Cuaderno de venta

En misa y repicando, el BCE se queda corto y se puede pasar de largo

El Banco Central Europeo (BCE) volverá a endurecer su política monetaria este jueves en su lucha contra la inflación pero mantendrá las compras de deuda pública que la alimentan.

Lagarde saca una foto al Rey Felipe VI.
Lagarde saca una foto al Rey Felipe VI.
DIRK CLAUS/ECB

El Banco Central Europeo (BCE) afronta una reunión este próximo jueves en dejará contentos y descontentos a partes iguales con la decisión que tome sobre los tipos de interés. Para unos, no está haciendo lo suficiente. Para otros, se está pasando de la raya. Sobre la mesa hay tres opciones: subirlos en 50 puntos básicos, en 75 o, incluso, los 100 para ajustarse a lo que el mercado le reclama.  Las rentabilidades de la deuda pública en el mercado secundario multiplican el tipo oficial del 1,25% que fijó el pasado 8 de septiembre. Probablemente, seguirán haciéndolo haga lo que haga el jueves. En el interbancario, las entidades se prestan el dinero casi al 2,8% a 12 meses, al 2,1% a 6 meses y al 1,5% a 3 meses, como muestran los Euríbors.

Es el precio de haber llegado tarde a la lucha contra la inflación. El BCE ha sido deliberadamente impuntual en esta batalla porque no creía que fuese real, sino un espejismo o, como lo denominó, un fenómeno “transitorio”. Fue en diciembre del año pasado cuando se mantenía en esa tesis y ahora lo señala como el principal problema de la zona euro. “El enemigo número uno, dos y tres”, como lo ha descrito recientemente la presidenta de Santander, Ana Botín, porque daña por igual a empresas y familias.

Hay en cambio un gran beneficiado de la presión inflacionista: el Estado. La inflación no deja de ser un impuesto en la sombra porque, entre otras cosas, el Gobierno gana poder adquisitivo a costa del contribuyente. No es un bulo sino economía de primero. La recaudación fiscal está disparada, sobre todo, por este motivo pero mientras el Gobierno de Pedro Sánchez celebra los ingresos extraordinarios 'caídos del cielo' en esta crisis, ese dinero desaparece de la renta disponible de las familias y empresas, que son las que sostienen el sistema y al Estado. En este contexto, el presidente dejó helado a quien le escuchó en el Senado con una declaración demoledora, usando de rehén a la sanidad pública, para justificar esa voracidad fiscal : “Es peligroso decir que el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos".

Para quien todavía no distingue a estas alturas entre el bien y el mal en plano fiscal, la declaración de Sánchez viene a concluir por descarte que el dinero es mejor que esté en manos del Estado. Sin riesgo a la equivocación, la sociedad no comparte la filosofía presidencial, por ejemplo, quienes atraviesan afrontan subidas en la factura de la luz, del gas, carburantes, de la hipoteca, de la cesta de la compra… Quizá por eso la genial idea de crear un mecanismo de tope del gas y bono social que sufragan a escote en sus recibos los propios consumidores en lugar del Estado. ¿Es ayudar o asfixiar? Eso sí es peligroso porque es pan para hoy y hambre… para el futuro de la gente  y del próximo gobierno que tenga que gestionar Moncloa.

Para sorpresa de muchos, quién sí parece compartir esa política es el BCE, el gran comprador de la deuda y financiador del incremento de la deuda pública con más de 200.000 millones de euros netos en los dos últimos ejercicios. No hablamos de los fondos de recuperación Next Generation, sino deuda pura y dura. Para el banco central, como el mayor acreedor de España en 2022, la única exigencia para seguir comprando deuda hasta la fecha es que el emisor mantenga la sostenibilidad de las finanzas públicas. También es una de las condiciones -lean la letra pequeña- del nuevo super bazuca durmiente TPI de compras ilimitadas que se creó para contener la escalada de primas de riesgo en los países periféricos, entre ellos, España.

Ahora bien, el verdadero respaldo de la casa de la moneda que preside Christine Lagarde a las políticas fiscales restrictivas de los gobiernos como el español se debe a que ayuda a frenar la inflación de una manera mucho más eficaz y rápida que subiendo los tipos de interés. El precio a pagar será el más caro de todos: romper la economía de empresas y hogares. Lo llaman destrucción de demanda en la jerga económica. Por eso el BCE acometerá en unos días otra subida de tipos histórica pese a que las economías de la zona euro han entrado en recesión. Subirá tipos tanto como pueda y mientras pueda, o hasta que algo se rompa o se incendie en la economía, véase alguna suspensión de pagos de gran envergadura o una crisis como la que ha puesto contra las cuerdas a los gigantescos fondos de pensiones británicos.

El crash de los bonos en 2022 pasará a la historia, tanto como la velocidad de subida de tipos de interés de la mayoría de bancos centrales. El BCE, que ha pecado de quedarse corto en esa carrera de bancos centrales por elevar el precio del dinero, ahora corre el riesgo de pasarse de largo. Hay otra opción más audaz para Lagarde: no subir tanto los tipos y anunciar una reducción de su balance, es decir, dejar de comprar deuda pública con tanta generosidad a los Gobiernos y comenzar a venderla. Pero ya hemos visto lo que ha sucedido en el Reino Unido cuando la falta de coordinación de gobierno y banco central se dan la mano para generar una crisis.

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