Los programas de Biden y Trump olvidan a la UE

¿Por qué gane quien gane la batalla en EEUU los europeos ya hemos perdido?

El eje político mundial ha cambiado radicalmente. Por primera vez en décadas, el Viejo Continente ya no es un ‘must’ en los programas electorales de republicanos y demócratas 

EFE
Simpatizantes de Donald Trump antes de un mitin de campaña en Waukesha, Wisconsin.
EFE

Esta parece ser la conclusión que podemos extraer de los programas de gobierno de los dos candidatos que, a comienzos de noviembre, se juegan la presidencia del país más poderoso del planeta. Europa ha sido un ‘must’ en los programas electorales de republicanos y demócratas. Tradicionalmente, a través de su relación especial, el principal aliado de Washington siempre ha sido Reino Unido. Sin embargo, tanto en las relaciones comerciales como en la defensa a través de la OTAN, Estado Unidos ha cuidado con esmero su presencia en el continente desde la II Guerra Mundial.

Así ha sido en los últimos 60 años, pero el eje político mundial ha cambiado radicalmente. La aparición de China como primera potencia económica mundial y el trasvase político y económico del Atlántico al Pacífico han provocado un cataclismo en la mención a Europa en los discursos de Joe Biden y Donald Trump.

Biden: ¿Por qué Estados Unidos debe liderar de nuevo?

En su ensayo publicado en la revista Foreign Affairs, el candidato demócrata dedica 12 páginas a responder esta pregunta y desgranar su visión sobre el papel de Washington en el mundo.

En ellas, la Unión Europea solo aparece en dos menciones. En primer lugar, para apostar por el refuerzo de las tradicionales relaciones con los aliados y, como continuación, para confiar todo al fortalecimiento de la OTAN para aliviar el temor del Este europeo a una Rusia expansionista. Para Biden, la "seguridad económica es seguridad nacional". En este sentido, la política demócrata, de ganar, se centraría en "restaurar las asociaciones históricas" para que así el mensaje se reciba correctamente en el Kremlin que "teme una OTAN fuerte". Para Biden es la OTAN, no Europa, la "alianza político-militar más eficaz de la historia moderna".

Esta vinculación entre seguridad económica y seguridad nacional tiene su fiel reflejo en su apuesta para fiarlo todo a la revitalización de la economía americana. Esta sería la panacea de la deteriorada diplomacia en el comercio internacional sufrida en los años de mandato de Donald Trump. El desafío por el liderazgo internacional de los Estados Unidos es una buena noticia para el multilateralismo, pero no por ello para la Unión Europea de Biden, que se encuentra subsumida en la negociación de un Brexit interminable y que aun debe profundizar en las negociaciones con Washington para alcanzar un Tratado de Libre Comercio que satisfaga a ambas orillas del Atlántico.

Como muestra un botón. Aunque pueda resultar extraño e incluso risible en las últimas dos décadas tan solo se han reducido los aranceles sobre dos productos "básicos" de las relaciones comerciales entre ambos bloques, como son los bogavantes, que desde el 1 de agosto de este año no sufren ningún tipo de carga en su exportación a Europa. A cambio, los Estados Unidos reducen al 50% la tasa arancelaria a algunos platos precocinados, productos de cristalería, mecheros y piezas de mecheros… todo un ejemplo de hasta qué punto las relaciones comerciales entre la Unión y EEUU se encuentran paralizadas. Los demócratas son consciente de esta situación pero, aunque Biden alcance la victoria, parece claro que los Estados Unidos alcanzarán un acuerdo antes con Londres que con Bruselas.

En el ideario internacional de Biden, la UE se encuentra al mismo nivel semántico que África o Latinoamérica

Las menciones tan escasas a Europa se contraponen a las numerosas apelaciones directas a El Salvador, Guatemala, Honduras, Venezuela, Corea del Sur, Japón, Chile, Australia, Arabia Saudí y, por supuesto, Rusia y China, dos países a los que Biden promete especial atención para responder al crecimiento del poder regional de rusos y chinos. En definitiva, en el ideario internacional del candidato demócrata, la Unión Europea se encuentra al mismo nivel semántico que África o Latinoamérica.

Trump: "America first again"

El programa exterior del duo Trump - Pence es una inmersión en el pragmatismo y la comunicación directa que caracteriza al candidato republicano. En primer lugar, no existe un programa electoral como tal. Por el contrario, su acción se ejemplifica en promesas realizadas y, en ellas, Europa tampoco encuentra un puesto privilegiado.

Trump comparte con Biden la escasa atención literaria hacia Europa. La Unión Europea aparece mencionada dos veces entre sus promesas y no precisamente para bien. Lo hace para recordar que, en septiembre de 2017, la Organización Mundial del Comercio rechazó las acusaciones de Bruselas sobre las subvenciones recibidas por Boeing. La segunda mención refuerza su argumento al señalar que apenas dos meses antes otro panel de la OMC no estimó la mayoría de las alegaciones de la Unión Europea sobre el mismo asunto.

Los republicanos otorgan la misma categoría de política de Estado a su política exterior que a la dimensión comercial de sus empresas. Al asumir el cargo, Donald Trump inició las renegociaciones de gran parte de los acuerdos comerciales que habían contribuido históricamente a perjudicar el déficit comercial del país y que al final “han perjudicado a los trabajadores estadounidenses", el gran mantra electoral que llevó a Donald Trump a ser investido como 45 presidente de los EEUU.

Así, una de las primeras acciones del actual presidente fue retirar a su país, casi de inmediato, de la Asociación Transpacífica, "avanzando en su agenda para proteger a los trabajadores estadounidenses". Una estrategia que después ha continuado aplicando en los Acuerdos de París, el Tratado nuclear con Irán o, más recientemente, en la OMS.

Los ejemplos del ‘proteccionismo trumpiano’ se extienden a lo largo y ancho de las acciones de su mandato, como bien refleja el recordatorio que realiza de sus cuatro años de ejercicio del mando. El contencioso con Huaewi, la guerra comercial con China y la utilización de la ‘diplomacia del F-35’ han estado detrás de su política exterior. Para la Administración Trump el cumplimiento de las leyes comerciales de los EEUU ha sido su "máxima prioridad", ejerciendo continuamente su capacidad para bloquear las prácticas comerciales y los intercambios considerados dañinos. En esta prioridad, Europa apenas aparece más que para recordar la necesidad de que los socios de la OTAN comiencen a pagarse su propia defensa.

Este aspecto es reiteradamente repetido en el programa del mandatario estadounidense. La exigencia de que los socios atlánticos alcancen al menos el 2% del PIB en sus presupuestos dedicados a la Defensa ocultan en realidad el giro de tuerca a la política exterior americana, que ha visto como sus relaciones exteriores han pasado del Departamento de Estado al de Defensa, incluyendo en esta variable la venta de material americano a gran parte de los miembros del Este de la alianza atlántica.

El 3 de noviembre, Biden y Trump se verán las caras en una apretada partida de póker en la que, a diferencia de otras ocasiones, la baza europea no será el comodín ganador para uno u otro candidato. Esa no es una buena noticia para la Unión Europea, que ni siquiera está entre las cartas de la baraja de una partida que perderá, gane quien gane.

Mostrar comentarios