Legado envenenado de Trump

La prohibición de visados a extranjeros estrangula la recuperación en EE UU

Las empresas americanas se enfrentan a graves problemas para cubrir puestos de trabajo que en otros años los cubrían inmigrantes... y no sólo en el campo o en el turismo: las tecnológicas tienen problemas.

Varios patrulleros fronterizos de Estados Unidos vigilan los trabajos de refuerzo en el muro con México .
Varios patrulleros fronterizos de Estados Unidos vigilan los trabajos de refuerzo en el muro con México .
DPA vía Europa Press

Chris Mónaco se afana estos días en la estación invernal de Hunter para atender a los aficionados del ski que llegan desde la ciudad de Nueva York. Trabaja por tres. Y eso pese a que la capacidad está limitada por la pandemia. Esta temporada no llegó la remesa de jóvenes argentinos, brasileños, peruanos y chilenos que ayudan en los remontes, hacen de profesores y sirven en las tiendas de alquiler. Es un problema que también tienen en Colorado, Nevada y Utah. Recurrir a mano de obra local no es una opción tan fácil, pese a la alta tasa de paro que sufre la región.

Es solo un ejemplo más que refleja cómo el experimento de Donald Trump con la política de inmigración no está dando los resultados que anticipó. Más bien lo contrario. Las empresas que normalmente dependen de empleados extranjeros en los Estados Unidos están teniendo complicado cubrir los puestos que quedaron vacantes tras cerrarse la puerta a la concesión de visados, porque los estadounidenses no están cualificados para desempeñarlos y simplemente no aspiran a hacerlo. A los que no los quieren les sale más a cuenta recibir los subsidios y esperar a tiempo mejores. 

Los visados H-1B, L-1, J y otros permisos temporales cubren empleos que van desde los complejos para vacaciones, la jardinería o la agricultura, niñeras o estudiantes que trabajan de rescatistas en las piscinas. También en las grandes tecnológicas de Silicon Valley, que están contratando a profesionales que pueden trabajar en remoto desde el exterior. La prohibición se aplica a ejecutivos extranjeros de compañías internacionales, que ahora no pueden ser transferidos a los EE UU para liderar nuevos proyectos, como indican desde la National Association of Manufactures.

Jerome Powell ya advirtió dos años antes de que se declarara la pandemia que parar el flujo de trabajadores extranjeros tendría en el tiempo un impacto negativo en el mercado laboral. El presidente de la Reserva Federal no sólo tomó distancia así de la política de Donald Trump de restringir la concesión de visados para poder trabajar en EE UU. Le contradijo con las legislativas a medio mandato llamando a la puerta estableciendo un claro vínculo entre la marcha de la economía y la inmigración. 

El veto que se aplicó en la concesión de visados por la pandemia lo está haciendo más evidente. Nel Kashkari es el miembro de la Fed más vocal sobre esta cuestión. Dice que la inmigración es lo más parecido a una barra libre para la economía de los EE UU. Sus padres son indios y su mujer filipina. "Reducir la inmigración", explicó Jerome Powell retomando su argumento, "tendrá como resultado un menor incremento de la población y eso equivale a un crecimiento potencial inferior". Y después señaló que hay industrias, como la de la construcción, que están sufriendo falta de empleados cualificados. Eso se traduce, a su vez, en una pérdida de productividad. 

En abril, durante las primeras semanas de la pandemia y con el paro disparándose por el confinamiento, la administración de Donald Trump procedió a cerrar por completo el grifo de los visados con el objetivo de bloquear la entrada de trabajadores extranjeros que pudieran hacerse con las vacantes. Estas medidas se extendieron en verano y en octubre se introdujeron algunas excepciones. Joe Biden, por su parte, criticó con dureza esta medida durante la campaña a las presidenciales. Debería expirar en marzo y el actual presidente no dio aún señales precisas de cómo procederá más allá de marcar distancia. 

Las asociaciones que representan a los empresarios están demandando por eso ahora a la administración de Joe Biden que levante cuanto antes el veto a la concesión de nuevos permisos temporales de trabajo a extranjeros, anticipando que la situación de carestía de mano de obra como la que se vivió el pasado verano durante la recolecta en el sector agrícola. Quieren ver una acción similar a la que se adoptó en las primeras semanas de su mandato para revertir las políticas de Donald Trump en el ámbito de la inmigración.

Pero la Casa Blanca prefiere ser cauta antes de mover ficha. Los grupos de empresarios ya advirtieron a Trump de que la prohibición a los visados estaba afectando a sus operaciones y, por extensión, frenaban la recuperación económica. Recientemente mandaron una carta a Biden comparando incluso su inacción en este asunto con la política de separación de las familias que cruzan la frontera por México. "Desafortunadamente", se puede leer en la misiva, "la imposición del veto a los visados mantiene a ciudadanos estadounidenses y residentes permanentes separados de su padres, hijos adultos, hermanos y parejas". 

El entorno de Biden responde argumentando que la prioridad en este momento es tener controlada la pandemia y que las órdenes ejecutivas adoptadas hasta ahora son el inicio. Las empresas, sin embargo, reiteran que esta incertidumbre les impide planificarse con tiempo suficiente para el verano y para estar listas ante un escenario en el que la actividad económica retome vigor conforme se relajen las restricciones para preservar el distanciamiento social. Es más, no pueden contratar a jóvenes estudiantes universitarios extranjeros a los que pueden formar. 

El efecto inesperado del experimento de Trump con los visados se convirtió así, como señalan desde el Cato Institute, en el argumento de debate más sobre la relación entre el mercado laboral y la inmigración. Los programas de visados, explican, forman una parte muy pequeña del complejo entramado migratorio en los EE UU y están dirigidos a categorías nicho, muy específicas. Pero la ausencia refleja hasta qué punto los trabajadores extranjeros son una parte integral de la economía y sin ellos las empresas tendrán que recortar producción o transferirla fuera.

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