará paso a un ‘sálvese quien pueda’ desde el mismo momento en que la crisis económica adquiera prioridad sobre la sanitaria. En el espejismo de esa coalición socialcomunista que dirige España hacia el naufragio han empezado a surgir los primeros susurros que alertan del eje Berlín-Paris como una potencial amenaza externa. Dentro del entorno más cercano a Pedro Sánchez existe la convicción, cada vez más acusada, de que los nacionalismos imperantes en Alemania y Francia volverán por sus fueros en cuanto que ambas potencias se sientan en disposición de retomar su velocidad de crucero. La inmunidad clínica de rebaño marcará el epílogo de la protección financiera de la manada comunitaria.

La despedida de Merkel amenaza con dar fin a la actual realpolitik europea, basada en premisas morales, para dar paso a un 'sálvese quien pueda' ante la intensidad de la crisis económica

La reacción del Banco Central Europeo (BCE), calificando de ‘inconcebible’ la propuesta de condonación de deuda que, bajo el patrocinio del economista antisistema Thomas Piketti, han formulado altos cargos del PSOE y Podemos, supone un ‘zasca’ sin precedentes para el Gobierno español. El jefe del Ejecutivo, celoso como pocos en el empleo controlado de las normas de transparencia a nivel doméstico, ha consentido de manera innecesaria que el Estado descubra en la plaza pública las peores cartas que maneja a la hora de afrontar la nueva crisis económica. Un error de bulto que puede tener graves consecuencias en la reputación de solvencia del Reino de España como demandante de recursos en los mercados de capitales y que ha permitido a Christine Lagarde tomar buena nota del escaso sentido institucional que existe en nuestro país sobre la misión del BCE como garante de toda la Unión Monetaria.

Nadia Calviño tendrá que hacer horas extras para que las tentaciones de mal pagador no causen mayores desatinos, pero también deberá cuidarse de no poner la mano en el fuego porque la deshonesta proposición de amortizar la deuda 'by the face' es el principio de una estrategia para demostrar a los halcones europeos que no sólo ellos gozan de pico largo. Los manuales de resistencia que imparte Sánchez inducen a su tropa a pasar al ataque como argumento de defensa y las mentes preclaras de Moncloa se han puesto a explorar la conveniencia de un nuevo influjo atlántico que, además de hacer la pelota a Joe Biden, permita a España sacar la cara ante la eventual desafección de los vecinos continentales. Los más susceptibles pensarán que los mismos ideales motivaron a Aznar con los pies sobre la mesa en la foto de las Azores. En la era del revisionismo está claro que el pasado nunca muere. Pero es un lugar al que se llega siempre tarde.

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