Sexto productor mundial

Noruega es la esperanza de Europa para liberarse del gas ruso... pero llega tarde

Este país podría suministrar hasta 60.000 millones de metros cúbicos de gas a Alemania, cantidad que supone un 80% del gas ruso que importa y que les salvaría de un corte de suministro ordenado por Putin. 

Gas Noruega
Noruega es la esperanza de Europa para liberarse del gas ruso... pero llega tarde. 
Pu Xiaoxu / Xinhua News / ContactoPhoto

En octubre de 1962, la compañía holandesa Phillips Petroleum dirigió una petición al gobierno de Noruega para que le dejara explorar su subsuelo marino. Nadie creía que se pudiera encontrar petróleo y gas en esa zona, cerca de los fiordos. Phillips Petroleum estaba dispuesta a pagar hasta 160.000 dólares al mes para que les dejaran explorar en la plataforma submarina, que abarcaba muchas millas marinas adentro del Mar del Norte, y cuyas aguas territoriales comparte con Gran Bretaña, Dinamarca, Holanda y Alemania.

El gobierno noruego le aprobó la licencia en 1965. En 1969, Phillips Petroleum descubrió una gigantesca bolsa de petróleo y gas en el sector noruego del Mar del Norte, en una zona que se denominó Ekofisk. En 1971 se construyeron varias plataformas marinas para extraer estas materias primas en lo que se convirtió en la mayor explotación de petróleo y gas 'off shore' o mar adentro del mundo entonces. Decenas de compañías petroleras extranjeras así como las compañías estatales noruegas NorskHydro y Statoil (hoy fusionadas en Equinor) se presentaron allí para explotar las enormes reservas de petróleo y gas del Mar del Norte que pueden seguir alimentando los hogares europeos hasta más allá del 2050.

En el momento actual, Noruega produce el 2,5% del gas mundial, según BP Statistics, la fuente más fiable del sector (cifras 2020). La cifra puede parecer modesta si se compara con el 44,1% del gas que produce EEUU al año, pero Noruega es el sexto productor mundial. La mitad del gas que produce Noruega acaba en las calefacciones de tres países: Holanda, Bélgica y Gran Bretaña (en suma, más del 55,6% de las exportaciones de gas noruego). A los alemanes, los grandes consumidores de gas de Europa, solo les llega un magro 2% de ese gas. La Federación Rusa, con todo su poder, sólo produce el 16,6% del gas mundial. Lo que pasa es que la mayor parte de ese gas ruso se destina a Europa, que siente adicción por el gas ruso, especialmente los alemanes.

Los noruegos y los rusos, con sus empresas de gas Equinor y Gazprom, han estado cruzando sus espadas en el mercado europeo para ganarse a los alemanes desde hace años. Pero los alemanes dieron la espalda al gas noruego y se entregaron al ruso porque formaba parte de su Ostpolitik, su política de acercamiento con el gigante. Los alemanes pensaban que el abrazo del oso ruso no sería tan peligroso si se acercaban a él. Comería de su mano y se amansaría. Por eso, en los últimos 20 años se han construido dos largos gasoductos submarinos llamados Nordstream I y II que conectan puertos rusos con Alemania, en una línea directa.

El Nordstream II se iba a poner en marcha en meses pasados pero la guerra lo ha paralizado. En realidad, la guerra de Ucrania puso las cosas en su sitio de verdad, pues los alemanes se dieron cuenta de que el abrazo del oso les puede estrangular la economía. Si Rusia les corta el gas, no podrán sobrevivir porque Alemania ha cerrado casi todas sus centrales nucleares, y las otras energías (verdes o carbón) no son suficientes para calentar el país. Ahora los alemanes y el resto de Europa miran a Noruega porque es el mayor yacimiento de gas del continente. Este país se ha convertido en un país aún más estratégico para los intereses europeos tras la invasión de Ucrania.

