Radiografía de una gestión de éxito

Ignacio Sánchez Galán: las horas bajas del hombre "capaz de arreglarlo todo"

Desde que en 2001 el salmantino se hiciera con los mandos de la eléctrica vasca, el Ibex ha visto cómo la firma ha ido subiendo escalón tras escalón para situarse en la cúspide. 

Ignacio Sánchez Galán Iberdrola
Sánchez Galán: auge y caída del "hombre que lo arreglaba todo". 
Europa Press

Pronunciar el nombre de Ignacio Sánchez Galán siempre ha sido sinónimo de éxito y, a menudo, de respeto (e incluso temor) en función del momento en el que nos encontremos de su historia en Iberdrola. Si hubiera que definir en cinco palabras su labor al frente de la mayor eléctrica española, sin duda podríamos hablar del “hombre que lo arreglaba todo” en una combinación de la gestión empresarial y el noble y peligroso arte de la influencia.

Nadie puede dudar de sus éxitos al convertir a Iberdrola en la principal eléctrica del país, y una de las mayores del mundo, con proyectos e inversiones en prácticamente todo el planeta. Fue el hombre capaz de reconvertir una empresa que destilaba carbón por todos sus poros en una multinacional verde en la que sus aerogeneradores siempre cerraban, estratégicamente, los telediarios de las principales cadenas de televisión. Era el final de la primera década del siglo XXI, cuando hablar de la transición energética era una cuestión reservada para visionarios con mucho dinero.

20 años pueden no ser nada para Gardel, pero, sin duda, son muchos para cualquier máximo directivo en un sector como el energético, caracterizado por ser una trituradora de nombres ilustres. Desde que, en 2001, el salmantino se hiciera con los mandos de la empresa vasca, el Ibex ha visto cómo la eléctrica ha ido subiendo escalón tras escalón para situarse en la cúspide de una pirámide en la que ya encabeza el índice de capitalización del selectivo español. Su peso supone más de un 15% del total del valor de las 35 empresas más importantes del país. Mucho recorrido para el de Villavieja de Yeltes que, sin embargo, en ningún momento le perdió la cara al pulso que mantenía con Endesa, por aquel entonces la campeona nacional en esto de la electricidad.

En estas dos décadas, Galán ha ‘sobrevivido’, hasta el momento, a todo y a todos, incluidos la decena de ministros y la veintena de secretarios de Estado que accedían a la cartera de Industria y Energía con la intención de cambiarlo todo, aun a costa de asumir una deuda multimillonaría llamada ‘déficit de tarifa’. Es aquí cuando Galán daba un paso al frente y tuvo que ingeniárselas para explicar a sus inversores extranjeros la razón por la que España se endeudaba a ritmo de 6.000 millones de euros anuales. Todo porque no había Gobierno alguno que quisiera pagar el coste real de la energía. Nadie en el sector duda de que gran parte del esfuerzo por titulizar esta deuda, inasumible para un país, se debe a su insistencia por solucionarlo, por ser “el hombre que lo arreglaba todo”, probablemente presionado por unos fondos que entendían de todo menos de no recibir lo prometido a fin de año.

A esta habilidad técnica y financiera se le unió su habilidad para aparecer en programas de radio dominicales, donde no tenía ningún tapujo para asegurar que el ministro de turno era “el mejor de todos los ministros de la democracia”. Esta capacidad de adaptación fue la que le llevó a comprender que, sin comunicación, la empresa no era más que un mero balance de resultados para presentar ante un consejo de administración en Londres o Nueva York. Su cualidad innata para moverse entre grupos editoriales, consejeros de grandes medios e incluso redacciones, le ha valido el reconocimiento (y de nuevo el temor) del sector, aun a costa de dejarse en la gatera muchos pelos que ahora le podrían suponer un lastre judicial.

Galán ha conseguido situar a Iberdrola en la cumbre del empresariado internacional, y lo ha hecho gracias a dos variables que ha sabido jugar muy bien: internacionalización y renovables. No dudó en llegar hasta el final bajo cualquier coste, incluido el amago de la desvinculación de la españolidad de la empresa con aquel sentimiento “más británico que español” que dejó boquiabierta a toda la profesión periodística y política en 2014. Ver correr a todo su departamento de prensa para tratar de frenar el vendaval que se avecinaba con aquellas declaraciones pasará a los anales del periodismo como la viva imagen de la desesperación por deshacer un entuerto que nadie podía ya parar.

Sin duda, este episodio marcó un antes y un después en el devenir profesional del presidente de Iberdrola. Desde ese instante, comprendió la dificultad de navegar entre dos aguas: el día a día en España y la rendición de cuentas en Reino Unido. Una combinación complicada en la que nadar y guardar la ropa aparece en la lección número uno del gestor internacional. Esa que dicta sacar la mano izquierda con el inversor y la derecha con el legislador: aquel que puede cambiar la cuenta de resultados con el simple hecho de cambiar una coma en el BOE.

El auge de Galán en los negocios chocó con las intenciones de ACS de pensar que España podría crear un ‘supercampeón energético’ de la mano de la fusión entre Fenosa e Iberdrola. Fue en 2006 cuando la constructora entró como un cuchillo en el accionariado de la eléctrica. Era un pulso frenético entre ladrilleros e ingenieros. Los primeros estaban representados por la empresa de Florentino Pérez y los segundos por Sánchez Galán que, por aquel entonces, defendía el coto eléctrico como un espacio reservado para técnicos en el que las manos de los “hombres del pico y la pala” no podría aportar nada nuevo. Ni siquiera de valor. La crisis de 2008 se llevó por los aires las ambiciones de unos y otros. Tuvimos que esperar unos pocos años más para asistir a una nueva reedición de este combate, que enfrentó a Luis del Rivero contra Antonio Brufau: con idéntico resultado a favor de los ‘energéticos’ en detrimento de los ‘ladrilleros’.

Por el camino quedaron cientos, miles de titulares de uno y otro lado y, que se sepa hasta el momento, presuntas malas prácticas relacionadas con la obtención de información para denostar al rival, algo que ahora tendrá que afrontar Sánchez Galán con el mismo espíritu castellano de siempre: una mezcla de ambición y orgullo que muchas veces solo lleva a quemar las naves para no poder regresar a los orígenes.

Tras este 'impasse', los números de Iberdrola volvieron a ser lo que eran y fueron creciendo y creciendo. Ni la crisis climática ni los continuos cambios de legislación impidieron que las arcas de la eléctrica siguieran llenándose, gracias a grandes apuestas inversoras en mercados maduros, pero seguros jurídicamente, como Estados Unidos o Gran Bretaña. Iberdrola dejaba atrás paseos con líderes mundiales como Dilma Roussef, con la que Galán mantuvo una relación de amor-odio para intentar hacer de Brasil el principal campo de operaciones de la española. Gracias a esta estrategia Iberdrola cerró los mejores resultados de su historia en 2019, año en el que alcanzó un ebitda de 9.729 millones de euros. Toda una fortuna para este ingeniero industrial con espíritu de empresario.

Ignacio, “el hombre que lo arreglaba todo”, tendrá ahora que volver a hacer honor a su apellido y engalanarse de sus mejores dotes sociales y comunicativas para explicar a sus anglosajones inversores cómo compaginar una imputación en los tribunales con la Responsabilidad Social Corporativa que exigen. El empeño por dejar su legado y preparar una transición que pusiera fin a sus veinte años de reinado se verá probablemente frustrado. Le han faltado unos meses. Supo arreglar todo menos el tiempo. Es una muesca que quizá no pueda poner nunca en su muy marcada culata de cazador de grandes presas. 

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