La experiencia de cuatro parisinos 

Así se vive un toque de queda: "Empiezo a trabajar tres horas antes de lo normal"

Desde hace una semana, la capital de Francia 'duerme' entre las nueve de la noche y las seis de la mañana. Una restricción sanitaria que ha obligado a los parisinos a cambiar sus hábitos laborales y sociales.

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Así se vive un toque de queda. El ejemplo de París, con esta medida desde hace una semana.
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Las noches de París solían ser de las más animadas de Europa, pero el toque de queda entre las 21:00 y las 6:00 decretado por el Gobierno de Emmanuel Macron desde el fin de semana pasado ha obligado a los 12 millones de habitantes de la capital y su área metropolitana a cambiar sus hábitos laborales y sociales. Para revelar los efectos de esta medida restrictiva cuatro habitantes de la capital gala narran sus experiencias de estos primeros y extraños días en una ciudad que ha pasado de ser una de las más animadas de Europa a vivir en una tranquilidad tensa.

Frédéric Jallon. Agente inmobiliario. 47 años. 

"El toque de queda ha frenado muchísimo mi negocio", asegura Frédéric después de ver cómo la mayoría de sus clientes potenciales buscan vivienda en zonas rurales y no en la región parisina, porque temen un nuevo confinamiento que los obligue a pasar 24 horas en los apartamentos poco espaciosos y costosos de la capital francesa. En promedio, miden 59 metros cuadrados según el Instituto Nacional de Estadística (Insee) pero muchos no superan ni siquiera los 9 metros cuadrados.   

Para no perder más ventas, este ejecutivo adaptó su manera de trabajar: "Inicio mi jornada laboral a las 8, en mi caso son tres horas antes de lo habitual, así aprovecho las mañanas para enviar fotos y vídeos de las propiedades porque ahora hay menos citas personales para negociar. Y las tardes para las visitas físicas de los bienes". Termina alrededor de las siete de la tarde, es decir, tiene una hora de margen para regresar a su casa antes d que empiece el toque de queda. 

Para el parisino las reuniones de trabajo en este momento son virtuales, así como las reuniones de más de seis personas, entre familiares y amigos. Por eso, organiza aperitivos en vídeo chat. Esta semana van tres. "Cancelé las veladas que tenía programadas porque mis invitados no podían venir de día". Frederic se quedó con el queso y el vino servidos. 

Jean-Pierre. Policía. 30 años.

Desde hace un año trabaja en la brigada territorial de contacto (BTC) en París, que es la que se encarga de imponer la ley en los barrios considerados como lo más inseguros. Afirma que desde que comenzó el toque de queda los actos delictivos nocturnos han disminuido en un 30% porque "los delincuentes no tienen cómo camuflarse entre la multitud y prefieren no arriesgarse a ser capturados". 

Durante la semana trabaja de cuatro de la tarde hasta la medianoche y el fin de semana llega a la comisaría a las seis de la tarde donde le esperan siete colegas para iniciar la ronda que, dependiendo del momento, hacen en coche, moto o andando. 

Su singular horario le permite observar cómo París cambia de cara a partir de las nueve cuando "la ciudad se desocupa dejando una imagen parecida a lo que normalmente se ve a las cuatro de la madrugada". Considera que la norma en gran parte se cumple porque en una semana solo ha multado a 10 personas. 

Aunque el control del toque de queda no es la misión principal de la brigada de Jean-Pierre, él teme que con el paso de las semanas "los parisinos se cansen del encierro y salgan sin importar las consecuencias, como ocurrió hacia el final del confinamiento total de hace cinco meses". Actualmente 1.350 policías y gendarmes velan para que eso no ocurra.  

Entre las restricciones sanitarias hay una que afecta especialmente al joven policía y es el cierre de los gimnasios, ya que necesita una buena condición física para cumplir con su misión. "Todos los días me entreno en casa y troto en mi barrio, pero no puedo ejercitarme como estaba acostumbrado", lamenta el agente.

Felipe Raigosa. Estudiante máster en Informática. 23 años. 

En este caso, Felipe no está de acuerdo con el comportamiento del Gobierno con los jóvenes y aduce que no es necesario achacarles la culpa a una clase de personas "diciendo que son indisciplinadas": Esto es lo que él y sus amigos se dicen desde que los mayores los señalan como los responsables del aumento de contagios de coronavirus y por consecuencia, de las nuevas restricciones de movilidad.

Este universitario está en proceso de inserción laboral, es decir, estudia la primera semana del mes y trabaja las tres siguientes en una empresa que paga parte de sus estudios y le abona un salario. "Estoy en una compañía especializada en la seguridad informática y tenemos mucho trabajo en este momento porque los clientes nos piden accesos para el teletrabajo. Por el contrario, nosotros lo hacemos de manera presencial".

Pero los estudios sí son a distancia, lo que acabó con las tertulias después de clase. Si bien algunos estudiantes se reúnen ilegalmente para festejar, Felipe asegura que no participa, aunque reconoce que su familia le permite que algunos viejos amigos lo visiten en casa, pero en pequeños grupos y hasta caída la tarde.

Las noches de Felipe son silenciosas, lo que le permite descansar, pero extraña callejear con sus amigos y así conocer nuevas personas. "De momento no tengo novia. No tengo citas. Es verdad que están las redes sociales para contrabalancear esa falta de interacción, aunque no es tan interesante como en persona".

Ronald Morel. Taxista. 62 años.

Desde hace cuatro décadas conduce en la capital francesa y siempre ha preferido hacerlo de noche porque, aunque es una metrópolis despierta 24 horas los fines de semana, hay menos tráfico, así que hace más carreras en menos tiempo.

Sin embargo, desde el 17 de octubre trabajar en este horario es poco rentable porque solo transporta entre dos y tres personas. "Mis clientes son en su mayoría paramédicos, enfermeros o viajeros".

En París existen alrededor de 17.000 taxis. No se conoce con exactitud cuántos circulan de noche, pero Ronald tiene la impresión que su cantidad disminuye porque "trabajo no hay", así que prefieren guardar el taxi o trabajar de día, por lo menos hasta que se levante el toque de queda dentro de tres semanas.

La capital francesa perdió el ocio nocturno, la jornada laboral termina más temprano, los turistas ni se asoman... Por esa falta de clientes entre las nueve de la noche y las seis de la mañana, Ronald ya tomó una decisión: "Aprenderé a dormir de noche para trabajar de día porque es preferible ganar algún euro en la congestión circulatoria de las horas pico que perder dinero dando vueltas buscando clientes que no llegarán".

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