Cuaderno de venta

Las cartas del caso Grifols comienzan a levantarse y Gotham no iba de farol

Cartas y fichas del juego del póquer
Cartas y fichas del juego del póquer
Playground vía La Información

El grado sofisticación contable en Grifols parecía dotarle hasta hace unos meses de un halo de superioridad en la escena empresarial del Ibex que muchos se admiraban, y pocos se preguntaban, cómo lo hacía y a la velocidad a la que cerraba operaciones desde Estados Unidos a China, pasando por Alemania. Es otro nivel. Hasta que se ha descubierto que parte de la fachada era de cartón piedra. La loca carrera corporativa de la farmacéutica durante la última década ha llegado a su fin y ahora toca poner cordura en la gestión de un negocio y balance llevado hasta el límite como se ha visto ahora. También a la mala gobernanza corporativa de la empresa familiar.

Los resultados anuales que Grifols presentó el pasado jueves aportan muchas luces a las sombras en las que se movía desde hace algún tiempo, en especial, desde el pasado 9 de enero tras el famoso informe Gotham, que puso ojos y cara a los peores temores. No hay el fraude que se denunciaba, pero sí queda patente que había demasiadas operaciones cruzadas entre la compañía, accionistas y ex directivos (partes vinculadas) bajo el radar. También que las prácticas contables rozan los límites del encaje normativo. Los 'gothamnianos' iban cargados de razones después de someter al polígrafo a los informes financieros de la farmacéutica.

La situación es delicada. Tanto que el auditor KPMG y el supervisor CNMV todavía no se han pronunciado pese a la presión para obtener el matasellos de ambos por parte de los bancos y fondos acreedores que financian a la compañía y que se juegan mucho. 11.000 millones de euros de pasivos sustentan Grifols en este momento, casi tres veces su valor en bolsa y dos veces de su línea de ingresos anuales. El riesgo legal en el que incurren tanto KPMG y CNMV ante futuros litigios con inversores aconseja prudencia, así que, de la mano, apurarán los plazos legales antes de firmar las cuentas auditadas y emitir un informe completo a modo de 'forensic' que el supervisor ha encargado a un experto independiente.

La buena noticia es que la compañía está dando pasos para solucionar los problemas de desconfianza que ha generado, aunque también está admitiendo la existencia de los mismos. "No realizaremos nuevas operaciones con partes vinculadas", prometió el presidente ejecutivo de la empresa, Thomas Glanzmann, en una rara declaración que recordó como aquel 'lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir' que pronunció el rey emérito en 2012 tras su accidente en un safari africano. Hay disposición de cambio en la nueva etapa que liderará Nacho Abia, que ha sido reclutado para llevar las riendas del grupo a partir del 1 de abril.

En este sentido, Grifols SA hizo algunos destapes poco comunes. Por ejemplo, la empresa desveló que Víctor Grifols Roura le debía 5,6 millones de euros a cierre de 2023 y que saldó esta deuda en enero tras el informe Gotham. No es otro que el todopoderoso ex presidente y principal accionista directo con el 1,3% del capital, e indirecta a través de Deria y Scranton, sociedades que tienen en conjunto algo más del 17% de la propiedad. Esa posición deudora fue la gota que colmó el vaso para algunos grandes inversores después de la subida de retribución a la cúpula en 2023 que obtuvo amplio rechazo, debido a la difícil situación financiera del grupo. Pone en contexto por qué la familia Grifols tuvo que dar un paso fuera de la línea ejecutiva. El dinero de la empresa familiar es todo menos familiar.

Siembra incomunicación, cosecha desconfianza

Las transacciones vinculadas con Scranton -un holding holandés propiedad de la familia Grifols y empleados- fueron el gran foco de atención una vez más porque, como hemos contado en estas páginas, son la clave para desentrañar el entuerto. Provoca sonrojo que la compañía acusase a "la prensa", en un comunicado de la abogada y secretaria del consejo, Nuria Martín, de haber "malinterpretado" un "dividendo sin salida de caja", a cuenta de cuatro años atrás, de 266 millones de euros de BPC a Scranton. Más allá del intento de desacreditar al conjunto de los medios sin señalar a ninguno, señoría, ¡lo difícil es no haberlo hecho! 

La opacidad de la que ha hecho gala Grifols al vetar a la prensa especializada de sus presentaciones de resultados probablemente tienen gran parte de la culpa de la falta de confianza del mercado. Los errores de comunicación de la compañía no han sido menores. De hecho, la confusión sobre su flujo de caja libre (FCF) generó no poca inquietud. El director financiero de Grifols, Alfredo Arroyo, dijo que esperan casi 500 millones de euros en 2024 sin extraordinarios, aunque al día siguiente tuvo que aclarar que se quedará casi a cero (5 millones) con ellos. Además reveló que en 2023 fue negativo (-189 millones). Hasta cuatro analistas se han descolgado ya de la visión positiva casi unánime que aglutinaba Grifols hasta el pasado enero. Juan Ros (Oddo) fue el primero, pero ahora Álvaro Aríztegui (Renta 4), Pablo de Rentería (Kepler), Fernando Gil (Bestinver) han puesto "bajo revisión" su recomendación.

Santander, en cambio, ha ratificado en cambio su consejo de compra con un precio objetivo de más de 27 euros, un 200% por encima de su nivel actual. Murallas chinas aparte, el banco es a la vez financiador tanto de Deria (familia) como de Grifols y tiene una participación relevante del 4% en las acciones clase B de la farmacéutica. Los inversores en corto han reforzado sus posiciones bajistas. Qube ha elevado su apuesta al -1,62% del capital, mientras que el 'hedge fund' Millenium -que controla el 6% de los ADRs de Grifols en Wall Street- ha reactivado su corto por encima del -0,5% del capital y tiene otra posición a través del fondo filial Worldquant.

El citado 'dividendo sin salida de caja' es el registro contable de un pago en especie entre firmas vinculadas pero que Grifols se ve obligado a contar porque consolida al 100% (NIIF 10-B94) una empresa que no es suya sino de Scranton. La obligación surge porque tiene una opción de recompra, la gestión y, además, es su cliente. El triple tirabuzón contable de esa operación se completa al comprobar que Grifols parece haber entrado en un bucle con esa operación en la que vendió sus filiales BPC y Haema a su accionista Scranton por algo más de 530 millones. No solo admite que está financiando parte de la compra, sino que además es avalista del resto de la ante Bank of America, que tiene en prenda esas filiales. Dicho de otra manera, si Scranton impaga, Grifols tendrá que pagar y hacer frente... si puede.

La contabilidad que ha venido realizando desde hace unos años a esta parte parecen más fruto de la necesidad que de otra cosa, aunque quizá tienen algo de huida hacia adelante. Después de la exitosa compra de Talecris en 2014, Grifols midió mal sus fuerzas y se debilitó en el elogio de verse convertida en una referencia mundial del negocio de los hemoderivados. Operaciones posteriores como las adquisiciones mil millonarias al mismo enigmático socio Yue Wen Zheng de Creat Group (centros de plasma en EEUU, la alemana Biotest AG y Shanghái Raas) han dado lugar a un grupo apalancado en exceso y sujeto a soluciones creativas que ahora toca deshacer. De hecho, el paso dado con la venta a Haier de la mayor parte de Raas marca un punto de inflexión. Grifols se juega de aquí a verano la refinanciación o amortización de sus vencimientos de 2025 (cerca de 3.000 millones). Entre lo que ingrese por la venta china (1.600 millones) y su liquidez (1.100 millones), el desafío parece al alcance.

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