Las plataformas noruegas que extraen gas están conectadas mediante gasoductos submarinos con diferentes puntos continentales. Los Europipe I y II surten de gas a Alemania. Norpipe, y Zeepipe, a los Países Bajos, a Bélgica y a Francia. Según los analistas, Noruega podría suministrar hasta 60.000 millones de metros cúbicos de gas a Alemania, un 80% del gas ruso. Según la Agencia Internacional de la Energía, en 2021, la Unión Europea importó 155.000 millones de metros cúbicos de gas natural de Rusia, “lo que representa alrededor del 45% de las importaciones de gas de la UE y cerca del 40% de su consumo total de gas”. La idea de Europa es reducir su uso y las importaciones de gas con el tiempo, pero en el futuro inmediato no hay más remedio que pagarlas.

¿Hasta qué punto puede Noruega ser el gran suministrador? Como decía el historiador François Kersaudy, a 'El Mundo' recientemente: “Hay algo en todo esto que no acabo de entender. Hay inmensas reservas de gas y petróleo en un país europeo, Noruega, que no las necesita. ¿Por qué no venden ese gas y ese petróleo a Finlandia o Alemania?”. Kersaudy escribió su tesis doctoral sobre Noruega, y lo conoce bien. En los años 70 los noruegos no sabían qué hacer con sus reservas energéticas, porque con la energía hidroeléctrica cubrían sus necesidades. “Podrían ayudar a los finlandeses, que dependen al cien por cien del gas ruso. ¿Por qué no lo hacen?”.

Noruega tiene unas reservas probadas de 1.500 billones de metros cúbicos de gas, según el anuario de energía de BP. En teoría, es cuestión de inyectar más gas en las tuberías, cosa que ha prometido Noruega. “Podemos exportar más gas este verano”, dijo la ejecutiva de Equinor, Irene Rummelhoff, en un comunicado recogido por Reuters. Equinor es hoy el fruto de la fusión de las empresas estatales noruegas NorskHydro y Statoil. Aunque cotiza en bolsa, la mayor parte de sus acciones (el 67%) las retiene el estado noruego. El campo de Oseberg incrementerá las exportaciones de gas en alrededor de mil millones de metros cúbicos en este año hasta el 30 de septiembre, mientras que el campo de Heidrun puede aumentar la producción en 400 millones de metros cúbicos este año.

Según Equinor, 1.400 millones de metros cúbicos de gas son suficientes para satisfacer la demanda de gas de unos 1,4 millones de hogares europeos durante un año. Pero, claro, en toda la Unión Europea hay algo más de eso: hay más cien millones de familias si se estima 4 personas por hogar. Europa por su parte está haciendo los deberes, aunque un poco tarde. Según Eurostat, la dependencia del gas natural en la UE fue del 83,5% en 2020, frente al 89,5% en 2019. Y la tendencia sigue su curso. Está bajando la dependencia del gas en general, pero a un ritmo muy lento, mientras que el aumento del gas noruego también va a un ritmo muy lento. Es más rápido traer gas de EEUU con barcos metaneros.

De cara al largo plazo, todos estos incrementos de producción se esfumarán porque el gas se extinguirá tarde o temprano. Por ejemplo, Holanda descubrió en 1959 en la provincia de Groningen, una gigantesca bolsa de gas, la mayor de Europa. Ese yacimiento fue explotado con intensidad, pero en los años noventa se produjo un fenómeno geológico conocido como subsidencia: al vaciarse el gas entre las capas de la litosfera, se produce un corrimiento vertical de tierras que origina pequeños sismos. Entre 2025 y 2028 el campo de Groningen será cerrado.

Subsidencia fue lo que sucedió en España en la plataforma Castor gestionada por ACS y situada enfrente de la costa de Castellón. Se pensaba emplear como el quinto mayor almacén de gas, pero tras las pruebas, ocurrieron cientos de pequeños sismos y el gobierno acabó cerrando el almacén. El Estado tuvo que indemnizar a la empresa con 1.400 millones. Como se pagará en 30 años, serán 4.700 millones de euros que se cargarán en la factura de siete millones de consumidores. Todo esto al final prueba que Europa depende de una materia prima que es finita, que es estratégica y cuya escasez marca el paso de los precios mundiales, de la inflación y de la crisis.

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