Sigue la incertidumbre

Del lío de los apellidos a las clases en el patio, así encara la universidad el curso

La vuelta al cole fue todo un reto  y el regreso de la formación superior no lo ha sido menos, esta vez, los problemas de aforo y conexión son los grandes escollos.

Alumnos dando clase en el patio de la Universidad de Córdoba
Alumnos dando clase en el patio de la Universidad de Córdoba
La Información

La vuelta al 'cole' de los más pequeños fue el primer reto. El regreso de los adolescentes a los institutos sacó los colores a unos protocolos sellados 'in extremis'. Ahora es el turno de los universitarios. Con el mes de septiembre llegó el reclamo. Jóvenes de toda España volvieron a hacer la maleta, camino de unas facultades que aglutinan futuros graduados de todos los puntos del país. Quedan flecos por cortar. Los decanos tuvieron que coger las tijeras para reducir aforos tanto como fuera necesario para garantizar la famosa distancia de seguridad de metro y medio. No todas las estrategias han cubierto el expediente. Los docentes han vuelto a hacer de salvavidas para impedir que el barco de la presencialidad se hundiese antes de zarpar.  

Las primeras jornadas han convertido los patios en aulas y obligado a los estudiantes a lidiar con problemas de conexión que dificultan el seguimiento de las clases. El Wifi y los aforos se han posicionado como dos de los mayores escollos para un curso Covid en el que la semipresencialidad apunta maneras para convertirse en el formato imperante. Los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba, han vivido en sus propias carnes los primeros efectos de la formación en la nueva normalidad.

El 14 de septiembre comenzaron las clases, con una medida llegada desde el Rectorado. "Nuestro grado se dividió por apellidos en tres grupos, A, B y C", explica el alumnado en una llamada con La Información. En un intento por aplicar esos grupos burbuja que recomendaron las autoridades sanitarias, la universidad estableció como filtro la inicial de los apellidos. "Se buscaba una división del 30% del cupo total, para poder asistir a clase una semana de cada tres cada grupo". El A, la primera semana, el B, la segunda, el C, la tercera. Sobre el papel, las cuentas cuadraban. La realidad, como viene siendo habitual, deparaba obstáculos fuera de guión.

"No se tuvo en cuenta que hay iniciales con apellidos mucho más repetidos que otros", apuntan los jóvenes. No hay los mismos 'Gómez' que 'Sanchís'. "El resultado es que nuestro grupo lo forman cerca de 30 alumnos, frente a los 10 o 15 del resto". Las grietas de lo que no se tuvo en cuenta traslucieron el primer día. "Acudimos a una clase con un aforo muy limitado, cerca de diez alumnos máximo, y mesas que agrupan a los alumnos de cuatro en cuatro".  Los pupitres están marcados con dos pegatinas, una roja y una azul, y los grupos que acuden en horas consecutivas se sientan cada uno en las mesas que tienen el sello de un color. Cuando el grupo más masivo llegó a este aula se dio cuenta de que, si querían mantener el protocolo, no cabían en el aula. El docente optó por bajárselos al patio.

"Si entramos todos los de clase en el aula, es imposible respetar las distancias"

Los estudiantes cordobeses no son los únicos que se han encontrado con esta situación en el septiembre más incierto de la Educación en España. Alumnos del grado de Arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid han compartido con este diario imágenes de toda una clase recibiendo las lecciones del profesor al aire libre, en los aledaños del edificio. "El problema es el aforo. Si entramos todos en clase no podemos respetar las distancias", aseguran. Amén de que el frío llama a las puertas, la estrategia tiene otros flecos sueltos. 

Alumnos de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid
Alumnos de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid

La Información

"Cada uno asiste a clase con su propio ordenador, la batería del mío, por ejemplo, apenas aguanta treinta minutos... ¿Cómo voy a seguir una clase de hora y media?", afirma un estudiante de la Politécnica. Sin salir de Madrid, universitarios de otro centro, que prefieren no identificarse, relatan a La Información cómo uno de sus profesores, con un perfil de riesgo frente a la Covid, dio una clase desde casa que ellos siguieron en streaming desde sus pupitres. "El profe en casa y nosotros en el aula". Hay escenas de todos los colores. En el caso de los futuros arquitectos, todo apunta a que, la asignatura en cuestión, volverá a impartirse de forma online más pronto que tarde, antes de que las lluvias sorprendan a los asistentes en plena lección. 

Muchas universidades españolas cargan a sus espaldas con una vida anterior. En el caso de la facultad cordobesa, como hospital. Las instalaciones son antiguas y los alumnos acaban apiñados -al menos en cuanto al baremo Covid se refiere-, en las aulas más pequeñas de su interior. "Ya pasaba antes que algunos alumnos se tenían que quedar de pie", afirma una de las alumnas cordobesa. La escena es habitual en las facultades españolas con más afluencia de alumnos, donde los últimos en llegar se acoplan en esos pupitres 'extras' que se guardan en las esquinas de las clases. Como ya ocurrió en muchos hospitales, los recovecos y las estructuras poco funcionales, dificultan adaptar los espacios a un escenario de pandemia. ¿El resultado? Mejor dar clase en el patio que no darla.

Más de cien centros ya han echado el cierre por contagio

Tras un verano, en vilo, agosto llegó para confirmar la realidad que los gestores del 'curso Covid' habían mantenido bajo la alfombra: el virus marcaría el rumbo del año académico. El 31 de agosto, el Ministerio de Universidades, liderado por Manuel Castells, publicó la última actualización del protocolo acordado por la comisión delegada de la Conferencia General de Política Universitaria, en la que están presentes todas las CCAA. No fue el primero, pero sí el definitivo. Como principal novedad, apuntan desde la cartera a este medio, el 'plan de choque' frente a los brotes -o su sospecha-, e las aulas, la obligatoriedad de la mascarilla -en el aire hasta ese momento- y la mejora en la ventilación de los centros. 

Lo que se podía anticipar, en materia de prevención, quedó incluido en ese marco general, del que salieron otros 18: uno por cada CCAA y otro del Estado, de aplicación en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y la de Educación a Distancia (UNED). La 'hoja de ruta' que firma la cartera se pone en el peor de los escenarios. Y no es para menos. Colegios e institutos sirvieron de avanzadilla. Los contagios de docentes y alumnos forzaron a  cerrar 2.224 aulas y 133 centros completos hasta este jueves. Las CCAA ven la situación manejable -el porcentaje de clases afectadas es mínimo si se atiende al total nacional-, pero, el tiempo que dura el 'cerrojazo' pone en un brete a muchas familias, lo que amenaza la estrategia de control  del virus. 

"En el caso de la constatación de un número elevado de estudiantes (o resto de miembros de la comunidad universitaria) afectados, cualquier decisión que tenga afectación general de un centro o una universidad deberá ser tomada conjuntamente por los responsables de la universidad y las autoridades responsables de la política sanitaria y universitaria". La unilateralidad no tiene cabida en tiempos de pandemia, al menos, entre pupitres. Habrá que esperar para comprobar si los gestores han hecho los deberes. Los estudiantes sí coinciden en que los profesores aprueban con sobresaliente.

Mostrar comentarios